Chipre y América Latina
Juan J. Paz y Miño Cepeda
Grecia, Irlanda, Portugal, España y ahora Chipre, han necesitado rescates financieros. La “troika” (Comisión Europea, Banco Central Europeo y FMI) ha sido implacable a la hora de exigir “ajustes”.
El de Chipre ha resultado brutal: cierre de los bancos durante casi dos semanas hasta lograr el “acuerdo” con la troika; impedir a los depositantes sacar de los cajeros más de 300 euros al día y más de 3.000 euros en moneda al mes (aunque se permitirán las transferencias fuera del país para las empresas importadoras); un tope de 5.000 euros en el pago con tarjetas en el exterior; prohibición para cobrar cheques (deberán depositarse en cuentas bancarias); un impuesto del 9,99% para los depósitos que superen los 100.000 euros, y del 6,75% para los otros; subida del impuesto de sociedades al 12,5%; ajuste presupuestario del 4,25% del PIB; y, por supuesto, un plan inmediato de “privatizaciones” de empresas y servicios públicos.
El presidente de Chipre, Nicos Anastasiades, declara: "era la única solución para evitar la bancarrota en el país"; el ministro de Finanzas, Michael Sarris, añadió: “ha sido muy difícil”; y Jeroen Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo, proclamó que en Chipre, “El tamaño del sector bancario es tan grande que hemos tenido que diseñar un programa específico en el que estaba justificado involucrar a los ahorradores”.
El cinismo acompaña a las medidas neoliberales, mientras miles de chipriotas se han lanzado a las calles para reclamar contra el robo del que son víctimas, sin obtener nada más que represión. Después de Grecia, Chipre demuestra, una vez más, que salvar a los bancos privados es la norma inamovible del “capitalismo plutocrático”, sin importar la desastrosa situación en la que queda toda la sociedad.
Los acontecimientos de Chipre reproducen así, y casi al detalle, el camino que siguieron varios países latinoamericanos a fines del siglo XX, como Ecuador, con el “feriado bancario” (marzo, 1999) y Argentina, con el “corralito” (diciembre, 2001).
Sin embargo, es América Latina la región en la que los países con gobiernos identificados con la Nueva Izquierda están entregando al mundo otras experiencias, porque decidieron liquidar al neoliberalismo, abandonar el recetario del FMI, orientar el Estado a favor de los ciudadanos y adoptar políticas económicas para el “buen vivir”, que revirtieron el desastroso camino del pasado inmediato, aunque todavía falta la socialización definitiva de la banca privada.
Publicado en El Telégrafo 2013-04-01
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