Apoyo de los curas villeros a los movimientos sociales


Obispos y sacerdotes villeros –de Capital y Conurbano- salieron a bancar de manera contundente a los movimientos sociales luego de que la Ministra de Seguridad nacional, Patricia Bullrichlos vinculara con el narcotráfico. En concreto, emitieron un comunicado para “destacar algunos de los aportes” que realizan, según los religiosos, estas organizaciones.

Si queremos trabajar por la paz social tenemos que reconocer en primer lugar el valor del otro en cuanto otro y su aporte al bien común. En esta perspectiva quisiéramos destacar algunos de los aportes de los movimientos sociales. Lo creemos conveniente porque a veces se escuchan distintas voces que los descalifican. Estos movimientos están integrados mayoritariamente por personas humildes y pobres. Y todo lo que de alguna manera fomente el rechazo a los pobres duele en el alma.

Los movimientos sociales, con distintas acciones, han contribuido a que salga la ley de emergencia social, proceso que ha sido muy valioso porque ha logrado visibilizar al pueblo pobre trabajador. Los trabajadores y trabajadoras que luchan diariamente por sobrevivir y lo hacen en el marco de la economía popular. El salario social complementario que reciben estos trabajadores y trabajadoras va rápidamente a la economía real: se invierte en alimentos, en algo de ropa para su familia o en algunos ladrillos para mejorar la propia casa. Obviamente no se especula con ese poco dinero, ni se deja de pensar primero en el pan para los hijos. El deseo de la inmensa mayoría es tener acceso a un mejor trabajo, por ejemplo en la obra pública o en el ingreso en alguna pyme –que son las que mayoritariamente dan más puestos de trabajo-.

Por otro lado, han posibilitado con su compromiso la ley de integración socio urbana. Es decir han relevado en un trabajo coordinado con el Estado, junto a otras organizaciones –como Caritas-, las villas y barrios precarios de nuestra patria. Los ha movilizado esa sabiduría popular que sabe que la tierra es nuestra casa común. Y que toda familia tiene derecho a un pedazo de tierra. Y en ese terreno tener su techo, ya que familia y vivienda van de la mano. Pero, además, un techo, para que sea hogar, debe tener una dimensión comunitaria, y esta es la preocupación por el barrio.

En estos barrios relevados, en perspectiva histórica, prácticamente no hubo presencia del Estado, y en muchos de ellos se instaló el narcotráfico. Los vecinos y vecinas son los primeros en padecer las consecuencias, en aquello más sagrado que tienen, en sus hijos e hijas. Eso los ha empujado a organizarse y a pensar no sólo en sus hijos sino en los de los vecinos. Al encontrar un espacio de participación comunitaria en distintos movimientos sociales, empezaron caminos de prevención y de asistencia directa.

Donde la mano invisible del mercado con su teoría del derrame nunca termina llegando, porque la copa siempre necesita crecer más, donde el Estado a duras penas hace pie y a veces le falta inteligencia para resolver temas concretos, son muchas veces los movimientos sociales -a través de sus integrantes- los que terminan tendiendo la mano en situaciones de la vida diaria y fortalecen con su presencia el tejido social.

Es imprescindible valorar todo lo que el pueblo pobre trabajador realiza para vivir con dignidad. Su no bajar los brazos, su no renunciar al bien posible en medio de grandes dificultades. Esto merece nuestro compromiso de construir puentes de projimidad, apostando por la cultura del encuentro.

Que la Virgen de Luján nos inspire los caminos para cuidar a nuestra Patria empezando por los más pobres.

 

16 de octubre de 2018. (Aniversario de la canonización del Santo Cura Brochero)

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