Daniel Azpiazu
“Al maestro, con cariño”
Alguna vez Bertolt Brecht escribió: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”. Y eso fue, precisamente, el querido Daniel Azpiazu, que falleció el pasado 30 de agosto a la corta edad de 63 años: un tipo imprescindible.
En primer lugar, porque es uno de los principales referentes en la lucha contra los pensamientos dominantes y los saberes establecidos. Siempre a partir de la adopción de un enfoque de neto corte heterodoxo, en el que la economía debe necesariamente ser encarada como economía política. Es decir, como una disciplina científica en la que el poder y su desigual distribución entre las distintas clases sociales y fracciones de clase debe constituir uno de los ejes centrales del análisis.
En segundo lugar, por legarnos una obra inmensa en la que sobresale un rigor metodológico impresionante y una notable precisión analítica para esclarecer procesos sumamente complejos, que los diferentes factores de poder siempre intentan ocultar o travestir. En ese marco, una de sus principales contribuciones fueron sus investigaciones sobre los cambios verificados en los sectores dominantes de la Argentina a partir de la última dictadura militar, cuyos resultados se plasmaron en numerosos ámbitos. Entre ellos se destaca el libro El nuevo poder económico en la Argentina de los años ochenta, en coautoría con Eduardo Basualdo y Miguel Khavisse, que a esta altura constituye un clásico de las ciencias sociales. Daniel también analizó la trayectoria del capital extranjero radicado en el país a lo largo de diferentes etapas, la crisis y la reestructuración regresiva fabril a partir de 1976 y las políticas de promoción industrial y sus impactos sobre la estructura y la dinámica de ciertas ramas estratégicas. Asimismo, en pleno auge del neoliberalismo se destacaron sus agudos análisis del nefasto programa de privatizaciones desplegado en la década de 1990. En los últimos años, siempre desde una perspectiva crítica, se abocó a estudiar el comportamiento del sector industrial en la posconvertibilidad y la creciente extranjerización de la estructura económica local.
En tercer lugar, habría que remarcar la vocación y la pasión con las que Daniel formó a numerosos profesionales e investigadores a partir de su desempeño como docente en distintos lugares del país y en calidad de director o tutor de una innumerable cantidad de tesistas y becarios. Quienes tuvimos la suerte de trabajar a su lado admiramos y “sufrimos” a un lector tan detallista que era capaz de leer el índice de un trabajo o los distintos borradores tantas veces como fuera necesario, hasta que quedara “para mandar a barbecho”, como solía decir en señal de aprobación.
En cuarto lugar, cabe destacar su rol protagónico en diversos procesos de construcción institucional. Entre ellos sobresale su activa participación como cofundador y sostén fundamental del Area de Economía y Tecnología de la Flacso, así como en distintas comisiones del Conicet y en la etapa fundacional de la Universidad de General Sarmiento.
En quinto lugar, pero no por eso menos importante, habría que recordar a Daniel por su calidad humana y ética. En un ambiente en el que suele primar la soberbia y la competencia, Daniel era de una humildad y una solidaridad inquebrantables. Siempre te estimulaba y acompañaba en proyectos de tipo laboral y personal, aportando su excelente sentido del humor, su comprensión, sus críticas constructivas y sus consejos.
Se fue un fuera de serie, un imprescindible. Su partida deja un vacío inmenso. Pero también un desafío no menor: recuperar sus legados y darle continuidad a su obra, como Daniel Azpiazu, nuestro maestro, habría querido
Publicado en Realiadad Económica Nº 262 - 16 de agosto de 2011