No se permiten capitalistas en la Luna
La exploración espacial privada se presenta como un proyecto audaz y futurista. Pero, como diría Mark Fisher, al extender el realismo capitalista al espacio exterior, se están atrofiando nuestras propias ideas sobre el futuro.
En la órbita del desarrollo nacional
Desde finales de los años cincuenta, cuando la disputa por el poder mundial que se dirimía en el marco del conflicto Este-Oeste los erigió como símbolo de poder militar y tecnológico, los satélites artificiales han dado que hablar, tanto en la guerra como en la paz. Partícipes más que necesarios en asuntos geopolíticos y científicos y herramientas indispensables de las comunicaciones modernas, su fabricación es un proceso complejo que requiere años de especialización y esfuerzos políticos y económicos para concretarse.
En la actualidad, nuestro país pertenece al exclusivo club de naciones que poseen la capacidad humana y material para diseñar y construir satélites artificiales de distintos tipos y prestaciones. La Argentina había incursionado con éxito en la actividad aeroespacial desde mediados del siglo veinte. El esfuerzo de los científicos y técnicos, sumado a las políticas estatales activas que se aplicaron hasta mediados de los setenta, permitió lograr un proceso de aprendizaje tecnológico que dio lugar a un muy respetable desarrollo de cohetes y misiles.