El crecimiento de la participación. Fortalecer al FA para mejorar la acción de gobierno
Desde hace varios meses recibo cartas con comentarios acerca de estos artículos que se publican los lunes en LA REPUBLICA. Cartas en las que se registran mensajes de apoyo y otras en las que se señalan discrepancias o dudas. Aunque casi no es necesario decirlo, todas estas cartas resultan de interés y parecen insinuar diálogos que son imprescindibles.
Correspondencia recibida
La semana pasada, en un pequeño recuadro, pasé revista a un conjunto de actividades del Frente Amplio a desarrollar en los próximos meses. Entre otras, la convocatoria a un Congreso de Comités de Base para el mes de julio. Titulé el recuadro "El Frente Amplio en efervescencia". Llovieron críticas. Varios amigos dijeron no percibir tal ebullición. Algunos, según escribieron, ven al FA como "un apéndice malhumorado del gobierno", y otros dicen que los compañeros "perdieron la costumbre de discutir de política".
En el recuadro aludido, más que una descripción de la realidad, hice un pronóstico, una declaración de aspiraciones. Ese FA analítico y movilizado es el que queremos. Es cierto que todas las actividades programadas podrían resultar un fiasco, pero desde las fuerzas con las que contamos haremos lo posible para que sean instancias democráticas destinadas a fortalecer al FA para mejorar la acción del gobierno.
El ataque a las organizaciones sociales
La sociedad capitalista tiende al aislamiento de los individuos. Sobre todo a los hombres y mujeres de las clases trabajadoras. El objetivo es que cada uno 'negocie' individualmente su inclusión en la sociedad. Sin gremios ni oficios ni asociaciones comunitarias ni leyes sociales que puedan ejercer contrapeso.
Todo proceso de organización sindical, cultural, barrial o política- es una construcción voluntaria, un acto de militancia que se hace venciendo la presión que la sociedad ejerce para que 'cada cual se ocupe de lo suyo'.
El aislamiento de los individuos que pertenecen a las clases explotadas acentúa su sensación de impotencia. Las ideas que encuentran campo propicio para enraizarse en un colectivo humano y generar acciones y emprendimientos, parecen insensateces analizadas en soledad, desde una óptica puramente individual. Por eso, todo decaimiento de "lo organizado" favorece a las clases política y económicamente dominantes.
Así ocurrió entre nosotros. La nuestra es una sociedad que ya tenía altos niveles de autoorganización en los años 50 y principios de los 60. También leyes avanzadas. La presión compulsiva hacia la disgregación (personal, familiar) se ejerció durante decenios bajo las formas y con los contenidos del autoritarismo civil (Pacheco-Bordaberry) y militar (Gregorio Alvarez, Cristi, Medina).
Hacer retroceder al Estado de toda función social, de eso se ocuparon no solo los militares, también los señores Lacalle, Sanguinetti y Batlle. El Estado mínimo, la desregulación y las privatizaciones fueron la consigna. Desde el gobierno llamaron a los empresarios a enriquecerse. Y a los trabajadores a resignarse. Conformarse con los bajos salarios, a los empleos precarios, a la desocupación, al despojo cultural.
Como factor latente de disuasión y desmoralización, alentaron también la impunidad. Sobre los delitos de la dictadura y sobre los posteriores, como ocurrió con los secuestradores de Eugenio Berríos o con la aplicación de torturas en democracia.
Nuevo cuadro de situación por el triunfo de la izquierda
La sociedad uruguaya, además de asociaciones civiles y gremiales, culturales y barriales ha tenido un instrumento político propio: el Frente Amplio, coalición de partidos y movimiento organizado. Y el FA, como propuesta electoral, fue la canalización masiva y mayoritaria del pueblo uruguayo frente a las políticas neoliberales.
El FA en el gobierno es un programa que cumplir. Y una parte sustantiva de ese programa es el crecimiento de la participación. A ese objetivo de fondo han respondido las iniciativas del gobierno destinadas a fortalecer los Consejos de Salarios y garantizar el derecho a la sindicalización a través de la Ley.
En el mismo sentido, un paso gigantesco en este terreno ha sido el desarrollo de una política de derechos humanos destinada a terminar con la nefasta sobrevivencia de la impunidad. Este es probablemente el punto más alto de toda la gestión de gobierno. El proceso está lejos de estar terminado. La participación democrática es una línea de acción que debemos seguir estimulando en las nuevas condiciones creadas por la conquista del gobierno. En ese terreno se viene discutiendo, desde hace ya algunos meses, las relaciones del gobierno con el FA como partido.
Gobernar para el cambio y sus obstáculos
Gobernar entraña una acción cuyos efectos se sustancian a través del Estado. Como sabemos, la acción de gobierno que ejerce un partido de izquierda se enfrenta a una serie de contrapesos que nacen en los llamados poderes fácticos: el poder de los que manejan el dinero, la tierra o las grandes empresas nacionales o extranjeras. El poder de los que controlan medios de comunicación y el poder de la burocracia estatal y política. Ninguno de esos poderes cree en lágrimas ni se conmueve fácilmente.
Como país dependiente y subdesarrollado que somos sufrimos, como todos los de América Latina, las presiones avasalladoras de la diplomacia de los Estados, especialmente el Norteamericano y de las Empresas transnacionales del mundo desarrollado y rico.
Un episodio reciente resulta ilustrativo: las violentas reacciones que han surgido en España ante la nacionalización de los hidrocarburos decidida por el gobierno legítimo y democrático de Evo Morales. Una insólita unanimidad unifica a los españoles contra Morales. Es que, hasta ahora, el 'subsidio boliviano', el aporte gigantesco de los mineros y campesinos más pobres y explotados del continente, ha resultado muy provechoso a los europeos.
Las propuestas de integración
Las circunstancias regionales y latinoamericanas han puesto en la orden del día la cuestión de la integración, tema acerca del cual coexisten en el FA varias opiniones, sin que se haya saldado que es lo que tienen de antagónico entre sí.
Hasta ahora, para el FA el problema de la integración del Uruguay al mundo se ha visto sobre la premisa que nos encontramos en un período signado por una más agresiva acción del imperialismo en el mundo, el auge de las políticas de concentración de la riqueza y de crecimiento de la brecha entre los países ricos y los países pobres.
Más que la vidriosa posibilidad de un TLC con los EEUU, para nosotros la línea de acción más favorable para nuestro desarrollo es la integración dentro de los países de nuestra región. En un Mercosur ampliado y con el acento puesto en lo productivo, lo solidario y el rescate de nuestra identidad como latinoamericanos.
Un proceso de integración regional que no se limite, como se pretendió durante los gobiernos anteriores, a crear un territorio propicio para la expansión de los monopolios transnacionales, manteniéndonos en los parámetros de una economía dependiente, basada, en gran medida, en el monocultivo agropecuario.
El FA ha impulsado un proceso de integración no limitado a los países que suscribieron inicialmente el Tratado de Asunción sino que debiera seguir ampliándose, con el fortalecimiento de las relaciones con Cuba y Venezuela.
En los próximos meses, el país tendrá que definirse ante las propuestas de intensificación y estrechamiento de las relaciones de Uruguay con los EE.UU. Pensamos que en análisis de esa perspectiva será fundamental tomar en cuenta:
1- Las contrapartidas y exigencias que la gran potencia ensayará de imponer que puedan resultar contrarias a nuestra soberanía, a nuestros intereses como nación y al desarrollo del proyecto de país productivo como camino para la mejora de la calidad de vida de los uruguayos.
2- Las repercusiones negativas que cualquier paso en el terreno del acercamiento con los EEUU pueda suscitar en el ámbito para Uruguay prioritario de los países del MERCOSUR.
3- La inevitable incorporación del hecho que la administración norteamericana está desarrollando una línea de acción a largo plazo destinada a obstaculizar los procesos de integración regional y el mantenimiento de la balcanización de América Latina que históricamente nos ha debilitado.
Tomado de La República, 8/05/2006.