Hay vida inteligente en las facultades de Economía
Ayer empecé a explicar a mis alumnos de Introducción a la Economía de primer año del Grado de Economía el tema relativo a los mercados de factores, es decir, aquellos en los que se compran y venden los recursos naturales, el trabajo o el capital.
Antes de enseñarles cómo funciona cada uno de ellos les indiqué que la demanda que las empresas hacen de estos factores es una demanda derivada. Uno de los manuales de Economía más conocidos en todo el mundo, el de Paul Samuelson y William Nordhaus, explica esta idea de con estas palabras: "cuando las empresas maximizadoras del beneficio demandan un factor, lo hacen porque éste les permite producir un bien por el que los consumidores están dispuestos a pagar ahora o en el futuro. La demanda del factor se deriva, en definitiva, de las demandas de bienes finales por parte de los consumidores" ( Paul Samuelson y William Nordhaus, Economía, decimotercera edición, McGrawHill, Madrid, página 765).
Los peligros del mundo y las ciencias prohibidas
No hay duda que vivimos en un mundo injusto y peligroso. La “opción racional” que orienta a las ciencias sociales hegemónicas se está convirtiendo, paradójicamente, en opción irracional. El “control de riesgos” nos está llevando a riesgos descontrolados. Modelos y formalizaciones muestran aquí y allá signos entrópicos amenazadores. Las falsas “leyes del mercado libre que por sí sólo se reequilibra”, y cuyas políticas siempre han derivado en graves crisis, nuevamente se ven “disconfirmadas”, y quienes anunciaron que pronto habría de superase la crisis que nos abruma, a poco se vieron obligados a reconocer que la actual crisis es más grave de lo que pensaron y de mayor duración.
La disminución de riesgos y la optimización de utilidades de las mega-empresas y complejos hegemónicos parecen asociarse a la maximización de riesgos y de pérdidas en “el conjunto” de que forman parte. Que esa asociación, correlación o coincidencia muestran una relación de causa a efecto es algo que no puede descartarse. Y sin embargo la relación de causa a efecto entre los intereses y valores de las grandes corporaciones y los graves peligros y problemas del mundo es generalmente descalificada por el pensar científico, y relegada al mundo de la negación o rechazo, que Freud descubrió entre las características del inconsciente, y que también parece darse en el inconsciente de las colectividades científicas y de los complejos militares-empresariales-y-políticos, todos ciegos ante las causas de los peligros del mundo y sordos ante las tragedias humanas, a que se refieren como si fuesen fenómenos naturales en cuya solución están haciendo todo lo que se puede y en que dan por entendido que no se puede hacer más.
QUÉ ES BUENO. QUÉ ES MEJOR. La medida del progreso en economía.
La economía es la disciplina ineludible de los tiempos modernos. Tiene que ver con nuestras vidas de manera hasta abrumadora. Sin embargo, es habitual que apliquemos conceptos parciales, llenos de prejuicios, con información sesgada o equivocada. Esto necesita una cuidadosa explicación.
En realidad, la economía es una ciencia social, donde los valores no están ni pueden estar ausentes, pero a la cual varias generaciones de economistas conservadores han tratado de convertir en una ciencia exacta, revestida por lo tanto de un andamiaje analítico donde las relaciones causa efecto son matemáticas y en consecuencia indiscutibles. O solo modificables si se advierten errores en tales relaciones matemáticas.
En tal intento, los conservadores no pretenden negar los valores y su importancia. Simplemente, toman como dogma la idea que sustenta el trabajo de Adam Smith en el siglo 18. En La Riqueza de las Naciones se sostiene que cada individuo busca su interés personal, pero en el mercado esos intereses se confrontan y equilibran, consiguiendo así la mejor situación general.
Es decir: la economía está por encima de las personas aisladas. Incluso de sus valores y metas, a las cuales subordina. Por lo tanto, podríamos agregar, sería interesante si los seres humanos fuéramos altruistas. Pero si no lo somos, la economía se encarga de condicionarnos, para construir el mejor escenario posible.