El agua en botella
Los consumidores de agua en botella de todo el mundo, gastan por año más de US$ 100.000 millones, creen -a veces erróneamente- que es mucho mejor.
Los consumidores de agua en botella de todo el mundo, gastan por año más de US$ 100.000 millones, creen -a veces erróneamente- que es mucho mejor.
'Incluso en áreas donde existe agua de pozo segura para beber, la demanda en aumento de agua envasada está produciendo basura innecesaria y consumiendo grandes cantidades de energía', asegura un informe de la investigadora Emily Arnold, del Earth Policy Institute (Instituto de Políticas de la Tierra). Aunque en muchos lugares del mundo, incluyendo Europa y EEUU, existen regulaciones para controlar su calidad, el agua en botella puede costar hasta 10.000 veces más. Un galón de agua envasada en EEUU puede llegar a costar hasta más de 10 dólares (o sea, 2,64 dólares por litro), más del doble que la gasolina.
'No se cuestiona que el agua potable limpia y barata sea esencial para la salud de nuestra comunidad global' -afirmó Arnold- 'pero el agua envasada no es la respuesta en el mundo desarrollado, ni es la solución a los problemas de 1.100 millones de personas que carecen de un abastecimiento de agua segura. Ampliando y mejorando el tratamiento de aguas y el saneamiento de los sistemas existentes es más factible proporcionar fuentes seguras y sustentables de agua en el largo plazo'.
Los países miembros de Naciones Unidas acordaron reducir a la mitad la proporción de gente que carece de acceso confiable y duradero al agua potable segura para el año 2015. Para alcanzar esta meta, habría que duplicar los 15 mil millones de dólares destinados cada año al abastecimiento y saneamiento del agua. Mientras que esta cantidad puede parecer enorme, empalidece en comparación a los 100 mil millones estimados como el gasto anual en agua envasada.
El agua potable nos llega a través de una infraestructura que gasta energía de manera económica, mientras que el agua envasada se transporta a distancias a menudo largas a través del territorio nacional, por barco, tren, avión y camiones. Esto implica quemar cantidades masivas de combustibles fósiles.
Por ejemplo, en 2004 sólo una compañía de Helsinki envió 1,4 millones de botellas de agua finlandesa embotellada a 4.345 kilómetros, a la Arabia Saudita. Y aunque el 94 por ciento del agua en botella vendida en EEUU se produce nacionalmente, muchos estadounidenses consumen agua importada de hasta 9.000 kilómetros, como Fiji, y otros lugares lejanos, para satisfacer la demanda de lo que Arnold llama 'agua envasada elegante y exótica'.
El empaquetado del agua utiliza más combustibles fósiles. La mayoría de las botellas de agua se fabrican con terephthalate de polietileno, un plástico derivado del petróleo crudo. 'Solamente la fabricación de botellas para resolver la demanda de los norteamericanos requiere anualmente más de 1,5 millones de barriles de petróleo, tanto como para aprovisionar de combustible a unos 100.000 automóviles de EEUU durante un año', anotó Arnold.
Una vez que se haya vaciado, la botella debe ser desechada. Según el Instituto de Reciclaje de Envases, el 86 por ciento de las botellas plásticas de agua usadas en EEUU se convierten en basura o relleno. La incineración de las botellas usadas genera subproductos tóxicos tales como el gas clorado y ceniza similar a las que contienen los metales pesados que ya causan bastantes problemas en la salud humana y animal. Las botellas de agua enterradas pueden tomar hasta 1.000 años para biodegradarse.
Por todo el mundo, se utilizan cada año unas 2,7 millones de toneladas de plástico para embotellar agua. De las botellas recolectadas para reciclar en 2004, EEUU exportó gruesamente el 40 por ciento a destinos tan lejanos como China, requiriendo con todo más combustible fósil.
Mientras tanto, las comunidades donde se origina el agua arriesgan que el flujo de sus fuentes quede seco. Más de cincuenta aldeas indias se han quejado de escasez de agua después que los embotelladores comenzaran a extraerles el agua para su venta bajo la etiqueta de Dasani, corporación de Coca Cola. Similares problemas se han conocido en Texas y en la región de los Grandes Lagos de Norteamérica, donde los granjeros, pescadores y otros que dependen del agua para su sustento están sufriendo con la extracción concentrada del líquido mientras que su agua de mesa escasea rápidamente.
Si los norteamericanos tienen el mayor consumo de agua en botella per capita, el crecimiento colectivo más rápido de la consumición radica en las poblaciones gigantes de México, la India y China. En su totalidad, el consumo de agua en botella en la India aumentó al triple a partir de 1999 hasta 2004, mientras que China lo ha más que doblado.
Mientras aumentan los beneficios de las sociedades privadas que venden más de 100 mil millones de dólares por año en agua envasada de calidad cuestionable, una regulación libre y más eficiente de los sistemas municipales permitiría poner en ejecución una distribución de agua potable segura para toda la gente del mundo por una fracción pequeña del precio.
Actualización de Abid Aslam
Las historias del consumidor son un ingrediente importante en la dieta de los medios de comunicación. Este artículo alcanzó cobertura en numerosas radioemisoras públicas y apareció en sitios del cyber espacio. Quizás lo que atrapó las imaginaciones fue nuestra afinidad con el tema: aparentemente, el cuerpo humano y la superficie de nuestro planeta se componen sobre todo de agua y sin ella, falleceríamos.
En ningún caso, la mayoría de los enfoques privilegió como fuente el papel de los investigadores de Washington -la sede de los “think tank” medioambientales-, centrándose principalmente en los intereses del consumidor (precio, pruebas y consecuencias para la salud humana del agua envasada). Cuando decidí escribir sobre el tema quise emplazar al Instituto de Políticas Medioambientales (EPI, en inglés), que apenas encontró “bonito” lo que hice, aportando un mínimo de contexto y antecedentes. Sin embargo, gran parte de la atención del lector también se centró en los aspectos ambientales y reguladores.
La información adicional sobre esta cuestión se puede obtener del EPI, un anfitrión de los grupos ambientales y del consumidor, y de las agencias gubernamentales relevantes: para el agua corriente, la Agencia de Protección del Medio Ambiente de EEUU; y para el agua en botella, la Administración Federal de Alimentos y Drogas (FDA, en inglés).
Merecen mucho más atención las diferentes maneras en que operan estos reguladores (en los hechos son reguladores, en general) y su estructura y financiamiento, al igual que el resultado de una protección desigual de los ciudadanos.
Numerosas otras cuestiones tocadas en el artículo merecen un examen adicional. ¿Habría disposición a mejorar y reciclar las preocupaciones de la investigación concerniente a los recursos que se consumen para librarse de las botellas de agua vacías? Si los sistemas públicos de agua pueden entregar un producto más fiable a más personas a un costo más bajo, ¿cuándo el informe de EPI dirá, entonces, cuáles son los obstáculos a la inversión requerida en EEUU y en los países pobres? y ¿cómo los ciudadanos de aquí y allá superarían esos obstáculos?
A algunos lectores o a ciertos guardianes de contenido de los medios de comunicación, cualquiera de estas preguntas pueden parecerles esotéricas. Entonces, de nuevo, todos bebemos la pócima.
*Traducción de Ernesto Carmona
Fuente: Argenpress