De puño y letra
Ahora resulta que el “padre fundador” del Chile moderno, aquel general visionario al que el Ejército otorgó los más grandes honores, y a quien la derecha quiere honrar con monumentos y calles, no era más que un “hombre tosco”, que estaba entrenado para matar y no para bailar ballet, según confesión del presidente de Renovación Nacional, Carlos Larraín.
Sin duda. Eso lo sabe todo Chile, pero es la primera vez que uno de sus seguidores admite en público que el golpista no fue más que el capataz de un proyecto que ni siquiera conocía y que posiblemente nunca entendió: aquella famosa “revolución capitalista”.
¿Estamos frente a la demolición de los monumentos aun antes de que se construyan?Augusto Pinochet tuvo todo el tiempo del mundo para elaborar su “testamento político”, que vino a ser esa carta elemental que conocimos todos poco antes de la Navidad, en la que se presenta como un padre rígido pero bonachón, que perdona a todos los asesinados, torturados, desaparecidos y exiliados por los dolores de cabeza que le causaron.
Al contrario de lo que dicen algunos políticos de la Concertación, esa carta hay que leerla con atención. Debe ser difundida. Yo la publicaría en un documento, junto con aquel otro testamento político, el de Salvador Allende en la mañana del 11 de septiembre de 1973. El Presidente Allende no tuvo mucho tiempo para elaborar ideas y ordenar reflexiones en esas horas agitadas. Sabiendo que moriría, traicionado, acorralado y bajo intenso fuego en La Moneda, improvisó frente al micrófono de radio Magallanes una pieza política histórica. No sólo eso, Allende además tuvo la sangre fría de explicar a sus partidarios que la resistencia sería inútil, algo que comprendió en el mismo minuto que se enteró de la traición de Pinochet.
O sea, mientras se aprestaba a morir, Allende se preocupó de salvar vidas, las de sus colaboradores en La Moneda, y de los miles que lo escucharon por radio, aquellos que esperaban desarmados alguna respuesta de los “comandos político-militares” de que alardeaban los bravucones de la izquierda. Y luego cumplió su palabra.
Qué miserable se ve hoy el “tosco” frente a Allende. Pinochet mejor que nadie sabía que no había plan alguno, ni armas, ni comandos, ni contingentes capaces de establecer una dictadura del proletariado. El único plan era el de convocar un plebiscito, un plan democrático. Pese a la categoría de “padre fundacional” que le atribuyen hasta algunos intelectuales concertacionistas, el dictador no hace en su carta una sola mención a aquella “obra” tan trascendente. ¿Por qué? Porque a diferencia de muchos otros documentos que se le atribuyen, éste seguramente lo escribió el mismo, e hizo lo de siempre: un pobrísimo intento de justificar la cobardía que marcó toda su vida. Por eso, archívese y publíquese.
Fuente: La Nación / Chile