El dilema de 2019

Horacio Rovelli


Tanto el derrocamiento de Perón en 1955 como el de Illia en 1966 lo propiciaron el capital financiero internacional y los sectores más reaccionarios de la oligarquía terrateniente asociada a empresas trasnacionales, fundamentalmente del petróleo y de los laboratorios medicinales, independientemente que para destituir a Perón se necesitó de la base política del radicalismo y de la iglesia católica y, para apoyar el golpe de Onganía, la complicidad de los sectores medios que se creyeron que se podía constituir un país “moderno”[1] y de la burocracia sindical encabezada por Augusto T. Vandor [2].

Unos por imbecilidad y otros por intencionalidad, lo cierto es que dos gobiernos que con sus limitaciones y carencias defendían el mercado interno y la producción nacional fueron desgastados por la oposición y su prédica constante de que no podemos aislarnos del mundo. Por supuesto, el mundo era funcional a lo que los grandes capitales precisaban de nosotros, aceptar pasivamente las reglas del mercado que requieren de nuestra producción energética de base extractiva, desde el mismo sector hidrocarburífero y minero, al agro y las manufacturas de origen agropecuario con destino a la exportación.

Lo que no dicen es que con toda la furia ese sector no representa más de una cuarta parte de la economía del país y un octavo de su mano de obra, con lo que al imponerse el modelo neoliberal lo que hacen es generar una expulsión permanente de trabajadores y con ello acrecientan la marginalidad y el desamparo, azuzando una guerra entre pobres.

 


El derrocamiento de Perón en 1955


El derrocamiento de Illia en 1966

Absurdamente las medidas adoptadas por el gobierno de Cambiemos no difieren de la propuesta central del llamado “Plan Prebisch”, aplicado por la dictadura de Aramburu y Rojas en 1956, a la vez que se incorporaba la Argentina al FMI.  Esto es:

  • Se suprimieron los controles de cambio y la comercialización de exportaciones con intervención estatal.
  • Se aplicaron fuertes devaluaciones que beneficiaron a los sectores agrarios más concentrados e hicieron caer el salario real
  • Los salarios fueron congelados, frente a una inflación creciente.
  • Se suprimieron todos los subsidios dirigidos al consumo de los sectores populares.

Las consecuencias tampoco se hicieron esperar.

  • Se estancó la producción industrial.
  • Se provocó una importante transferencia de ingresos hacia el sector agropecuario y financiero.
  • La balanza comercial dio saldos deficitarios.
  • La inflación se descontroló.

En el caso de la llamada Revolución Argentina, diez años más tarde hubo un intento primero patrocinado por los Alsogaray (Álvaro y Julio) de que exista una burguesía agro-industrial pero, en el marco represivo dirigido por el general Onganía y la fracción Azul del ejército, que cerró el Congreso de la Nación y los provinciales, la prensa de izquierda y peronista, intervino las universidades, quemó libros, disolvió los partidos y prohibió toda actividad política, limitó severamente ese intento. En Córdoba la gente sale a la calle en protesta y la policía mata al obrero de día y estudiante de noche Santiago Pampillón, el 12 de septiembre de 1966. En agosto de ese año cierran 14 ingenios en Tucumán, hay 55.000 desocupados, 200.000 migrantes, con una represión feroz tratan de frenar el descontento y la movilización y la policía de la provincia mata a Hilda Guerrero de Molina, compañera de un desocupado por el cierre del Ingenio Amalia, en enero de 1967. Continuaron con la ejecución de planes de racionalización del personal en los ferrocarriles y en los puertos y con la represión a cualquier muestra de disconformidad.

En ese marco termina imponiéndose la visión de las grandes corporaciones internacionales con el nuevo ministro Adalbert Krieger Vasena, que asume en diciembre de 1966.

El plan es muy similar al que ejecuta el gobierno de Cambiemos:

  • reducción del gasto público,
  • suba de las tarifas de servicios públicos,
  • contracción monetaria,
  • toma de préstamos externos,
  • apertura económica y
  • liberalización financiera.

 


Krieger Vasena por Lorenzo Amengual. Semanario CGT, 1968.

A lo que Krieger Vasena le agregó, siendo una característica propia y superior a los límites del gobierno de Cambiemos, una devaluación compensada, con lo que el tipo de cambio aumentó un 40 por ciento pero aplicando a la vez retenciones a la exportación de productos primarios del 30 por ciento (El valor fue de $ 3,50 el dólar industrial y $ 2,50 el dólar primario), lo cual permitió que el Estado captara una parte de renta extraordinaria generada por la devaluación. Ese diferencial cambiario frenó la suba de los alimentos en el mercado interno con lo que la inflación no generó la brusca redistribución de ingresos en contra de los sectores asalariados (aunque sí abortó el proceso de recuperación que venían teniendo con el gobierno de Illia), y el plan de ajuste no fue tan recesivo por las obras públicas que eran financiadas en parte con las retenciones y en otra parte, con deuda externa.

La extranjerización fue veloz. En 1956, unas 75 de las 100 grandes empresas industriales censadas por la revista Panorama de la Industria argentina eran nacionales. En diciembre de 1966 la participación había descendido a solo 50 empresas, y en 1970, el predominio de las empresas extranjeras ya era decisivo.

El intento de nuestra burguesía nacional para revertir la situación y propiciar un país integrado e independiente fue encabezado por José Ber Gelbard y pequeños y medianos empresarios, sobre todo del interior del país. Gelbard y su equipo en el ministerio de economía de Cámpora-Lastiri-Perón lograron que la Argentina creciera y distribuyera su ingreso de manera tal que en 1974 éramos el país más integrado del continente, donde menos diferencia había entre ricos y pobres, con una tasa de desocupación y de indigencia que fue la menor de toda nuestra historia.

El Rodrigazo de 1975 y el plan de Martínez de Hoz en 1976 dieron fin a la burguesía local,  para crear un país endeudado, con una clase parasitaria y rentística subordinada al capital financiero internacional, todo monitoreado por el FMI y la Embajada de los Estados Unidos. Existen los 125 documentos secretos enviados por la Embajada a Henry Kissinger entre octubre del ’75 y mayo del ’76, donde por ejemplo consta el Informe en clave denominado “Terrorismo industrial: la lucha guerrillera en la base de la fábrica” que plantea el peligro de las comisiones obreras de izquierda revolucionaria y que se debía apoyar toda medida que tome el gobierno para aniquilarlas. El Embajador Hill informa a Henry Kissinger de todo el proceso, primero la Embajada apoya a la gestión de Antonio Cafiero y a Lorenzo Miguel pero, fracasada la tentativa ante el descontento de la población, apoyan a los militares.

La Embajada fue informada por Victorio Calabró y Luis Rubeo de que los tres comandantes militares habían decidido exigir la renuncia de la señora Perón y, si ella se negase, someterla a arresto domiciliario hasta que se la enjuicie por malversación e inmoralidad en sus funciones.

El informe 08456 de la Embajada, que firma el Embajador Hill, revela que monseñor Tórtolo habría transmitido a la señora Perón la insistencia de los tres comandantes en jefe para que se alejara del poder. A su vez ella indicó su voluntad de seguir, ofreciendo cambiar el gabinete con la renuncia de su secretario privado Julio González y del dirigente del sindicalismo Lorenzo Miguel.

La Presidente pide la mediación del nuncio Pío Laghi, quién a su vez le cuenta todo lo hablado al embajador Robert Hill.

La Embajada adoptó una posición de total discreción, porque no quería quedar ligada al golpe militar como lo estuvo en 1973 en Chile. De hecho, Robert Hill se tomó unas oportunas vacaciones unas semanas antes del 24 de marzo de 1976.

El plan de la dictadura militar es básicamente el mismo que lleva a cabo el actual gobierno:

  1. Control de las industrias básicas, las finanzas y el comercio exterior, que se logra si esas actividades están en manos privadas, que por la concentración y centralización de capitales terminan en monopolios.
  2. Monopolio de la tecnología y del conocimiento.
  3. Necesidad de importar insumos industriales estratégicos (coeficiente técnico de importación) y de esa manera se tiene el control de lo que se produce y se consume en la Argentina.
  4. Necesidad de recurrir al endeudamiento condicionando el presente y el futuro del país.
  5. Libertad de entrada y salida (fuga) de capitales.

De la historia al presente y el futuro

Si esta es nuestra historia, ¿cómo se puede pensar que los poderosos sectores nombrados aceptarán las reglas de juego de la democracia y permitirán que gobierne alguien que no se les subordine?

La deuda y los compromisos asumidos por Cambiemos con el FMI limitan severamente el accionar del próximo gobierno. Para el FMI somos un país marginal y debemos atarnos como furgón de cola al capitalismo de los otrora países centrales encabezados por los Estados Unidos, con todo lo que ello significa, y no una Nación que tenga su propio proyecto y asegure un digno nivel de vida a toda su población, presente y futura.

En economía eso se denomina crecimiento con una justa distribución del ingreso. Es imprescindible un acuerdo sobre la distribución del ingreso asegurando el pleno empleo y salarios dignos y a la vez, superar la restricción externa que implica el déficit de la cuenta corriente de la Balanza de Pagos donde se contabiliza la diferencia entre importaciones y exportaciones de bienes y servicios, el pago de los intereses de la deuda y el giro de utilidades de las empresas extranjeras a sus casas matrices.

El crecimiento del salario y del empleo expande el consumo interno, a su vez se debe incrementar el gasto público para que el Estado asuma la producción y/o el control de los sectores estratégicos (energía en todas sus variantes, transporte interno y externo, comercio interno de alimentos y medicamentos, y el comercio exterior), lo que permitirá no pagar de más por insumos que no podamos producir y a la vez promocionar acuerdos en la región y con los países que nos compran para asegurar nuestras exportaciones.

Néstor Kirchner demostró que era posible, que generamos el suficiente ahorro interno (la fuga de capitales lo demuestra) y no necesitamos de capitales del exterior de ningún tipo, salvo acuerdos de inversiones de infraestructura enganchados a nuestras exportaciones.  Kirchner demostró que se puede crecer con lo nuestro, en economía se diría por factores endógenos de la inversión y demás agregados de la macro.

Pero no sólo se necesita un plan, un programa de gobierno, sino y sobre todo de la fuerza social que lo impulse, esto es una alianza social y política de sectores que estén de acuerdo con el modelo kirchnerista.

Se necesita de un Estado fuerte, a Perón no lo derrocaron cuando convocaba a la Plaza de Mayo un millón de personas, lo derrocaron después de la sequía de 1952, de una prédica constante en su contra, de que Perón planteó el aumento de la productividad del trabajo y le dijo a los trabajadores: de casa al trabajo y del trabajo a casa.

El gobierno de Cambiemos deja un Estado destruido, endeudado, no muy distinto al que dejó la dictadura cívico-militar y una sociedad que no ha sido insensible al discurso del sálvese quien pueda y la meritocracia, inculcado por el sistema.

El principal problema es tener en claro que el FMI es un verdadero ejército de ocupación, que Cambiemos se rindió incondicionalmente tras generar negocios al capital financiero, que nos deja una deuda impagable (según reconoce el Ministerio de Hacienda, este año faltan casi 25.000 millones de dólares para hacer frente a todos los vencimientos de capital e intereses de una deuda que supera los 300.000 millones) y que el único camino que tienen es subordinarse a los mandatos del FMI, porque la SEC (Comisión Nacional de Valores de Estados Unidos) nos declaró país híper inflacionario y de alto riesgo y nadie le presta voluntariamente a la Argentina.

Para seguir esquilmándonos, el FMI pretenderá imponer cambios estructurales: flexibilidad laboral, disminución de los pagos previsionales y sociales, desregulación del comercio exterior, privatizaciones.

El gobierno que viene debe romper los acuerdos con el FMI, y como hizo Néstor Kirchner, suspender todos los pagos (y luego de más de dos años reestructurarlo con quita del 65% promedio); con lo que no se paga afuera aumentar por decreto salarios, jubilaciones y pensiones, desdolarizar las tarifas energéticas y de transporte. Impulsar el mercado interno y controlar el mercado externo y de cambios. De otro modo lo único que se hace es ser funcional a quienes nos dominan.

Para poder hacerlo se debe concientizar a la población de cuál es el verdadero y principal problema, a los empresarios (del campo, de la industria, de la construcción del comercio, etc., etc.) ligados al mercado interno y que producen de verdad y a aquellos que pueden exportar, a los trabajadores que solamente de ese modo van a tener trabajo y digno, igual con los desocupados, microemprendimientos, profesionales de todo tipo, etc.

Gelbard y su equipo presentaron un plan de 11 puntos antes de las elecciones del 11 de marzo de 1973, pero antes habían recorrido el país discutiendo punto por punto con todo el campo nacional y popular. Aún así no alcanzó: los sectores parasitarios y rentísticos esperaron y promovieron el desgaste de un gobierno encabezado por un Perón anciano y enfermo

Con Kirchner se volvió vivir la experiencia y la posibilidad de un país para todos los que trabajamos y producimos. Ahora los reaccionarios de siempre, sabiendo que Macri no puede ganar las elecciones sin fraude, van a agotar todas las instancias y entre ellas juega fundamentalmente la presión al campo nacional y popular. El silencio y el tiempo no son siempre los mejores aliados.

Maquiavelo decía que suspender una batalla para ganar tiempo, la más de las veces significa debilitar nuestras fuerzas y fortalecer a las del enemigo, máxime cuando la fuerza de pueblo es su organización y convicciones, lo que claramente no se advierte.

Como escribió en El Cohete a la Luna la profesora Mónica Peralta Ramos:

“La oposición a este gobierno y su plan de ajuste debe consensuar antes de las elecciones un plan de emergencia nacional que, repudiando la enorme deuda externa contraída y todos los condicionamientos que este gobierno ha fabricado, contenga un plan de desarrollo nacional con verdadera integración e inclusión. Este plan de emergencia nacional debe buscar la articulación de alianzas en el exterior que permitan aprovechar las oportunidades que pueda brindar un mundo cada vez más resquebrajado por conflictos entre países con intereses divergentes. El dólar y los recursos no renovables en vías de extinción constituyen los ejes en torno a los que giran los conflictos mundiales. En estas elecciones se juega entonces, algo más que la continuidad de un simple préstamo stand-by del FMI”.

[1] Entendían por moderno reducir la intervención estatal y confiar en los mecanismos de mercado y la asociación con el capital extranjero, después de todo éramos un país europeo en la América Latina.

[2] Como parte del pacto militar-sindical Juan Carlos Onganía, mediante el Decreto-Ley 18.610/70, le concedió el uso de los recursos que financian las obras sociales a la burocracia sindical dándole un poder financiero que ni Perón se atrevió a dar. Andrés Framini va a decir: “Había un pacto militar sindical para sacarlo a Illia del poder. Muchos no estábamos de acuerdo pero sí los que manejaban más la cosa: Vandor, Coria, Alonso“.

 

El Cohete a la Luna - 31 de enero de 2019

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