A 30 años del secuestro y muerte de Azucena Villaflor
Azucena está considerada la fundadora y primera presidenta de las Madres de Plaza de Mayo, cuando comenzó a buscar desesperadamente a su hijo Néstor De Vicentis, secuestrado junto a su novia Raquel el 30 de noviembre de 1976 en Villa Dominico. Néstor tenía 24 años, era el segundo de los cuatro hijos de Azucena y estudiaba Arquitectura. Como miles de jóvenes de aquellos años, comenzó a militar en la Juventud Peronista y soñaba con la "Patria Socialista" y "el Hospital de Niños en el Sheraton Hotel".
Azucena recorrió cuarteles, comisarías y decenas de reparticiones oficiales y allí se encontró con otras madres que buscaban a sus hijos, y al principio fueron sólo eso: un grupo de amas de casa o maestras, que querían saber adónde se habían llevado a sus hijos. La politización comenzó a producirse a medida que la falta de respuestas y el maltrato de los militares las fue convenciendo de que había un plan orquestado para aniquilar a miles de jóvenes.
Azucena fue la que más insistió para que fueran a la Plaza de Mayo. De origen obrero, sabía que desde la época de la Independencia ése era el lugar de los reclamos populares.
La fundación
Se citaron el 30 de abril de 1977, y ese día catorce madres temerosas se juntaron en la Plaza. Desde la Casa Rosada, los militares mandaron una patrulla que les ordenó "circular". Y ellas obedecieron, desde entonces comenzaron a "circular" alrededor de la Pirámide de Mayo. Ese día es recordado como la fecha de la fundación de las Madres de Plaza de Mayo.
Junto a otros militantes de derechos humanos comenzaron a reunirse en iglesias y parroquias. También lo hacían en bares, adonde fingían celebrar el cumpleaños de alguna de ellas, e intercambiaban datos y documentos en los paquetes de los supuestos regalos.
El grupo crecía y el gobierno militar decidió infiltrarlo para saber de sus líderes y planes. El marino Alfredo Astiz cumplió la abyecta tarea de introducirse en el grupo, fingiendo ser hermano de un desaparecido, bajo el nombre de Gustavo Niño. Desde el comienzo de su infiltración, se pegó a Azucena, intuyendo que ella era la líder natural de ese grupo de "locas", como las había bautizado el gobierno militar. El 14 de octubre, ella y varios cientos de familiares de desaparecidos habían sido detenidos durante algunas horas por los militares, luego de la marcha en la Plaza.
Para el Día de la Madre organizaron una misa en la iglesia de San Nicolás de Bari, y fue allí adonde Astiz se acercó por primera vez a las Madres y a Azucena.
En diciembre, el grupo comenzó a organizar la recolección de fondos y firmas para publicar una solicitada en el diario La Nación. Los militares intentaron impedirlo y el 8 de diciembre, Día de la Virgen, cuando salían de una reunión en la iglesia de la Santa Cruz, fueron secuestradas ocho personas: Angela Auad, Remo Berardo, Raquel Bulit, Horacio Elbert, Julio Fondovilla, Gabriel Horane, Patricia Oviedo y la monja francesa Alice Domon. Azucena no estaba allí, pero había salvado su vida por apenas 48 horas.
El secuestro
El 10 de diciembre, dos días después, la fueron a buscar a Sarandí, cuando había salido a hacer las compras para el almuerzo y a buscar el diario para ver si había salido la solicitada. Simultáneamente, la patota de la ESMA secuestraba a Léonie Duquet, otra monja francesa, cuyo "crimen subversivo" había sido compartir la casa con Alice Domon.
Junto a Azucena, fueron secuestradas otras dos madres: Mary Ponce de Blanco y Esther Ballestrino de Careaga. En total, fueron doce personas de ese grupo inicial las que continúan hoy desaparecidas.
Azucena tenía un temple especial, forjado en la dura vida de las familias obreras de las primeras décadas del siglo pasado. A los 15 años (en 1940) comenzó a trabajar como telefonista en la Siam y en 1949 se casó con Pedro De Vincenti, con quien tuvo cuatro hijos.
Por ello, a pesar de saber del secuestro de sus compañeros en la Iglesia de la Santa Cruz, siguió adelante con la solicitada y su esfuerzo no fue en vano, pues ésta finalmente se publicó aunque la dictadura hizo lo imposible para frenarla.
Por ello también, ya secuestrada en la ESMA y en "Capucha", trató de averiguar los nombres de los otros detenidos que allí se encontraban, para luego informar a sus familiares si era liberada, a la vez que les preguntaba si conocían a su hijo. Sólo una semana permaneció Azucena en la ESMA, al cabo de ese tiempo fue llevada en un "vuelo de la muerte" y arrojada viva al mar, atontada con "pentonaval" (así llamaban los marinos al pentotal que inyectaban a los secuestrados que tiraban al Río de la Plata).
Su cuerpo fue arrastrado hasta una playa de Santa Teresita y fue enterrado como NN., hasta que en 2004 el Equipo de Antropología Forense la identificó. Hoy sus restos yacen en la Plaza de Mayo, la misma que la vio marchar durante aquellos duros meses de 1977, reclamando por sus hijos, enfrentando a los militares, con su pañuelo blanco y su dignidad sin límites.
Rompiendo el silencio
A pesar de semejante despliegue represivo, Azucena venció a los militares el mismo día de su secuestro, pues la solicitada apareció a toda página en el diario "La Nación", rompiendo el muro de silencio que desde abril de ese año, las Madres buscaban quebrar.
La solicitada tenía unas 2.500 firmas, en su enorme mayoría de mujeres que usaron sus apellidos de casadas para identificar a sus hijos, y entre ellas figuran algunas que luego alcanzaron trascendencia: Catalina Guagnini, Marta Vázquez, Graciela Fernández Meijide, Carmen Lapacó, María Adela de Antokolotez, Chela Mignone, Chicha de Mariani y Hebe de Bonafini.
También puede leerse el nombre de Gustavo Niño, quien adquirió luego triste notoriedad, al rendirse en 1982 en las Islas Georgias frente a los ingleses.
El texto de la solicitada había sido tipiado en cinco copias por el marido de Nora Cortiñas y quince madres debieron pedir certificado de domicilio a la policía para cumplir con las exigencias del diario para publicarla.
El título de la publicación decía "Sólo pedimos la verdad", dirigido "al presidente, a los altos mandos de las fuerzas armadas, a las autoridades eclesiásticas y a la prensa".
Hoy, a 30 años de su secuestro, los rostros de Azucena, Mary y Esther, junto a las monjas Alice y Leonie, sonríen desde las gigantografías ubicadas a la derecha del altar de la Iglesia de la Santa Cruz.
[b]*Abogada. Coordinadora de la Comisión de Homenaje a los Desaparecidos y Mártires Populares.[/b]
Fuente: [color=336600] La Arena - 12.12.2007[/color]
[i]Crónicas del Sur
(TeleSur TV)
Azucena Villaflor, una madre[/i]