Aguas calmas en la economía

Julián Blejmar
Con una inflación que en los últimos meses de 1988 aumentaba en una espiral ascendente, el gobierno de Raúl Alfonsín se vio obligado, el 6 de febrero de 1989, a realizar una fuerte devaluación de la moneda circulante, el Austral. La medida derivó en la famosa hiperinflación (desde esa fecha hasta julio la inflación fue cercana al 2.000% y el dólar subió un 3.700%), la cual provocó la salida anticipada del gobierno. Se trataba del síntoma provocado por la fuerte puja entre los grandes grupos económicos locales y los acreedores externos, quienes se disputaban el patrimonio público (los ingresos fiscales y el estatus de las empresas de servicios públicos) para sostener sus contratos de tercerización con el sector público y los subsidios y el cobro de la deuda por la banca extranjera.

La actual disputa económica tiene que ver con un gobierno que aplica diversas medidas opuestas a las demandadas por el tradicional poder económico argentino. Entre ellas, se cuenta una presión fiscal récord para sostener, fundamentalmente, los gastos de seguridad social, los cuales se llevan casi la mitad del presupuesto y que el viernes tuvieron un nuevo capítulo al anunciarse una suba del 18,26% de la jubilación mínima, cuyo haber pasará a 3.821 pesos. Asimismo, se niega a efectuar una devaluación ampliada que maximice las ganancias de los grupos ligados a la exportación y/o tenencias dolarizadas. También sostiene un Banco Central independiente del sistema financiero privado, pone reparos al endeudamiento externo y expande en general el rol del Estado incluyendo la designación de directores en las grandes empresas nacionales.

Aún cuando no se trata sólo de las aptitudes de los gobiernos y sus equipos económicos para confrontar con los sectores del poder económico, pues también influyen aquí las diferentes coyunturas económicas mundiales –que en el caso del gobierno alfonsinista fueron claramente desfavorables–, lo cierto es que, sobre el final del mandato de actual gobierno, se está viviendo un verano económico tranquilo, diferente al pronosticado. Si existe en la actualidad un clima destituyente, proviene, al parecer, del lado político y no del económico, donde el gobierno logró sostener los principales elementos de su programa y desarticular los movimientos desestabilizadores.

Sucede que en un año que fue levemente desfavorable en términos de los principales objetivos del actual modelo económico –pues, aunque en reducida medida, subió el desempleo y cayeron los ingresos–, se logró sostener la estabilidad en diversas variables financieras que más tiene en cuenta el establishment. Además, el Gobierno cuenta con el apoyo de una gran parte de la población, la cual percibió una mejora en la situación socioeconómica durante el ciclo kirchnerista.

Por el lado de las variables financieras de 2014, un informe recientemente difundido por el Centro de Investigación y Gestión de la Economía Solidaria (Ciges) da cuenta de la estabilidad en el Sistema Privado No Financiero (SPNF). Allí se señala que mientras en 2002 y 2003 la morosidad en la cartera crediticia alcanzaba el 38,6% y 33,5%, respectivamente, entre julio y octubre del año pasado estuvo en torno del 2%. Asimismo, el margen financiero –la diferencia que obtienen las entidades bancarias por sus préstamos y servicios deducidos los interese que pagan por los depósitos– fue en los primeros diez meses de 2014 de $109.703 millones, un 23,9% más que durante 2013. El informe da cuenta de que los depósitos tuvieron una variación interanual positiva del 18,5%, que en el caso de los privados llegó al 25,1%. Por último, detalla que las reservas internacionales cerraron el año en 31.116 millones de dólares (954 millones más que a fin de 2013), a lo cual se debe sumar la estabilidad en la cotización del dólar, que luego de la devaluación ampliada de enero (22%) sólo aumentó un 5% en 2014. Son datos que exhiben la dificultad para el establishment económico de alinearse contra el Gobierno sin fisuras internas.

En lo que respecta a la percepción de la población sobre la gestión kirchnerista, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) dependiente de Naciones Unidas difundió en la semana el informe Panorama Social de América latina 2014, que destacó a la Argentina, junto con Uruguay, como uno de los países que más logró reducir la pobreza en los últimos años, destacando además los “notables progresos” en la disminución de la desigualdad durante el período 2005-2012. Asimismo, señala que nuestro país quedó como el primero de la región al contabilizar la proporción de individuos que se consideran de clase media, en razón de su situación socioeconómica.

Perspectivas futuras. Estas son algunas de las cuestiones por las que, a diferencias de épocas pasadas, resulta más dificultoso arremeter –desde el espacio financiero– contra un gobierno que sostiene variables macroeconómicas y permite a su vez un cierto ascenso social, todo ello sin obedecer muchos de los dictados de los grupos de presión económicos.

Ello no quita que los riesgos no existan, subidos a algunos puntos débiles que exhibió el Gobierno en el manejo de la política económica, y a cuestiones referidas a la coyuntura global. En el primero de los casos, se cuentan la ingente cantidad de recursos destinada a subsidiar el consumo energético y el transporte, que en 2014 se calculó en alrededor del 5% del PBI, es decir, cerca de 160.000 millones de pesos. Si bien una parte está destinada a subsidiar a la industria para aumentar la producción y generar más empleo, y otra orientada a asistir a al segmento más desfavorecido de la población, aún continúan realizándose importantes transferencias hacia sectores que no las necesitan, lo cual redunda en un fuerte compromiso para las finanzas públicas.

Esta situación se combina con las reservas y dificultades que existen en el Gobierno sobre la posibilidad de ingresar a un nuevo ciclo de endeudamiento. Si bien desde el año pasado se tomó la decisión de volver a los mercados financieros, por el momento no se aceptan diversos condicionamientos inherentes, como podrían ser un acuerdo con los fondos buitre en los términos que estos últimos lo desean, o el pago de abultadas comisiones a las entidades bancarias que canalizarían el crédito. También, se vincula con la decisión de mantener estable el valor del dólar para proteger los salarios, el consumo y el empleo, lo cual redunda en mayores presiones sobre la divisa norteamericana. Por eso, sin una mejora en la administración de los subsidios y/o una vuelta al crédito externo, esta situación anticipa un futuro complejo, sobre todo al combinarlo con la coyuntura internacional.

Y es que según el señalado informe de la Cepal, se advierten tensiones globales con desaceleración del comercio y volatilidad financiera, lo cual afecta especialmente a nuestra región, debido a la baja en el precio de las materias primas, principal producto de exportación. No es una situación nueva, claro está, pues según otro informe de Ciges, el promedio del conjunto de las materias primas exhibió en 2014 una caída cercana al 10%, que se sumó a la experimentada del 5% en 2013. De hecho, en 2014 la tasa de crecimiento de la región fue la más baja desde 2009 al situarse en el 1,4 %. Y en lo que refiere a los socios comerciales, si bien la economía norteamericana creció en 2014 cerca del 2%, Europa y Japón siguen sin recuperarse y China, al igual que en 2013, exhibe un crecimiento más moderado que en los últimos años (aunque su tasa sigue alta, pues fue del 7,3% en 2014). Posiblemente, la única buena noticia en esta aspecto, sea la reducción del precio del barril WTI (el West Texas Intermediate, de 159 litros de petróleo, que sirve de referencia) que de costar 107 dólares a comienzos de año, actualmente se ubica en 45. Un tema no menor, si se tiene en cuenta que la importación energética le demando al país erogaciones por 18.000 millones de dólares en los últimos tres años.

Se trata en definitiva de potenciales riesgos, anclados en algunos elementos débiles y oscuros de la actual administración económica, así como en cuestiones que exceden a su manejo, como lo son las variables internacionales. Riesgos que podrían ser capitalizados por los elementos desestabilizadores, pero que de todas formas no asoman en el presente. Por eso, pareciera ser la política el actual territorio de disputa.

Miradas al Sur - 1 de febrero de 2015

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