De esquinas y rebusques. Los jóvenes limpiavidrios de un barrio de la Ciudad de Buenos Aires
Este trabajo forma parte de una investigación más amplia que esta centrada en el estudio de los modos de sobrevivencia adoptados por los sectores informales, segregados o desplazados por el sector 'moderno' de la economía. Este artículo se detiene en el análisis de un segmento específico de ese sector, los jóvenes que limpian los parabrisas de los automóviles en las calles de la Ciudad de Buenos Aires. Para su estudio se optó por el uso de técnicas cualitativas y como producto de ello se obtuvo una primera caracterización de sus practicas laborales, su inserción social y modos de vida adoptados por estos jóvenes.
Este artículo esta organizado del siguiente modo; en el primer apartado, se precisan algunos aspectos vinculados a la metodología utilizada para recabar información sobre los jóvenes limpiavidrios. En segundo lugar, se introduce un panorama respecto de cómo es visualizado, y en consecuencia tratado, este sector de la población por los medios gráficos de comunicación y, en particular, el estado. En el tercer punto, se enumeran los hallazgos surgido como producto del contacto e intercambio con estos jóvenes. Para concluir, se efectúan algunos comentarios sobre este grupo social y su vinculación con el resto de la sociedad.
I. Metodología
En este apartado se describe sucintamente el abordaje metodológico llevado a cabo con el propósito de atender a los interrogantes que dieron origen a este estudio sobre 'limpiavidrios'.
Hay que considerar, ante todo, que el segmento socio-ocupacional de los limpiavidrios comparte con otros estudiados en el marco del proyecto (mendigos, cartoneros, etc.) la particularidad de constituir un universo difícilmente identificable y, por tanto, reconstruible en términos de cantidad de integrantes y localización de los mismos. En este sentido, surgió como una primera incógnita saber cuántos son los limpiavidrios en la ciudad de Buenos Aires. En el orden de las respuestas se encuentran solamente aproximaciones nada rigurosas, producto del tratamiento periodístico de esta cuestión.3 Esto supuso entonces la necesidad de adecuar la estrategia de intervención a la naturaleza del fenómeno. Este tipo de actividad se caracteriza por la alternancia de 'paradas' y horarios que llevan a cabo los jóvenes limpiavidrios. 4 Por lo que se optó por conocer esta forma de 'sobrevivencia laboral' a partir del estudio de algunos integrantes de este grupo social contactándolos en su lugar de trabajo.
De lo anterior se desprende que el conjunto de los entrevistados no constituye una muestra representativa del universo y, por lo tanto, las afirmaciones sostenidas en este artículo están acotadas a las personas entrevistas no pudiéndose generalizar al conjunto de los limpiavidrios. En vistas de esta situación, se decidió utilizar distintas técnicas cualitativas de investigación, a saber, entrevistas individuales, grupo focal y observación no participante. Esto supuso en cada caso la elaboración de las correspondientes guías de pautas que facilitaron y ordenaron, en un primer momento, el trabajo de campo y, posteriormente, el análisis de la información en gabinete.
En primer lugar, se realizaron las entrevistas. En total fueron cinco, cuatro de ellas se llevaron a cabo en una misma 'parada' y la quinta en otra con el propósito que funcione a modo de 'control' respecto de las primeras cuatro. Estas dos paradas están ubicadas en la ciudad de Buenos Aires En paralelo a las entrevistas se llevó a cabo la observación. Esta tenía como objeto describir el modo de organización laboral de la limpieza de vidrios y las estrategias de ofrecimiento del servicio. En especial, a partir del uso de esta técnica, se pudieron conocer aspectos complementarios a los relevados en las entrevistas.
Por último, se llevó a cabo un grupo focal en el que participaron seis personas que -aunque pertenecían también a la primer 'parada'- no habían sido entrevistas con anterioridad. De esta manera, ascendió a once el número de personas con las que se interactuó en el trabajo de campo. Por causa de las circunstancias en que se llevó a cabo -la mesa de un bar cercano al lugar de trabajo de los limpiavidrios- este grupo focal asumió en determinados momentos características propias de una entrevista grupal y en otros permitió cierta dinámica propia de la técnica. En una entrevista grupal se tiende a recuperar las distintas opiniones de los integrantes de un grupo sobre un tópico en particular. En cambio, en un grupo focal, a partir de determinados disparadores (afirmaciones o hechos polémicos, por caso) se abre una instancia de discusión grupal (Grudens-Schuck et al, 2004).
II. Visualización y tratamiento del fenómeno 'limpiavidrios'
Luego de la crisis de finales de 2001 el fenómeno de los 'limpiavidrios', al igual que el de los cartoneros, tomó una mayor notoriedad pública al verse las calles inundadas de grupos de marginales en su mayoría provenientes del Gran Buenos Aires, los que estaban tras la búsqueda de algún ingreso.5
En ese entonces la entrada en escena de los 'limpiavidrios' fue acompañada, al menos, por tres hechos claramente identificables: a) una importante cobertura de los medios de comunicación, b) acciones tendientes a la prohibición de la actividad por parte de organismos estatales en determinadas localidades y c) programas de asistencia social o compensatorios destinados a atender la condición social de los 'limpiavidrios'. Estos aspectos influyen en distinta medida sobre las acciones, elecciones y representaciones sociales de este grupo. Por esto mismo, y antes de dar lugar al estudio de los 'limpiavidrios' como segmento socio-ocupacional segregado, cabe revisarlos aunque más no sea rápidamente. De hecho, una gran parte de la imagen que los jóvenes entrevistados tienen de sí mismos puede ser comprendida en el marco de las interacciones sostenidas con su entorno -incluyendo en este a los medios de comunicación- y otros actores sociales.
Desde los medios de comunicación se contribuyó a instalar cierta mirada sobre los jóvenes limpiavidrios. En gran cantidad de oportunidades, estos hicieron hincapié en la asociación entre limpiavidrios y delito. Esta relación tuvo distintos gradientes según sea el medio de comunicación. En algunos casos, y como parte del propio registro periodístico, se aludió a los 'limpiavidrios' con metáforas como aquellas del tipo "…son como un ejército…armados con esponjas y secadores… se mezclan con rapidez entre los coches y "atacan" los parabrisas desde la parte trasera de los autos…" (Clarín, 2 de junio 2000). En otras ocasiones, y dejando sutilezas a un lado, los medios fueron bastante más contundentes con sus afirmaciones como, por caso, aquel que sostenía que "… se sospecha que en el robo (a una mujer) ayudaron limpiavidrios..." (La voz del Interior, 14 de agosto de 2004) Estas manifestaciones fueron in crescendo en número y contundencia; prueba de ello fueron las declaraciones de un especialista en temas de seguridad urbana quien, en oportunidad de su visita a la ciudad de Córdoba, relacionó a limpiavidrios y a prostitutas con "terroristas urbanos" (La Voz del Interior, 28 de octubre de 2004)6 En realidad, las anteriores manifestaciones aunque fueron citadas a título ilustrativo dan cuenta del tratamiento brindado, en general, por los medios de comunicación a este fenómeno.7
Este 'sentir' de la opinión pública no tardo en concitar la atención de parte de quienes ocupan espacios de responsabilidad pública, en especial, en los gobiernos locales. De una rápida revisión de las políticas adoptadas surge que, en principio, las acciones tendieron a la prohibición de esta actividad laboral y luego, en algunos casos, esas mismas medidas fueron complementadas con programas de asistencia social. De esta manera puede mencionarse que, en el mes de febrero de 2003, se promulga una ordenanza que prohíbe el trabajo de limpiavidrios callejeros en la ciudad de Mar del Plata (La Prensa, 9 de Febrero de 2003). En agosto de 2004, sucede lo mismo la ciudad cordobesa de Villa Carlos Paz. En este caso, dicha prohibición se hace extensiva a malabaristas y promotores que repartan volantes (Clarín, 18 de agosto 2004). En la ciudad de Buenos Aires, según el artículo 42 bis del Código de Convivencia Urbana, la actividad no está reglamentada. Es decir, su ejercicio es ilegal. De hecho, existieron operativos que realizó el Gobierno porteño, la Fiscalía contravencional y la Superintendencia Metropolitana de la Policía Federal (Clarín, 2 de junio 2000). Iniciativas de similar tipo se impulsaron en Olavaria, provincia de Buenos Aires (El día, 19 de Octubre de 2004) y la ciudad de Mendoza (Clarín, 18 de agosto 2004; Cuyonoticias, 5 de julio de 2004). Más allá de cualquier tipo de juicio valorativo que merezcan las medidas antes consignadas, las que de por sí contrarían los derechos humanos, lo cierto es que las mismas trajeron consigo grandes complicaciones para quienes encuentran en esta actividad su único sustento. Estos intentos del estado por cercenar este tipo de prácticas, algo así como una moderna prohibición de la pobreza, tiene sus orígenes en atender un reclamo de las clases medias, del que los medios de comunicación se hicieron eco. En este sentido es que pueden entenderse las columnas de opinión y demás artículos aparecidos en medio gráficos.
En el orden de las acciones compensatorias cabe distinguir a algunas puestas en marcha por esos mismos gobiernos, como resultó ser el programa dirigido a promover la inserción educativa, social y laboral de unos 250 limpiavidrios, implementado por la Municipalidad de Mendoza, Cámaras Empresarias, Gremios, el Gobierno Provincial y del Gobierno Nacional (Cuyonoticias, 31 de agosto de 2004; Clarín, 2 de Septiembre de 2004). 8
En igual sentido, aunque desde el campo de las organizaciones de la sociedad civil, se dispusieron de acciones para mejorar las condiciones de vida de este grupo poblacional. Prueba de ello es el trabajo llevado a cabo por la fundación La Luciérnaga de la ciudad de Córdoba9 que tiene un programa de inserción social de estos jóvenes. Este consta de la comercialización de una revista; a cambio los jóvenes reciben un porcentaje por su venta.10
En cualquier caso, estas experiencias pilotos más allá de sus buenas intenciones y logros nunca se generalizaron y, por ende, no dieron respuesta al conjunto de jóvenes limpiavidrios.
En resumidas cuentas, el anterior racconto permite visualizar, aunque más no sea de un modo general, que la práctica laboral de los limpiavidrios no esta exenta de situaciones en las que prima el desamparo frente a la opinión pública y el estado. Prueba de ello es la estigmatización que sufren estos jóvenes, la que si bien no es objeto de este estudio debe ser considerada debido a sus implicancias cotidianas.11 De alguna manera, en este apartado se intentó delinear -aunque más no se a grandes rasgos- el proceso de constitución social de ese estigma, el que surge a partir del intercambio entre los jóvenes limpiavidrios y su entorno (automovilistas, vecinos, policías, etc.) pero también a partir de la forma en que estos intercambios son transmitidos por los medios de comunicación. Este intercambio es, casi siempre, fugaz; cuestión que no hace otra cosa que reforzar el desconocimiento mutuo a partir del que se apuntalan representaciones incorrectas o, al menos, parciales sobre estos jóvenes. Este hecho, de una gran importancia, surge, y es retomado, en el análisis de la información surgida como producto de las entrevistas.
III. El estudio de los trabajadores 'limpiavidrios': hallazgos surgidos como producto del trabajo de campo
Trayectorias
En términos generales, puede sostenerse que los entrevistados iniciaron sus experiencias laborales muy tempranamente en el marco de muy difíciles condiciones de vida y prosiguieron en condiciones también muy difíciles.
De un primer acercamiento a las trayectorias laborales de estos trabajadores surge una distinción entre aquellos que no accedieron al sistema laboral formal y los que sí. El primer grupo, antes de llegar a ser limpia vidrios callejeros, ejerció la mendicidad, alternada con otras actividades informales como vender estampitas en los colectivos, golosinas o flores en la vía pública, por ejemplo. En cambio, un segundo grupo, si bien por períodos muy cortos, tuvo al menos un pasaje por experiencias de trabajo formales, por ejemplo en una empresa de recolección de residuos, en un supermercado, un frigorífico, etc.
En cuanto a las trayectorias laborales de los más jóvenes, aquellos que siempre estuvieron 'fuera' podríamos hablar de una especie de reconversión dentro de un grupo de actividades económicas. En esta intervienen aspectos como la disposición geográfica -siempre son actividades callejeras- el dinero que obtienen -oscila entre $15 y $20 por día- y el tiempo que le dedican a la actividad -se trata, la mayoría de las veces, de jornadas extensas-. Es decir, es una suerte de reconversión dentro un campo de similares actividades.
En cambio, los no tan jóvenes tienen trayectorias erráticas, en el sentido de que no responden a la idea tradicional de trayectoria laboral. Estuvieron y salieron del mercado de trabajo formal o protegido sin poder volver a ingresar nuevamente. En sus historias laborales, no hay carreras, ni progresos en términos de acceso a mejores puestos o retribuciones, estás últimas dependen más de las oscilaciones de la dinámica económica que del propio desempeño, esfuerzo, saberes y calificaciones. En las conversaciones esto surgió claramente, quien ingresó en un frigorífico como ayudante luego pasó, sin más, a vender pastillas en una esquina o aquel que pasó de limpiavidrios para trabajar en una carnicería (adquiriendo los rudimentos de dicho oficio) para luego volvió a 'caer' en la limpieza de vidrios.
Están, además de las trayectorias laborales, aquellos itinerarios vinculados a los espacios familiares y comunitarios, los que brindan los contextos de significados a partir de los que los propios jóvenes visualizan y entienden sus propias prácticas. Suele ser común -y las entrevistan dan cuenta de ello- ocultar esta actividad a los familiares y miembros del barrio; sobre todo al inicio ya que la informalidad de esta actividad hace que la mayoría de las personas, e incluso ellos mismos, no la valore como un trabajo (prestación de un servicio) sino que la perciba como una variante más de mendigar en la vía pública. En cuanto adquiere aspectos de una práctica laboral -cumplimiento de horarios, relación con otros, obtención de beneficios, etc.- estas primeras miradas suelen comenzar a revertirse. De todos modos, se mantiene cierta reserva al respecto aún cuando el ingreso de esos familiares o vecinos no diste en mucho del conseguido por limpiar vidrios. Persiste aún, quizás como legado de un mundo del trabajo fordista, cierta mirada sobre qué es un buen trabajo y qué no. La actividad que ellos realizan está por debajo de los niveles de legitimidad de aquellas actividades que se desarrollan con algún grado de formalidad en el mercado de trabajo.
Por otro lado, este segundo tipo de recorridos vinculado a la familia y a los vecinos permite reconstruir los mecanismos de acceso a estas actividades. Gran parte de los jóvenes entrevistados comenzaron a limpiar parabrisas en las esquinas visitadas debido a que fueron familiares o amigos del barrio quienes facilitaron el acceso a la actividad, y muchas veces estas personas ya trabajaban allí donde estos serían incorporados.
Descripción de la actividad
De la observación in situ del trabajo de los jóvenes limpiavidrios surgen algunos aspectos a destacar, por ejemplo, suelen trabajar en grupos de 2 o 3 integrantes. Existen al interior de cada grupo estrategias diferenciadas; algunos integrantes intentan llevar a cabo la mayor cantidad de ofrecimientos por cada cambio de luz de semáforo, en cambio, otros prefieren detenerse a 'chamullar' (convencer) a uno o dos automovilistas por cada corte de semáforo. En general, cada grupo suele tener integrantes de ambos perfiles conformando así una estrategia de acción más integral y efectiva en términos de obtención de dinero. Del grupo focal surgió que el hecho de repartirse en las paradas tiene que ver con una estrategia; si son muchos no logran juntar la cantidad de dinero que consideran necesaria. En los hechos, más de tres ya es mucho. Esta situación se resuelve cuando el que tiene más antigüedad en el lugar manda al resto a otra parada o se turnan, mientras unos descansan los otros trabajan.
Las tareas involucradas en el trabajo son relativamente sencillas y fáciles de aprender y no se necesitan más elementos que un balde, un secador y, en algunos casos, un poco de detergente. No obstante, hay ciertos códigos que respetar, no se puede 'cortar el auto'. Es decir, si un joven se acercó a un auto y el otro se pone adelante, hay conflicto. Hay que respetar al integrante del grupo, este respeto se asienta en torno a la antigüedad y a la experiencia en la calle.
"ponele, hay unos cuatro, cinco limpiando vidrios que vienen, eh, que vienen todos los días o por ahí viene más, venían hace una bocha atrás viste, no los podés echar porque ellos laburaban primero" (Grupo Focal).
"ponele que estamos laburando nosotros dos en una parada y yo le digo ese que viene ahí voy yo y él va por ejemplo y me lo corta, y yo me enojo, y le corto otro auto." (Grupo focal).
También hay organización, por ejemplo, una fila cada uno.
"o sino hay tres filas, una fila cada uno va y después nos turnamos en el otro semáforo." (Grupo focal).
Otra cuestión, por la que separan, son los grupos de edades. Los grandes en un semáforo y los chicos en otro.
"los chiquitos de un lado y los grandes de otro. Porque si hay un grande con los chiquitos la gente como que se persigue. Los mandan a los chiquitos…piensan que los mandan a los chiquitos a laburar para los grandes. Claro, que los grandes aprovechan y…o la gente piensa que el grande le saca las monedas al chiquito." (Grupo focal).
"lo que tiene los pibitos es que luquean más. Porque la gente a ellos le dan, le dan, le dan sin limpiar". (Grupo Focal).
Esta organización interna de la tarea suele ser acompañada algunas veces con retoques en la imagen que intentan transmitir a los automovilistas. Es un suerte de autovíctimización, se pretende ser receptores de cierta caridad
"siempre algún chamullo le metés: tiene una moneda para la comida Doña, tengo una hija de dos meses" (Ezequiel, Juan B. Justo).
En otras oportunidades 'imponen' la limpieza del parabrisas de manera directa a los automovilistas
"vengo corriendo, así cuando están distraídos, le paso todo el vidrio, cuando así ya lo estoy secando, o por ahí están de acá así hablando y buscando algo en la cartera...y te dije que no!, ya está muñeca, no te enojes!"(Grupo Focal).
Están quienes ven en este tipo de prácticas a una suerte de modernas emboscadas urbanas. En verdad, y metáforas aparte, puede sostenerse que de este último aspecto se desprende un rasgo particular de este segmento de población informal que lo diferencia de otros como los mendigos de subterráneos o recolectores de cartón. Los jóvenes limpiavidrios "hacen jugar" ese estigma del que se saben portadores en esas pequeñas interacciones que tienen con los automovilistas. Es en esas ocasiones cuando muestran actitudes signadas por distintos grados de violencia, en su mayoría verbal, la que, en ocasiones, suelen acompañar por posturas corporales. Estas manifestaciones casi nunca transgreden esta instancia. Esta suerte de distinción social del limpiavidrios se convierte, en un cambio de semáforo, en un hecho amenazante para el automovilista, ello permite a estos jóvenes acceder a un beneficio monetario.
De todas formas la duración del contacto con los automovilistas, es tan efímera que hace que las partes -la mayoría de las veces- se mantengan en el anonimato, que no sea posible la comunicación entre los actores, que no se establezcan vínculos sociales y que el intercambio muchas veces a causa de ese desconocimiento se torne violento. De hecho, esta actividad guarda una doble condición, por una parte, puede ser pensada como la prestación de un servicio -la limpieza de los parabrisas de los automóviles- mientras que, por la otra, también es visualizada como una invasión a la privacidad de las personas -en este caso, los automovilistas- quienes para negarse a recibir dicha prestación deben hacerlo en forma enfática y rápida para impedir el inicio de dicha limpieza.
Es de destacar, en este sentido, el alto número de rechazos de los automovilistas frente al ofrecimiento de parte de los jóvenes (Anexo I -Cuadro N° 1). Este ronda cifras cercanas al noventa por ciento de los casos, ello suele ser compensado con jornadas de trabajo sumamente prolongadas. En las entrevistas se evidenció que el criterio de cierre de la jornada laboral no esta dado por cumplir con una determinada cantidad de horas sino que, de un modo diferente, se rige por el hecho de alcanzar un monto mínimo de dinero. En algunas pocas situaciones se pudo verificar que los automovilistas realizan 'pagos' sin esperar ofrecimientos ni requerir a cambio la limpieza de sus parabrisas.
Práctica cotidiana
En el espacio en el que los jóvenes limpian los vidrios de los automóviles éstos también sostienen interacciones diarias con otros actores. Estas relaciones oscilan, según sea el actor en cuestión, entre la convivencia, casi podría decirse la cooperación, y el conflicto. En principio, los limpiavidrios se vinculan con vecinos cercanos a sus 'paradas' -principalmente comerciantes-, otros limpiavidrios y el estado, cristalizado principalmente a través de las fuerzas de seguridad, en particular, la policía.
En primer lugar, puede revisarse la relación con los vecinos. De hecho, cuando el puesto de trabajo es portátil (secador y balde) y el establecimiento en que se trabaja es un espacio público (la calle) la relación con los vecinos adquiere una singular importancia. Estos pueden habilitar o interponerse en el desarrollo de las actividades. En esta relación, suele existir una primera etapa de aceptación y conocimiento mutuo. En palabras de un entrevistado,
"…empezamos a conocer la gente ya, la gente ya nos trataba bien. Porque sabían que no... no era... que no éramos quilomberos, que no hacíamos quilombo, nada, no le faltábamos el respeto a nadie. Siempre fuimos educados. Más por eso nos respeta la gente. Sino ya nos empiezan a hablar mal, ya no te dan mucha bola. Directamente ni te saludan…" (Juan, de la calle Dorrego).
En algunos casos, y luego de transitado ese primer momento, se suelen entablar relaciones de cooperación o beneficio compartido.
"…en el barrio nos conocen todos me entendés… tantas veces dejaban los autos ahí, cuando estábamos nosotros nunca los robaban. A nosotros nos echaba la policía venían y los robaban, mirá que casualidad, me entendés. Y la gente a nosotros, la gente no, a nosotros no nos molestaba. Entendés nosotros a la gente menos. Para la gente es mejor que nosotros estemos porque no les robaban nada. Cuando nosotros no estábamos les robaban, me entendés…" (Carlos, de la calle Juan B. Justo)
Este contacto con los vecinos, en ocasiones, permite acceder a otras actividades generadoras de ingresos, tal es el caso de un joven que alterna la limpieza de parabrisas de autos en su parada con la posibilidad de ayudar a fleteros -próximos a la misma- con el traslado de muebles. Por esta última actividad suele recibir más dinero que el obtenido en un día de trabajo en su parada. Otro caso fue el de quien obtuvo un empleo en una carnicería cercana a su parada. Estas oportunidades laborales aunque resultan importantes en la opinión de los entrevistados parecen no ser comunes en el resto del grupo de limpiavidrios.
En segundo lugar, se encuentra la relación que el grupo de limpiavidrios entrevistados mantiene con otros jóvenes también limpiavidrios. Esta es, por decirlo de algún modo, una relación entre supuestos pares donde, en verdad, el 'nosotros' suele convertirse en un 'los otros'. Este aspecto observado casi como una constante dentro de la información recabada en las entrevistas puede también estar asociado al reflejo devuelto por los medios de la propia imagen, aspecto abordado en el anterior apartado. De alguna manera, los pares se presentan como "objetivizados", por acción de los medios, y como se ha visto en este proceso entra la asociación entre práctica laboral y mundo del delito.
"… ¡No! Yo los compañeros que tuve siempre estuvieron legales, limpiando qué sé yo, siempre rebuscándosela. Pero... sí he escuchado pibes que habían robado, qué sé yo. Viste se ponen en una esquina en vez de limpiar vidrios se ponen a robar…" (Juan, de la calle Dorrego)
"…No sé, por ahí algunos van para la, allá atrás, hacen que limpian vidrios y roban…" (Ezequiel, de la calle Juan B. Justo)
"…Viene la policía y te echa pero... como ya nos conocen, ya mucho no nos joden, porque saben que nos portamos bien, no somos zarpamos, nada. Hay muchos que vienen a robar. Así como ves que hay pibes que vienen a limpiar... Se vienen a mandar cagadas y nosotros tratamos que no se las manden nomás…" (Juan, de la calle Juan B. Justo).
"….nosotros venimos acá y necesitamos. Acá necesitamos que... ¿Hay veces que vienen y, y chorean? Sí, sí. Chabones, otros, viste. Nosotros los sacamos cagando. …." (Carlos, de la calle Juan B. Justo)
En realidad, el interés en estos comentarios -más allá de si son verdaderos o falsos- reside en que en tanto percepciones funcionan como un impedimento claro para definir un colectivo que sea algo más amplio que aquel que circunscribe el "nosotros" al compañero de parada.
Esta mirada respecto del par, de algún modo, también es una mirada sobre si mismos y en este aspecto -el de la autopercepción- vale detenerse al menos un momento para observar los resultados obtenidos en el intercambio con los jóvenes limpiavidrios. En este orden de cosas, se observa cierta contradicción, por ejemplo, respecto de la consideración sobre sí la limpieza de parabrisas constituye un trabajo o no. Por un lado, algunos entrevistados sostienen que es un trabajo ya que no es una actividad ilegal como robar. Ellos hacen referencia de manera reitera a su honestidad, que esta marcada justamente por el hecho de haber optado por la alternativa legítima.
"… ¿Si considero que es un trabajo? Y para mí sí es un trabajo porque qué sé yo hay mucha gente que no tiene trabajo y se la rebusca de cualquier cosa. Y para ellos es un trabajo para cada uno, porque si no hacés eso no hacés nada. O te podés poner a hacer cualquier cosa pero... es un trabajo. Para mí es un trabajo, de algo me sirve, antes de salir a hacer cualquier gilada viste, de algo me sirve…" (Juan, de la calle Dorrego)
Mientras que por el otro los entrevistados manifiestan sentir, al mismo tiempo, cierto rechazo o vergüenza. Sus testimonios dejan ver la sensación de pertenecer a un grupo rechazado
"…A lo primero me daba vergüenza, va, los veía a los pibes que hacían monedas... te da vergüenza porque vos estás limpiando y toda la gente te está mirando viste, y te sentís re contra mirado…" (Grupo focal)
"…Sé que a muchos no les gustan, mucho no... no quieren saber nada. ¿Y a vos? Y a mí tampoco me gusta pero... si qué otra cosa voy a hacer. Si tuviera otra oportunidad estaría en otro lado. …" (Juan de la calle Juan B. Justo)
La supuesta contradicción no tiene lugar solamente entre distintos sujetos sino también al interior de cada uno o, al menos, de algunos. La imposibilidad de definir aquello que constituye su principal fuente de recursos como un trabajo puede estar asociada a la legalidad/ilegalidad de la actividad.
"…Si vos vas se la pedís bien, qué sé yo. cerrar todo como si fuera que les vas a robar. Se re persiguen viste, que le vas a robar. Si no hace falta, cuántos hay que andan de traje y roban, no hace falta andar mal vestido. Verdad. Cuánta gente hay que tiene plata y va a robar. Y bueno, cada loco con su tema, cada uno está en su cabeza…"
Ellos identifican que existen determinados signos o características físicas o culturales (como el color de la piel, la manera de vestir, el tipo de trabajo, etc.) que constituyen las marcas a partir de las cuales los demás articulan sus descalificaciones.
A su vez, los jóvenes interpretan que muchas veces las personas los definen negativamente porque no saben diferenciar y se guían por prejuicios, generalizan y no tiene en cuenta la variación real que existe entre los miembros de un mismo grupo. Ellos interpretan que la gente los considera como delincuentes y necesitan luchar contra el sentido común que asocia a la calle o estar en la calle con la delincuencia.
"…Claro, ellos te ven así como cualquiera, como cualquier pibe que está limpiando vidrios. Por eso yo te digo que la policía, la policía tanto la policía como toda la gente que te trata mal así que te ve de otra manera, te ve como todo igual, entendés. Todos los que están limpiando vidrios, los que están cartoneando, los que están haciendo esto son todos delincuentes entendés. Y no es así…" (Juan, de la calle Dorrego)
"…Sí, es un trabajo pero no es común. eh... un trabajo común no es limpiar vidrios, un trabajo común sería trabajar en... Trabajar como la gente, electricista, plomería, albañilería, trabajar en computación. Eh... nosotros acá... te joden mucho la policía y no podés laburar tranquilo, por eso…." (Ezequiel, de la calle Juan B. Justo)
Esto da pie a incorporar en el análisis el tercer actor con el que se vinculan a diario los limpiavidrios, el estado. Todos los entrevistados tenían como principal experiencia de su vínculo con el estado el trato o, mejor dicho, el maltrato que sufren por parte de la policía. Este aspecto aparece en forma reiterada en las distintas charlas sostenidas con los jóvenes entrevistados.
"…lo que pasa es que trabajando de esto tenés problemas. Uno es la policía. Porque acá en Palermo vienen a robar todos los días, cadenitas, carteras, a esos no les dicen nada, los dejan. A nosotros que estamos de la mañana a la noche por ahí te agarran, un decir, con cuarenta pesos que lo hiciste y te lo sacan. A mí más de una vez me lo sacaron…."
"…vengo a laburar a limpiar vidrios. Aparte, para mí lo peor de un trabajo, si yo vengo a joder, si yo vengo puedo laburar. A veces estoy siete, ocho horas ahí parado. A veces no nos quedamos tanto porque te corre la policía cada dos por tres, viste. Te corre y buen." (Carlos, de la calle Juan B. Justo)
De la relación con el estado, y para ser justos con lo sostenido por los entrevistados, también hay que mencionar que gran cantidad de estos manifestaron que sus familiares o allegados y, en algunos casos, ellos mismos habían recibido algún tipo de ayuda a través de programas y planes sociales (Grupo focal). Estas
ayudas, según lo observado, se brindan a través de redes de conocimiento mutuo entre vecinos y/o referentes políticos barriales. De lo anterior surge que el estado se manifiesta 'compensando y reprimiendo' a estos sectores sociales. Esta 'forma de hacer' aunque puede resultar -en una primer lectura- contradictoria cumple la función de contener a los sectores sociales más afectados por la reciente crisis económica de 2001.
En este punto cabe también una reflexión más general sobre el estado y esta tiene que ver con que este ha cumplido un rol de contemporizador de las relaciones sociales en las sociedades modernas más allá de haber favorecido, en ocasiones, a uno u otro sector social. En el caso aquí estudiado, y sobre todo en la interacción de dos sectores sociales claramente diferenciados en cuanto a sus condiciones de vida, el estado esta ausente y ese intercambio vedado en otras esferas de la vida cotidiana tiene lugar en el cambio de luz de un semáforo. Esa 'compensasión y represión' pueden ser pensadas entonces como la imposibilidad de mediar esa interacción de otro modo.
Perspectivas a futuro
En cuanto al futuro, la posibilidad de pensar un proyecto de vida esta asociada fundamentalmente a conseguir un nuevo trabajo y/o a retomar los estudios. En este sentido, y más allá de los cambios sucedidos en los últimos años respecto de la vinculación educación con el mundo del trabajo, la escuela sigue siendo visualizada como un mecanismo de movilidad social ascendente o, al menos, como aquel espacio desde en el que encontrar elementos con los que afrontar de un mejor modo la adversidad.
"... el año que viene me voy a poner las pilas. Voy a ver si engancho un buen laburito, otra cosa y voy, quiero estudiar. Quiero estudiar porque, no es vida, toda la vida no voy a estar limpiando vidrios…" (Juan, de la calle Juan B. Justo)
"…me hubiera servido terminar la secundaria. La secundaria si no tenés ahora no tenés laburo. La primaria no te sirve de nada. La secundaria sí te sirve porque de última entrás en cualquier lado a hacer cualquier cosa, lavar copas, entendés, hacer muchas cosas, pero tenés que hacer…" (Juan, de la calle Dorrego)
Por el lado del trabajo, la posibilidad de proyectarse encuentra mayores inconvenientes quizá este no sea un atributo exclusivo del grupo estudiado sino que se deba a una situación más general de deterioro del mercado de trabajo.
"… ¿Un oficio? La verdad que en eso ya mucho no pienso viste porque si vos te ponés a pensar un oficio tenés que estudiar, tenés que ponerle ganas, ánimo, ya eso se hace de chico ya. Para mí se hace de chico. Ahora no, ya es como que no... muchas ganas no te dan, no tenés fuerza como para decir bueno quiero estudiar esto y lo voy a hacer, entendés. Es como que ya... Te tiran... te tiran muy abajo ya las cosas. (Juan, de la calle Dorrego)…"
"…Sí, el trabajo de mi papá era mejor. Yo lo ayudaba a él (en una quinta), era chico pero lo ayudaba. Lo ayudaba, el me ayudaba, me quería enseñar. Pero él no quería que deje de estudiar tampoco. … me gustaría estar haciendo lo que, por lo menos, me dejó mi papá, ponerme un capital y no estar corriendo de la policía…" (Humberto, de la calle Juan B. Justo)
En distintas ocasiones, los jóvenes entrevistados se manifestaron concientes de la distancia existente entre su actual situación y aquella que se presenta como la deseada. En medio de ambas se vislumbra a la educación y, en alguna medida, al azar como los vínculos naturales entre estas dos situaciones. En realidad, y según los avances logrados por la antropología en este campo, la posibilidad de pensar el futuro en los sectores pobres suele estar bastante restringida debido a que el presente resulta lo suficientemente apremiante como para poder ocupar recursos para pensar el futuro.
IV. Palabras finales
En los hechos, y según se pudo observar, limpiar los parabrisas de automóviles en esquinas céntricas de la ciudad constituye la principal actividad generadora de ingresos para el grupo estudiado de jóvenes. Esta labor requiere de un importante esfuerzo, el que solamente les permite a quienes lo llevan a cabo sobrevivir en condiciones de pobreza. De por sí la actividad guarda las características propias de cualquiera de las del sector informal; tiene escasa o nula productividad respecto del núcleo central de la economía, bajos ingresos, asume -en ocasiones- un carácter ilegal, suele ser relativamente sencilla la entrada y salida de la misma12 , etc.
(Tockman, 2004). De alguna manera, estas afirmaciones pueden ser, sin mediar grandes discusiones, fácilmente aceptadas o, por lo menos, no constituyen parte del debate actual sobre estos sectores sociales.
En este punto del análisis, cabe preguntarse respecto de en qué medida la información recabada habilita la posibilidad de responder a los planteos originales de este estudio y, al mismo tiempo, sumar otros surgidos como producto de este trabajo. En este sentido, cabe preguntarse: ¿De qué manera estas actividades forman parte de recorridos laborales erráticos o la mayoría de las veces truncos? Siendo esto así ¿Se puede hablar de segregación laboral o, en verdad, se trata de espacios socio-laborales marginales con una creciente autonomía del resto de la economía? Esta suerte de independencia de las actividades de sobrevivencia laboral ¿Qué efectos sociales y culturales trae consigo? Por lo visto, el análisis comprende entonces, por una parte, aspectos laborales y económicos pero, por la otra, e igualmente importantes, parecen ser las cuestiones sociales y culturales asociadas a este tipo de actividades.
Del análisis de las entrevistas y del grupo focal surge que mayormente no hay, en el grupo, un recorrido laboral descendente en términos de ingresos o categorías ocupacionales. Hay, en cambio, un iniciarse desde 'muy abajo', situación raramente superada. De hecho, a lo largo del tiempo, se observan cambios de actividades de índole similar, de una misma naturaleza.13 Por caso, no parece existir aquello de la obsolescencia de las propias calificaciones de los limpiavidrios respeto de otros trabajadores. Dichos grupos, puede proponerse a modo de hipótesis de trabajo, no sostienen relaciones ni comparten un mismo mercado. En este sentido, no fueron segregados o desplazados. Este hecho refuerza la conveniencia de pensar en poblaciones excedentarias o, mas precisamente, en términos de, como lo sugirieran autores ya clásicos en la materia, masa marginal. Este concepto refiere a aquellos trabajadores que, de forma creciente, quedan sobrantes respecto de la necesidad de reproducción y ampliación del capital, es decir, pueden ser afuncionales o disfuncionales -según sea el caso- respecto del funcionamiento del conjunto de la economía y sociedad (Nun, 2001).
De su inserción laboral y económica o, de su no inserción, se desprende la situación social en la que se despliega la sobreviviencia de este grupo social. De acuerdo a esto, cabe sostener -a modo de premisa para continuar desarrollando en futuras investigaciones- que: estos jóvenes limpiavidrios no son desplazados, ni segregados, simplemente parecen 'estar de más' y, de ser esto cierto, su situación esta signada fundamentalmente por una transmisión intergeneracional de la pobreza, de padres a hijos, de generación en generación.14 Esta suerte de condena hereditaria está asociada a distintos factores causales, entre estos, cabe mencionar a la segregación residencial (concentración geográfica de pobres en determinados distritos o barrios), la segmentación de los servicios públicos (como, por ejemplo, la existencia de distintas calidades educativas de las escuelas públicas) y la reducción de espacios públicos de intercambio social (siendo una clara manifestación de ello la privatización de lugares de tránsito, de compras y de recreación y esparcimiento) (Katzman, 2000).
En el caso de los jóvenes entrevistados, casi la totalidad de los mismos reside en zonas pobres del Gran Buenos Aires, cuentan con escaso acceso a servicios públicos y dichas prestaciones son de dudosa calidad -esto se evidenció principalmente en el caso de la cobertura por desempleo-, algo similar sucede con sus otros espacios de sociabilidad, casi la mayoría de estos se restringe a su círculo de amistades y familiares más cercanos impidiendo de este modo intercambios 'virtuosos' con otros grupos y sectores sociales. La asociación entre atributos socioculturales y espaciales constituye un mecanismo de los múltiples de los que se vale la exclusión, cerrando las oportunidades de obtener un empleo, interactuar con otros, acceder a ciertos consumos. De contar con algún asidero cierto la anterior descripción invita a pensar que los limpiavidrios, al igual que otros grupos poblacionales, comienzan a quedar involuntariamente a un costado de los comportamientos, valores y expectativas de vida de aquella porción integrada de la sociedad. Hay entonces una línea interpretativa que trasciende las particularidades del grupo social en cuestión y que esta asociada a interrogarse por sus efectos sistémicos, en este sentido, vale interrogarse ¿en qué medida la perpetuación de semejante situación de desigualdad social, de interacciones erráticas y mutuas negaciones, no atentan contra la posibilidad de pensar en una sociedad integrada?
Por último, se puede agregar un comentario más vinculado a la cuestión cultural; su carácter anecdótico no quita su valor heurístico. En algunas de las conversaciones sostenidas, fue necesario asignar un sentido a algunas palabras utilizadas considerando el marco en que fueron empleadas.15 Ese argot suele ser acompañado a su vez de algunos gestos y, aunque parte del mismo es común a otros sectores populares, suele funcionar como vínculo entre pares reforzando el sentido de pertenencia pero, al mismo tiempo, cerrando aún más a este sobre sí mismo.16 De hecho, están quienes sostienen que este uso del lenguaje consolida las subculturas marginales (Lewis, 1961) y situaciones de pobreza estructural. En todo caso, este es otro indicador de una barrera más que comienza a erigirse entre distintos sectores sociales. La cultura de la calle, en la que estos jóvenes encuentran una fuente de prestigio, autoestima e identidad deja de convertirse en un mecanismo de defensa producto de la exclusión para convertirse en un poderoso factor de exclusión para la comunidad en su conjunto (Saraví, 2004).
En resumidas cuentas, y a modo de corolario, ser un trabajador que limpia vidrios de automóviles en la vía pública supone no sólo una forma de supervivencia laboral sino también una situación de postergación económica, social y cultural.
Anexo I
NOTAS:
3 Antes de la crisis de finales de 2001 se contabilizaban cerca de 200 en la ciudad de Buenos Aires (Clarín, 13 de setiembre de 1998). En un informe de la CONAETI-UNICEF se menciona que sólo en la Ciudad de Buenos Aires existen aproximadamente 3500 menores trabajando en la calle, de los cuales cerca del 49% se dedica a la mendicidad de la que una forma es la limpieza de parabrisias (La Nación, 9 Mayo 2004).
4 Parada es la manera en que los jóvenes entrevistados designan al semáforo o grupo de estos en los que trabajan habitualmente.
5 Ninguno de los entrevistados residía en la ciudad de Buenos Aires.
6 Se trata de Carlos Medina, estadounidense director del Manhattan Institute, organismos dedicado a temas de "seguridad urbana" y a la promoción de políticas de tolerancia cero
7 Existen distintos estudios sobre este particular que pueden ser revisados en el caso de interés, como por ejemplo, el texto de Adissi, Grisel.
8 Se puede consultar también http://www.trabajo.gov.ar/left/biblioteca/temas/temas123.htm 9 Para conocer más sobre esta fundación se puede visitar el sitio http://www.laluciernaga.org.ar 10 Esta experiencia recupera aquella iniciada por la Big Issue inglesa
11 En relación a este aspecto cabe recordar que el estigma funciona cuando "un individuo que podría haber sido fácilmente aceptado en un intercambio social corriente posee un rasgo que puede imponerse por la fuerza a nuestra atención y que nos lleva a alejarnos de él cuando lo encontramos" (Goffman, 2001; p. 15)
12 Aunque como bien plantean Feldman y Murmis (2002) "Para iniciar y avanzar en el desarrollo de las actividades del sector informal suele ser imprescindible y gravitante tener la capacidad de movilizar y articular diferentes tipo de recursos".
13 De vender 'mentitas' a repartir 'estampillas de santos' y de allí a limpiar parabrisas de los automóviles 14 Este 'no haber sido desplazado' guarda relación con su falta de participación en el mercado de trabajo 'moderno', cuestión que se evidencio a lo largo de los distintos encuentros sostenidos con los jóvenes limpiavidrios, ellos no conformar el desocupado típico ni incluso el desalentado típico. En este sentido, cabe recordarlo, la historia de la sociología muestra a la claras su intención de establecer relaciones allí donde quizás no las hay, no existen.
15 Por caso, se puede citar palabras como: mandigás (mendigar), luquear (conseguir dinero), raspar (idem anterior), cortar un auto (robar un potencial cliente). etc.
16 Los sinónimos más aceptados de argot son jerga, germanía, caló. La germanía es concretamente el habla de los pícaros y delincuentes en los siglos XVI y XVII pero el Diccionario de la Real Academia extendió esta denominación a todas las épocas. En los siglos XIX y XX, la germanía confunde sus límites con el caló, o el lenguaje de los gitanos.
Bibliografía
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Díaz, C.; Lacombe, E. y López, C. (2002): El Juicio de la Mirada. Incidencia de la mirada social en la construcción y resignificación de los atributos identitarios. Análisis de un caso particular: Los chicos trabajadores de La Luciérnaga. Cordoba, FdDyCS-UNC.
Feldman, S. y Murmis, M. (2002) "Las ocupaciones informales y sus formas de sociabilidad: apicultores, albañiles y feriantes" en, Sociedad y sociabilidad en la Argentina de los 90, Universidad nacional de General Sarmiento, Editorial Biblos.
Goffman, E. (2001): "Estigma. La identidad deteriorada" Buenos Aires, Amorrortu.
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Katzman, R.; Filgueira, E. y Furtado, M. (2000): "Nuevos desafíos para la equidad en Uruguay" en la Revista de la CEPAL, nro. 70 Santiago de Chile, CEPAL
Lewis, O. (1980): Los hijos de Sanchez. Mexico, Joaquín Mortiz.
Nun, J. (2001): Marginalidad y exclusión social. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Ritzer, G. (1993): Teoría Sociológica Contemporánea. Madrid, McGraw-Hill.
Saraví, G. (2004) "Segregación urbana y espacio público: los jóvenes en enclaves de pobreza estructural" en, Revista de la CEPAL 83.
Schütz, A. y Luckmann, T. (1974). Structure of the Life-World. London: Heinemann
Fuente: Revista de Estudios Sobre Cambio Social año VI. Número17-18. Otoño/Invierno 2005