Por las venas abiertas de Colombia sangra Latinoamérica.

Recientemente visité Colombia, y luego de observar esa lucha por la vida de su pueblo, contra el neoliberalismo insaciable del uribismo, se hace inevitable pensar que hay en Colombia, una herida abierta por la que sangra hoy Latinoamérica entera. Por aquello que no fue, pero también por la lucha de aquello que aún es posible. Es precisamente en Colombia donde habita el derrotero del sueño nuestroamericano. Allí donde Santander, en nombre de la ley y la norma, echó por tierra el legado de Simón Bolívar, Manuela Sáenz, José de San Martín y tantes otres.

Colombia: un mes de paro y un futuro incierto

No es extraño que la juventud colombiana –cada vez más afectada por la desocupación y la pobreza– sea uno de los sectores más activos en las protestas. Sin embargo, está poco representada en las negociaciones. La estrategia del gobierno, que apuesta a una mezcla de represión y diálogo, ha venido contribuyendo a la erosión de la credibilidad de las instituciones, mientras los actores políticos comienzan a mirar hacia las elecciones presidenciales del próximo año.

“Los colombianos somos muy malitos”

 

Juana, una mujer madura, lleva en su pecho la foto del “Negro”, un tipo joven. Dice que es su marido y que desapareció días después de la toma del Palacio de Justicia, en 1985. “El ejército ocupó ese edificio de la esquina de la plaza y lo transformó en un centro de tortura”, dice. “A él lo secuestraron.” Los dos militaban en el M-19, la organización que tomó la construcción más grande de líneas simples que domina la escena de un conjunto de edificios públicos enormes, construidos con una piedra amarillenta que parece oxidada.

Vocera de la paz

 

Imelda Daza Cotes es economista e impulsó la reforma agraria en Colombia. Fue concejala de izquierda y tuvo que escapar del país por grupos paramilitares que le mandaban coronas de flores para su velorio mientras ella amamantaba a su hija. Estuvo exiliada durante 26 años en Suecia. Y decidió volver a Colombia a la edad de jubilarse. Intentaron asesinarla y, de todos modos, acompañó la implementación del acuerdo de paz entre el gobierno y la guerrilla.

Una oportunidad perdida

 

El resultado del plebiscito colombiano reveló la profundidad de la polarización que, desde el fondo de su historia, caracteriza a la sociedad colombiana. También, la grave crisis de su arcaico sistema político, incapaz de suscitar la participación ciudadana que ante un plebiscito fundacional –¡nada menos que para poner fin a una guerra de más de medio siglo!– apenas si logró que una de cada tres personas habilitadas para votar acudiera a las urnas, una tasa de participación bastante inferior a la habitual en Colombia.