A 50 años del golpe en Brasil
Goulart llegó a la política amparado por Getúlio Vargas, compartiendo su origen en la región de São Borja, al sur de Brasil, desde donde Getúlio construyó su entrada al poder político nacional. Jango fue ministro de Trabajo en el segundo gobierno de Vargas, durante el período democrático, debiendo renunciar tras promover un importante aumento de salario a los trabajadores. Ya por entonces, se acusaba al ministro de Trabajo de Vargas de querer promover una “república sindicalista” en Brasil, por su afinidad con lo que sería la experiencia del peronismo en Argentina.
Cuando renunció el presidente Janio Quadros en 1961, un populista de derecha apoyado por la liberal-conservadora Unión Democrática Nacional (UDN), el vicepresidente Goulart se encontraba en China. Varios sectores se opusieron a su asunción, por lo cual Jango debió negociar y aceptar un sistema parlamentarista con el propósito de reducir la oposición de sus enemigos y asumir la presidencia. El clima existente entonces, marcado por la Guerra Fría e inmediatamente posterior a la Revolución Cubana, como marcan muchos, generó como respuesta a la pretensión de Jango de introducir las denominadas “Reformas de Base” –de tipo agrario, tributario, económico– una firme oposición en los medios de prensa más importantes, como Correio da Manha, O Globo y O Estado de S. Paulo, y en las clases medias tradicionales, que organizaron la Marcha por Dios y la Libertad, rechazando aquello que identificaban como una marcha de Brasil hacia el comunismo. Sólo el periódico Ultima Hora, del periodista Samuel Wainer, mantuvo hasta al final su apoyo al reformismo promovido por Jango.
Debilitado a raíz de la polarización política contra una derecha que lo denunciaba histéricamente por comunista, el gobierno de Goulart experimentó entonces la intervención de los militares brasileños, que contaron con el apoyo de Estados Unidos, en el primero de los golpes que luego se desarrollarían en gran parte de los países de América latina.
A partir de allí, se entraría en una dictadura ligada al capital transnacional, de tipo desarrollista-conservador, que transformaría al Brasil durante 21 años, produciendo torturas y detenciones, endureciendo su política represiva a partir de 1968. Los militares comenzarían a ver debilitado su sustento a partir de las multitudinarias manifestaciones por las elecciones directas, que sentaron un precedente para la apertura democrática y la llegada a la presidencia de Sarney en 1985. Todavía hoy en la prensa conservadora ciertos periodistas reivindican la “Revolución” del ’64, e incluso marchas muy minoritarias se han producido en el país a imitación de aquella de 1964, contra una supuesta tendencia de Brasil hacia el comunismo.
La idea de que “el pueblo no sabe votar”, argumento conservador y promotor de una dirección elitista de la sociedad, ha sido fuerte y lo es aún en cierta medida en Brasil, por ello aquel golpe del ’64 era justificado en pos de salvar las instituciones democráticas de una marcha hacia el “comunismo”. Es decir, se introduciría una ruptura del período democrático iniciado en 1945 en nombre de una supuesta preservación de este mismo orden. Las memorias contrapuestas que se activan a 50 años de este acontecimiento evidencian los dilemas irresueltos que enfrenta la sociedad brasileña.
* Magister en Ciencia Política (Idaes-Unsam). Becario del Conicet en el Instituto de Estudios de América latina y el Caribe (Iealc).
Página/12 - 31 de marzo de 2014