Alianza sino-argentina: fase superior de la reindustrialización nacional
El favor de la UIA al granero del mundo
En relación a los acuerdos con China, la Unión Industrial Argentina (UIA) reaccionó primero negativamente y luego, días después, positivamente. Según transmitió el propio Héctor Méndez una vez concluida la reunión con funcionarios del gobierno nacional, el pasado jueves: "la industria [¿!?] acompaña estos acuerdos firmados con China". Más allá de si la UIA puede o no arrogarse el derecho de hablar en nombre de la industria argentina, y muy a pesar del cambio favorable hacia los acuerdos con la potencia mundial, la primigenia y negativa opinión cumplió el rol para la cual fue destinada: servir de "noticia" mediática a los efectos de censurar los beneficios de la alianza, presentarla como una amenaza para el empleo y como un supuesto nuevo foco de corrupción (cuestión de las licitaciones/adjudicaciones). De llevar este mensaje a la sociedad se encargan, cuando no, los medios de la pobreza y el subdesarrollo. "Los empresarios rechazan la adjudicación directa de obras y el ingreso de trabajadores desde China", titulaba el diario Clarín previo a la reunión Gobierno-UIA del jueves 12 que patearía el tablero de la desinformación y del desánimo. Un Joaquín Morales Solá envalentonado, despotricaba contra la Presidenta y contra China apoyándose por supuesto en la versión UIA-negativa: "La Unión Industrial dio un crítico documento sobre esos acuerdos y sobre el riesgo potencial para la industria nacional que significa el desembarco de los productos chinos... Los productos chinos son un problema en todo el mundo, incluidos los países desarrollados". Las preocupaciones del proteccionismo/nacionalismo reaccionario no merecen siquiera la pena ser respondidas.
Removiendo el cepo mediático
Como fuera mencionado arriba, las críticas primigenias de la UIA fueron la excusa perfecta para ocultarle a la sociedad los beneficios de los acuerdos, beneficios que siquiera al día siguiente de conocido el cambio de opinión (favorable) de la UIA los medios de la semicolonia se preocuparon por enseñar. El viernes 13, Marcelo Bonelli en Clarín volvía a insistir con los aspectos negativos del encuentro de la UIA con el gobierno. En fin y de cara a la tozuda cadena negativa de la censura y sus febriles objetivos desinformativos y tergiversadores, resulta oportuno repasar el impacto económico de una alianza pensada e iniciada tan tempranamente como en 2004 por el Presidente Néstor Kirchner y que, una década después, pare sus primeros y notables frutos. Punto número uno: apenas 3 grandes obras -de las muchas en carpeta- como son la cuarta y quinta centrales nucleares y las represas hidroeléctricas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic implicarán un inversión total de 17.500 millones de dólares, de los cuales 6.300 millones (36%) corresponden a componentes extranjeros y 11.200 millones (64%) a componentes nacionales. ¿Qué empresario que se autodenomine "nacional" puede estar en contra de semejante negocio?
Dichas obras implicarán para el país un ahorro neto en combustibles importados (descontado los préstamos a devolver) del orden de los 23.000 millones de dólares. "En cuanto a la preocupación de la mano de obra, cabe señalar que las obras de la 4º y de la 5º centrales nucleares generarán en promedio alrededor de 6.000 y 5.000 puestos de trabajo anuales entre directos e indirectos, respectivamente, al menos durante los primeros cinco años (cada obra demandará 8 años), mientras que las hidroeléctricas, generarán en promedio casi 7.000 puestos de trabajo anuales entre directos e indirectos, con un pico de 10.300 en el tercer año de su construcción". Luis Alberto Romero, desde las páginas de Clarín, acaba de denominar este "problema" como el "batallón de nuevos empleados estatales" al que deberá enfrentar y vencer un supuesto futuro gobierno a partir de 2016 ("Un acuerdo político, la clave del futuro" - 11/02/15).
Más industria nacional
Durante la reunión con ADIMRA, funcionarios del gobierno nacional dejaron en claro que tanto la cuarta central nuclear como la quinta priorizarán el trabajo y la producción local, reservándose a la importación todo aquello que no pueda ser fabricado en el país. Para ambas usinas, la ingeniería, el montaje, la obra civil y la mano de obra serán 100% argentinos. En cuanto a la primera, dado que la Argentina tiene la tecnología y domina el ciclo completo de combustible nuclear, la participación del componente nacional en la obra podría alcanzar el 70%. Dado que la quinta central porta tecnología de uranio enriquecido que todavía no dominamos de forma completa, el componente nacional podría oscilar entre 30% y 50%. A propósito, es importante indicar que el acuerdo prevé, para esta central, la transferencia tecnológica total. ¿Qué significa esto? Que una vez concluida la construcción de la quinta central -siempre contemplando que la obra sea finalmente cerrada con la estatal nuclear china, aspecto que se definirá en los próximos meses-, la Argentina poseerá la capacidad tecnológica para la fabricación futura de reactores del tipo ACP1000 (como el que llevaría la quinta central), sus componentes así como sus elementos combustibles. Para futuras centrales del tipo PWR (sexta, séptima, etc.) y gracias a dicha transferencia de tecnología, la participación nacional podría oscilar entre 50% y 70%, y nuestra industria habrá conseguido dar un salto cualitativo colosal.
¿Temer a China o al retorno de "gobiernos nefastos"?
Poco antes del cierre de la referida reunión, el Presidente de Nucleoeléctrica Argentina (NA-SA), Ing. José Luis Antunez, se dirigió a los presentes para explicarles con lujo de detalle técnico el nivel de participación de la industria local en las centrales nucleares proyectadas y la potencialidad que dichas obras representan para el sector. Resulta interesante remarcar que, como mencionó el mismo Antunez, el clúster industrial nuclear alcanzó el máximo de 237 empresas calificadas para el desarrollo de este tipo de proyectos en 1984 (con Atucha II). Ese número se desplomaría luego a 0 firmas (registro de 2003), para recuperarse en 2014 pasando a 129 empresas. Al día de la fecha, el Presidente de NA-SA informó existen 54 empresas calificadas para la cuarta y quinta centrales nucleares. A modo de reflexión final, Antunez pidió a los industriales allí presentes, por supuesto en clara alusión a la UIA-versión negativa y fundamentalmente al mensaje de inseguridad empresarial inoculado desde los medios de la semicolonia, a "no preocuparse por China sino más bien por el posible retorno de gobiernos nefastos" como los padecidos en los ochenta, noventa, 2000, 2001 y 2002. Fueron esos "gobiernos" (para nosotros meras administraciones locales dependientes de gobiernos foráneos) los responsables de la virtual liquidación de la industria nuclear, como se sabe, renacida de las cenizas con la reactivación del Plan Nuclear en agosto de 2006.
Fase superior de la reindustrialización
La alianza estratégica con China, de la que aquí se han expuesto sólo los acuerdos energéticos (y parcialmente, pues no se analizaron en profundidad ni las represas ni el proyecto eólico de 200MW en Chubut), la alianza estratégica con China permitirá, sin resquicio a dudas, ingresar en una fase superior de la reindustrialización argentina en el Bicentenario, sobre todo contemplando el marco internacional de un imperialismo que ha declarado la guerra política y económica al pueblo argentino.
En clave histórica y cultural, la alianza sino-argentina permite incluso darse el lujo de desnudar el papel jugado por Gran Bretaña en la Argentina del Centenario, aunque obviamente como fase superior de la desindustrialización del país. Allí también brotaba el mismo nacionalismo reaccionario que hoy recorre los pasillos de la UIA e inunda las páginas de los pasquines del granero del mundo. Esto decía el diputado conservador Sánchez Sorondo en sesión interna de la Comisión Especial de Asuntos Ganaderos de la Cámara de Diputados, el 15 de enero de 1923: "Aunque eso moleste nuestro orgullo nacional, si queremos defender la vida del país, tenemos que colocarnos en la situación de colonia inglesa en materia de carnes. Eso no se puede decir en la Cámara, pero es la verdad". Casi 90 años después, los discípulos de Sánchez Sorondo expresan lo mismo aunque sin ser tan categóricos; en lugar de colonia inglesa, claro, colonia estadounidense. Aquí el motivo del rechazo que los acuerdos con la República Popular China generan al mitrismo del siglo XXI.
OETEC - 16 de febrero de 2015