“El autor intelectual de lo que pasa en la región es el neoliberalismo”
Pabel Muñoz es legislador de Revolución Ciudadana en Ecuador y fue funcionario en el gobierno de Rafael Correa. En medio de una fuerte crisis en Ecuador y en varios puntos de Latinoamérica, Muñoz habla de la situación que traviesa su país y de la región.
¿Cómo vive Ecuador los primeros días post conflicto?
Me parece que hay una tensa calma, porque el motivo central de las protestas en Ecuador, no ha desaparecido del todo. El motivo central es el paquete que fue comprometido con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para desembolsar 4200 millones de dólares. Lo que detonó las movilizaciones fue la eliminación del subsidio a los combustibles, pero hay otras cuestiones que siguen presentes. Está presente el cambio de normativa sobre el Banco Central del Ecuador, para lo cual va a ser autónomo, está presente la reforma laboral que todavía no la han presentado y, sobre todo, sigue vigente la idea de desarrollar una economía funcional a los intereses del gran capital, sobre todo al financiero. Y en tanto eso siga estando presente, hay una tensa calma. Me parece, también, que la sociedad quedó muy asustada desde las protestas y, tal vez, no está con un espíritu para que las movilizaciones nuevamente aparezcan, pero el gobierno no ha quitado del tapete su agenda de ajuste económico. Por lo tanto, creo que ese escenario es el mejor describe la realidad de hoy.
¿El único resultado inmediato de las protestas fue haber retraído solamente la suba del precio del combustible?
Sí, y tanto es así que esta última medida no ha sido quitada del todo. De hecho, hay dos miradas sobre el acuerdo: el movimiento indígena tiene la lectura de eliminar la decisión de quitar el subsidio a los combustibles, mientras que el gobierno tiene la lectura de que lo suspendieron por un momento, mientras que encuentren un mecanismo adecuado de focalización. Es una postura necia por parte del gobierno y de determinados actores de la Asamblea Nacional, porque una de las propuestas del sector social que se manifestó, particularmente del movimiento indígena, era que el acuerdo con el FMI pase por un dictamen de la Corte Constitucional de acuerdo a la Constitución, y que se habilite su discusión en la Asamblea Nacional. Mi bancada presentó la iniciativa de una resolución para pedirle al gobierno que, efectivamente, el acuerdo pasara por la Asamblea. Sin embargo, no tuvo los apoyos necesarios. Por lo tanto, vuelve la clase política a desentonarse, y no logra tener sintonía con lo que quiere la sociedad. Gran parte de la sociedad se quedaría mucho más tranquila si el acuerdo es discutido en la Asamblea Nacional.
¿Cuál fue rol de los medios de comunicación, tanto hegemónicos como alternativos, durante el conflicto? ¿Cómo actuaron las noticias falsas?
Hay dos cuestiones que son las dos caras de una misma moneda: la parte ingrata tiene que ver con verificar que los medios de comunicación tradicionales tuvieron, desde mi punto de vista, la peor actuación de su historia. De hecho, circuló un video de un reportero muy conocido que, ante hechos similares en el año 2005 cuando se da la salida del ex presidente Gutierrez, relató aquellas protestas en un tono épico. Mientras que ahora, ese mismo presentador, tiene posiciones descalificadoras de las protestas porque metieron todo en un mismo saco, diciendo que los reclamos no eran legítimos. Y eso, dejó ver la cara negativa de los medios de comunicación.
La otra cara de la moneda, la parte positiva, la pusieron los medios comunitarios y las plataformas ciudadanas, muchas de ellas impulsadas por jóvenes formados en el ámbito de la comunicación, pero sin acceso a los grandes medios y críticos de los grandes medios. Rescataría el rol de algunas plataformas como Voces, Colectivoz, Ruta Krítica, Radio La Calle, Wambra, que son todas plataformas desconectadas de los grandes medios de comunicación. Y además se dio una cosa novedosa: al término de las movilizaciones, estos medios empezaron a recibir pronunciamientos descalificadores de las autoridades, particularmente de la Ministra de Gobierno. Lo cual, desde mi punto de vista, es otro error político. No sólo presenciaron muertes, heridos, sino que ahora son los perseguidos. Y los perseguidos, da la sensación, que provienen de las filas de nuestra organización política, Revolución Ciudadana, de las filas del movimiento indígena, y también de las plataformas alternativas de comunicación.
Fue así, que los grandes medios quedaron catalogados como los medios que no querían cubrir lo que estaba pasando. Te quedabas a medias con la verdad, con las fake news, con las fotos que se publicaban pero que eran del pasado. También rescato la lógica de los ciudadanos, que se repite mucho, y que se está viendo también en Chile: el ciudadano reportero, filmando violaciones a los derechos humanos, agresiones, abusos de parte de la policía.
En Internet circularon videos donde podía verse un enfrentamiento entre el ejército y la policía. ¿A qué responde este conflicto?
Yo sostengo que Ecuador y Argentina, en este momento, son muy parecidos en muchos elementos de la política: en el discurso, en la presentación de los actores políticos, lo que fue el kirchnerismo, lo que fue Revolución Ciudadana. Son todos elementos muy parecidos. Pero también hay dos o tres características estructurales que son claramente diferenciadoras. Una puede ser la estructuración de un Estado federal para el caso argentino, y un Estado unitario para el caso ecuatoriano; y el otro elemento es el rol que tuvieron las dictaduras en los años 70. Mientras a las dictaduras del Cono Sur las conocemos como aquellas horrorosas experiencias con mucha violencia de por medio, desapariciones, asesinatos, violaciones a los derechos humanos; en el caso de Ecuador, no. Las dos dictaduras, en los años 60 y 70, fueron dictaduras que más bien han sido catalogadas como progresistas. En ambas se hicieron reformas agrarias, por poner un ejemplo. Entonces, no tenemos una historia de violencia por parte de las fuerzas armadas, como sí pudo suceder en Argentina. El segundo elemento que es importante, es la composición, el estrato social de las fuerzas armadas, particularmente la fuerza terrestre. Y es un estrato popular, incluso, mucha gente proviene de familias indígenas. Y este factor, según los especialistas en el tema, es un factor que ha sido uno de los que ha impedido la represión a la sociedad civil. Entonces, ahí están los dos elementos: unas fuerzas armadas progresistas con una visión nacionalista, y una composición de extracto popular.
Lo que sí es llamativo en el caso ecuatoriano es el rol de la policía. Tanto en una situación lamentable para la historia de nuestro país como fue la del 30 de septiembre de 2010, el famoso 30S, como ahora, se pudo ver una policía poseída. Una violencia brutal contra los manifestantes con capítulos que remarcaban esa violencia: policías pasando sus motocicletas sobre algunos manifestantes, persiguiendo jóvenes (de los cuales, dos cayeron de un puente), disparos a quemarropa, bombas lacrimógenas, chicos y chicas que perdieron sus ojos.
¿Y esa actitud violenta a qué puede atribuirse?
Eso deberíamos analizarlo. ¿Qué hay detrás de la formación policial, están tratando temas vinculados a los derechos humanos? ¿Tienen apoyo psicológico después de atravesar situaciones complejas? ¿Cómo se estructura la academia de policía? Hay todo un gran tema de estudios que amerita nuestra atención.
¿Cuál ha sido el rol de Revolución Ciudadana y cómo será en la resolución de esta crisis?
Creo que es el rol más estable, ya que algunos partidos, entre ellos por ejemplo, el brazo político del movimiento indígena, el Partido Pachakutik, cambió completamente de discurso. Un discurso que era muy conservador, que parecía la derecha de la derecha, pero no del movimiento indígena, sino de su brazo político. Por otro lado, el Partido Social Cristiano, a pesar de que venía dando muestras de una estrategia política de cara a las próximas elecciones, yo creo que habían ablandado su postura, pero sorprendió dejando ver un discurso profundamente conservador, regionalista y racista que me parece que también le pasa factura. El movimiento indígena, después de la década del 90, sobre todo en los años de la Revolución Ciudadana, no había tenido manifestaciones así de fuertes. Con lo cual, no es que sea un actor que no tenga fuerza para movilizarse, pero no se le había visto desplegar esa fuerza tanto como ahora, porque claramente ahora se instaló una agenda neoliberal.
Insisto, sería un error querer ubicar las explicaciones de las protestas solamente en la última decisión que tomó el presidente con la eliminación de los subsidios. El malestar se venía acumulando desde el inicio del gobierno de Lenin Moreno. Si pudiéramos ver el gobierno en episodios tendríamos a Moreno cuando se reunió con los banqueros y dijo que a los que estaba odiando eran a los que votaron por él, a Moreno cuando se reunión con los medios de comunicación, a Moreno cuando eliminó el dinero electrónico y favoreció a la banca, a Moreno cuando no tuvo un pronunciamiento claro sobre lo que se llamó “cobros indebidos de la banca” (que eran los débitos que le hacían a los clientes de un banco por servicios no financieros sin autorización de los clientes), a Moreno cuando despidieron a 23000 trabajadores del sector público.
Entonces, por distintas causas todos tenían elementos que venían acumulando en estos dos años y medio, y lo lanzaron. En este sentido, sorprendió la posición del movimiento indígena y del movimiento estudiantil, pero la fuerza política más estable fue la nuestra, porque tuvimos un discurso de oposición desde el primer día, al menos desde que se da la ruptura. Y la ruptura entre Revolución Ciudadana y Lenín Moreno se da porque comenzó a despegarse del programa de gobierno. Las críticas se dan porque se ha entregado a la derecha, porque entregó el manejo de la economía a los sectores corporativos y al gran capital.
Por eso, hoy estamos primeros en la lista de los perseguidos, porque fuimos la primera oposición democrática de este gobierno. Es lamentable saber que tenemos muertos, heridos y perseguidos. Después de las movilizaciones, y esto debería llamar la atención en cualquier parte del mundo, tenemos un asambleísta preso, la prefecta de Pichincha por Revolución Popular presa, y cuatro asambleístas pidiendo asilo en la Embajada de México. Si eso no llama la atención de un orden democrático, significa que estamos muy mal. ¿Qué clase de orden democrático es este?
Al mismo tiempo, parte del movimiento indígena criticó el rol de Revolución Ciudadana y los acusó de querer capitalizar políticamente las manifestaciones…
Nosotros no teníamos necesidad de capitalizar nada de lo que estaba pasando, ya que no fuimos una oposición advenediza que apareció en ese momento. Si tu rastreas nuestras declaraciones durante estos últimos años, siempre vas a encontrar el mismo discurso: el Presidente Moreno se alejó de su programa de gobierno, el Presidente Moreno se entregó a las élites, el Presidente Moreno entregó el manejo de la economía al FMI. Con lo cual, no teníamos necesidad de aparecer, como lo hicieron algunas fuerzas políticas, para pescar a río revuelto en esta situación.
Además, hay un segundo elemento. La derecha ecuatoriana ha sido muy exitosa en una tesis: la “descorreización”. Por lo tanto, intuyo que una de las primeras cosas que le planteó el gobierno al movimiento indígena para generar un primer acercamiento fue “critiquemos todo lo que diga Rafael Correa”. Es decir, me parece que determinada dirigencia creyó que eso era lo adecuado. Sin embargo, la dirigencia indígena tuvo de a ratos, dos posiciones: en una, denunciaron que había infiltrados en las marchas que generaban actos vandálicos, y en otra, dijeron que estos infiltrados eran “correístas”. Entonces, el gobierno construye un relato: actos vandálicos, desestabilización y los que están detrás de esto son Correa y Maduro. Es un discurso hollywoodesco.
Los conflictos en Chile han tomado la agenda mediática y han desplazado la crisis ecuatoriana. ¿Cómo analiza el contexto regional de los últimos días?
Estas semanas fueron muy movidas. Suma a lo de Chile y Ecuador, lo de Cataluña y lo de Colombia. Si tratamos de buscar rasgos similares en todas estas manifestaciones, yo creo que encontramos dos que se repiten: uno es la crítica a un capitalismo que concentra riqueza y empobrece a las mayorías, y el otro, es la crítica a una democracia que es de papel, que ni representa ni escucha. Tanto en Chile como en Ecuador, se cumplen ambas condiciones. El autor intelectual de lo que está pasando en nuestros países es el neoliberalismo, y quienes ejecutan esas medidas son los gobiernos. En el caso ecuatoriano es el acuerdo con el FMI el que desata el conficto.
¿Qué futuro le espera a la región frente a los resultados electores de Bolivia y Argentina?
Para responderte, es preciso mirar a la región en un período más largo. Yo lo miraría desde las transiciones a la democracia que comienzan en los años 80, es decir, ya contamos con casi 40 años de regímenes democráticos. Y en esos 40 años podemos encontrar tres grandes momentos: un primer momento donde la crisis de la deuda alinea a toda la región en un modelo neoliberal, un segundo momento entre 2005 (en esa famosa reunión en Mar del Plata del No al Alca) y el 2015, cuando surge una década progresista en América Latina. Década que tiene muchos logros en términos sociales, y por eso, sus dirigentes fueron atacados con diferentes armas, tales como las acusaciones de corrupción o la judicialización de la política como ocurrió en Ecuador, en Brasil, en Bolivia y en Argentina. Por último, solo el tiempo dirá si estamos inaugurando una nueva etapa. Por eso, creo que Argentina es para Ecuador como un “volver al futuro”, ya que está viviendo dos años anticipado. Creo que en el caso ecuatoriano también vamos a vivir algo similar a lo que están viviendo ustedes. Por lo cual, celebro que gobiernos nacional y populares puedan llegar al poder, ya que han demostrado con hechos concretos que ese tipo de política, sino es la ideal, por lo menos es una opción mucho mejor a las políticas neoliberales que hoy acechan a nuestra región.
Revista PPV - 31 de octubre de 2019