Argentina actúa a contramano del "patriotismo económico" de Europa
Los países europeos arman esquemas para contener la llegada de inversión extranjera. Aquí, las empresas nacionales se venden sin mirar el impacto sobre la economía.
La prensa europea viene comentando los movimientos de concentración y de defensa que se han puesto de en marcha en el viejo continente. El diario El País, editado en Madrid, juzga que las medidas tomadas por el gobierno español para frenar la compra de Endesa por una compañía alemana y las adoptadas por Francia para proteger la empresa Suez del asalto italiano. Así, volvieron a poner sobre el tapete que la Unión Europea (UE) está muy lejos de ser un "mercado unido". Francia dio un paso adelante impulsando una fusión entre Suez y Gaz de France para frenar las maniobras de Silvio Berlusconi.
Al comportamiento francés se lo califica de "patriotismo económico". Lo encabeza el gobierno conservador de Dominique de Villepin y surgió como reacción frente a la tentativa del grupo norteamericano Pepsico de adquirir la multinacional gala Danone en 2005. De inmediato de Villepin publicó una lista de "sectores estratégicos" rigurosamente blindados por decreto ante el interés de los extraños. Toda inversión en defensa, investigación o seguridad tiene que ser aprobada previamente por el Ministerio de Economía en París.
Italia, con un mercado energético dominado por las empresas locales ENI y Enel no es, por su parte, un modelo de liberalización y apertura al mundo exterior. Son muy comentadas las trabas que puso para acotar al banco español BBVA en su intención de compra del Banco del Lavoro y al holandés ABN Amro para adquirir Antonveneta
Una recorrida geográfica llega a la conclusión que sólo el Reino Unido es el "modelito" ejemplar de "libre mercado".
Los Gobiernos -prosigue El País- muestran evidentes resistencias, cuando no abiertas actitudes beligerantes ante la posibilidad de que algún grupo extranjero "entre con fuerza en empresas que operan en mercados estratégicos".
A principios de este año se desataron acciones de defensa, especialmente significativas, por parte de Luxemburgo, propietario del 5,6 por ciento del grupo siderúrgico Arcelor, acompañadas paralelamente por Francia frente a los movimientos del grupo anglo-indio Mittal dispuesto a la expansión en Europa.
Toda esta ola más que proteccionista, de defensa de empresas nativas, muestra que en el marco de un mercado unificado como el europeo, y en medio de un nuevo brío de la globalización no hay disposición para resignar mercados, segmentos o sectores a la competencia externa.
En la Argentina, bajo el manto de la globalización se actuó de modo contrario, a contramano. Así se ponderó todo lo extranjero y las compañías nacionales se vendieron sin importar el significado o el impacto sobre la economía.
Este proceso no se ha detenido, como lo revelan las ventas de acerías o cementeras al capital extranjero en los últimos años, por debilidad de las conducciones gerenciales y por deudas insuperables, según ciertos casos. Inclusive en algunos ámbitos hay una entrada masiva de nuevos capitales extranjeros, como en el negocio inmobiliario, que pueden retirarse con la rapidez habitual apenas logren concretar alguna ganancia significativa.
Sin suficiente ahorro interno es casi imposible diseñar un cambio estructural productivo. El capital extranjero puede ayudar a la transformación pero siguiendo parámetros, sometiéndose a un encuadre donde se jerarquice el interés del país, sin vulnerar el interés de radicaciones de capital.
También avanzan las inversiones del exterior en hotelería, turismo y en una cadena continua de compra de campos, hoy un segmento muy cotizado dado los altos precios internacionales vigentes.
La política económica actual parece más inclinada a administrar el ciclo internacional favorable antes que fijar normas claras a la inversión en territorio nacional. La preocupación es por la coyuntura, el día a día, no hay un diseño de acción de mediano o largo plazo. En Europa la prédica globalizadora progresa, pero con límites precisos y cuidando los intereses propios.
Fuente: Clarín