El ejército chileno, después de Pinochet
Más de 70 años permaneció la imagen viva del ex dictador en la fuerza castrense. Tras su muerte, en menos de 72 horas, fueron dados de baja su nieto homónimo y un general que alabó su obra. Los Pinochet ya no usan uniforme y “los pinochetistas” no serán aceptados. El sello del ex gobernante, por las actuaciones que ha emprendido el Comandante en Jefe, Oscar Izurieta, comienza rápidamente a diluirse en la rama más importante de la Defensa Nacional.
Fue un "paréntesis" dicen en el Ejército. Pero más allá de eso el funeral en la Escuela Militar, sin duda, rompió por unas horas los equilibrios que, hace casi 9 años, la rama más importante de las Fuerzas Armadas deseaba imponer desde que Augusto Pinochet Ugarte dejó la comandancia en Jefe en 1998.
En diversos contextos, Ricardo Izurieta primero, Juan Emilio Cheyre luego y ahora Oscar Izurieta, han pretendido sacar a su fuerza de la contingencia política, someterla al poder civil y profesionalizarla.
Al primer sucesor de Pinochet lo paró en seco la detención de éste en Londres y no avanzó mucho como sí lo hizo Cheyre quien, sin dejar de cuestionar internamente lo que ocurría con el anciano ex director en tribunales, separó su malestar personal de los intereses de la institución.
La tragedia de Antuco, donde murieron una cincuentena de conscriptos, hizo tambalear su mentada profesionalización pero -así y todo- se le reconoce que tuvo un tranco largo en lo que a despinochetización se refiere. Su línea de continuidad institucional respecto a lo que hizo Ricardo Izurieta, el "nunca más" que pronunció a viva voz y por escrito, y un dialogo adecuado con la clase política, fueron el sello de sus cuatro años de una comandancia en Jefe, para algunos, con "visión estratégica".
Estos dos jefes del Ejército, que sucedieron a un general de 83 años, vivieron con una espada de Damocles sobre sus cabezas, la eventual muerte de quien estuvo 25 años a cargo de la institución, situación que fue analizada y prevista internamente pero que, en definitiva, el azar hizo que le tocará al general Oscar Izurieta. El actual comandante en Jefe, cuando todavía no podía imprimirle un sello propio al Ejército pero que sí ha demostrado, según un experto en Defensa, ser la continuidad de lo que expresó Cheyre, tuvo que enterrar a Pinochet. Y lo llevó a efecto, sabiendo que no podía hacer menos que un funeral en la Escuela Militar y, por orden del Gobierno, más de lo que correspondía a un ex comandante en Jefe.
A pesar de ello, la ceremonia se le escapó de las manos, cuando el nieto del ex dictador, capitán Augusto Pinochet Molina, vestido de impecable gala militar habló y cuestionó severamente a los enemigos políticos y a los tribunales de Justicia. "Derrotó en plena guerra fría al gobierno marxista que pretendía imponer su modelo totalitario, no mediante el voto, sino por el medio armado", sostuvo el capitán y terminó su alocución diciendo que su abuela y su familia "fueron vejados por jueces que buscaban más renombre que justicia". La ira de Izurieta se dibujó en su rostro, porque "se cuestiona la disciplina y la despolitización de la institución", y también en la de la ministra de Defensa, Vivianne Blanlot. El Ejército chileno, ante el mundo, simbólicamente, quedaba pegado a Pinochet, por un funeral lleno de honores, inentedible para muchos, y porque el Gobierno, como era sabido, no estuvo dispuesto a rendirle los propios como Jefe de Estado por su "ilegitimidad de origen".
Como dijo un asesor en defensa "la puesta en escena en el funeral no fue una señal constructiva" y, mucho menos, contribuyente a la noción de que las FFAA chilenas estaban cerrando el ciclo después del reinado de Pinochet. "Se volvió a la convicción de que el Ejército se identificaba con el ex dictador a pesar de los esfuerzos realizados en los últimos 8 años", sostuvo el analista.Sin embargo, así como el azar hizo que Oscar Izurieta cargara el muerto, dos situaciones en menos de 72 horas, le permitieron retomar el control y dar una imagen contraria a la brindada por el funeral, otorgándole al comandante en Jefe la posibilidad de recuperar los equilibrios: la rápida y enérgica medida contra el nieto de Pinochet y la baja del general Ricardo Hargreaves, séptima antigüedad del Ejército y flamante jefe de la Guarnición de Santiago. Este último, quien llevaba horas en su nuevo cargo -y eso no es un hecho menor al valorar la decisión de Izurieta-, sostuvo a un medio en Punta Arenas que "fui partícipe de la causa de Pinochet y la sigo compartiendo", añadiendo que el ex dictador "fue nuestro líder indiscutido durante mucho tiempo.
Y a él le debemos muchas cosas, no solamente como Ejército, sino como país", remató el general que ahora firma con una erre.Si bien sus palabras pueden representar el sentir de una institución, cuyos miembros crecieron al alero de Pinochet, sólo algunos oficiales en retiro y la senadora UDI Evelyn Matthei, cuestionaron la decisión de Izurieta. "Es una aberración injustificada", sostuvo el general [r] Jaime Núñez, presidente del personal en retiro de las Fuerzas Armadas, quien atribuyó su baja a "imposiciones del Gobierno".El Periodista pudo conversar para esta nota con varios oficiales en actividad y, todos ellos, consideraron adecuada la posición de Oscar Izurieta.
"Para nosotros, señaló un coronel, el Ejército está hecho por los que hoy visten de uniforme plomo", haciendo una clara diferencia con el pensamiento de los retirados que, habitualmente, mantienen una postura favorable al régimen militar. De acuerdo a esta misma versión, para todos los oficiales presentes en la escuela Militar y los que supieron de las declaraciones de Hargreaves, no quedaba otro camino que la baja de ambos. "El mismo general Hargreaves tenía claro que debía irse por la oportunidad en que hizo las declaraciones", aseguró la fuente. Sólo una demostración interna hubo en la institución contraria a los hechos cuando un correo electrónico, que fue escrito en dependencias del Ejército, se paseó por todos los computadores con una palabra: "maricones". Ella aludía a la conducta de los oficiales frente a la destitución de Pinochet Molina y Hargreaves. Extraoficialmente no se buscó al responsable. Una semana más tarde Izurieta le explicó a todo el Alto Mando su accionar en la semana que vivió en peligro.
En La Moneda la postura era clara: "Los militares no deben emitir opiniones políticas", dijo la ministra Blanlot, junto con argumentar que "estas situaciones hacen que se ponga en peligro la confianza profunda" entre el mundo militar y la ciudadanía. Y, la idea, es avanzar hacia ella.
Ex capitán Augusto Pinochet Molina (izquierda) nieto del ex dictador Augusto Pinochet
SE BUSCA NORMALIDAD
La agenda, que parecía jugar en contra de Oscar Izurieta, obligó a una nueva prueba de fuego apenas 24 horas después del funeral de Pinochet y que la ministra Blanlot fuera pifiada en los patios de la Escuela Militar. Una graduación de alfereces y oficiales, en el mismo escenario, debía recibir la visita de la Presidenta Bachelet. La ceremonia se realizó sin inconvenientes. A la semana siguiente, producto de las horas vividas por el Ejército, la Cámara de Diputados citó al comandante en jefe del Ejército para que le explicara a la comisión de Defensa, que preside el PPD Patricio Hales, la situación vivida en los patios de su Escuela y que para la mayoría de los parlamentarios de la Concertación eran "actos de deliberación". Según Hales, consultado por El Periodista, "el Ejército cerró un capítulo de una historia que todavía no termina de escribirse y que seremos todos responsables de escribirla bien para hacer futuro y que realmente sea de todos". Para el diputado, "el gesto del general Izurieta, de concurrir a la Cámara a informar respecto a lo que la mayoría de la comisión consideraba habían sido actos de deliberación, al transformarse el funeral de Pinochet en una ceremonia política, fue un gesto que tuvo dos significados muy importantes. Primero, Izurieta y la Cámara de Diputados marcan un hecho histórico. Por primera vez, una comisión de la Cámara en los últimos 35 años, convoca al Comandante en Jefe del Ejército para explicar un acto de carácter político. Con eso, Izurieta hace un reconocimiento profundo al nuevo vínculo de tipo republicano que debe existir, para que la frase: ‘el Ejército de todos los chilenos’ sea una realidad y no una frase hueca. En segundo lugar, las explicaciones del Comandante en Jefe, al señalar que hay que entender el funeral como un paréntesis en la conducta del Ejército. Cuando Izurieta dice ‘se trata de una excepción’, debemos entender que tuvo que asumir un funeral que no fue a su gusto y que al final, él mismo cierra un capítulo". Según Hales, después de la muerte de Pinochet, comienza la construcción de una relación más sólida entre el Ejército y el poder democráticamente electo. "La derecha tendrá que acostumbrarse y entender que las Fuerzas Armadas, efectivamente, están supeditadas al poder democrático, que son un recurso de la nación y no de la derecha, y tendrán que comprender, aunque les moleste, que este destacamento humano que tiene el monopolio de las armas financiado por todos los chilenos, es para todos y no para las políticas que la derecha quería. De una vez por todas, se van a hacer las cosas bien", señaló Hales a El Periodista.
El diputado Marco Enríquez Ominami, por su parte, piensa diametralmente distinto que su colega de la Concertación y cree que no existe una "elite nueva en el Ejército" sino que sigue siendo "admiradora de la obra de Pinochet".
Asume que la responsabilidad, sin embargo, es del oficialismo que no ha introducido cambios en el sistema político pasando del presidencialismo a uno de corte parlamentario. "Eso evitaría que cada tanto los militares se permitan golpes de Estado en tanto garantes de la institucionalidad. Este ejercito seguirá siendo golpista en sus élites mientras no corrijamos el sistema político", dice Ominami. Similar idea tiene Tucapel Jiménez, hijo del líder sindical asesinado en 1982, quien asegura que "de repetirse las condiciones de 1973, las Fuerzas Armadas volverían" a actuar con la dureza de esos años (ver entrevista). Para una fuente de Defensa, sin embargo, la situación no es tan categórica porque, asegura, los cambios que se han producido en los últimos 8 años son "profundos" y existe, así como en el resto de la sociedad, un desapego cierto respecto a lo que significó Pinochet y que se verá fortalecido porque, dicen, Oscar Izurieta tiene un perfil más profesional, incluso, que el de sus antecesores. El general ®, Humberto Julio, sostiene que "al primero (Ricardo Izurieta) le cupo iniciar la ejecución, al segundo (Cheyre) le correspondió imprimir un mayor énfasis a dicho proceso, llegando a denominársele transformación.
Finalmente, en la actualidad, es a dicha fase a la cual se han orientado los mayores esfuerzos de toda la institución".
Y esa transformación, claro está, se dará por primera vez sin la imagen viva del ex dictador. "La ausencia de la figura simbólica del régimen militar (Pinochet), y los interminables procesos judiciales que nunca llegaron a nada pero que recordaban diariamente su presencia, ya no se mencionarán salvo en lo que corresponde a subalternos con menos atractivo mediático", señala el analista en Defensa, Armen Kouyoumdjian (ver columna). Para éste, "la evolución del Ejercito en los últimos años ha seguido una línea de profesionalización y concentración en los asuntos propios, acompañada de declaraciones políticamente correctas en relación con los acontecimientos pasados y las perspectivas futuras".
LO QUE VIENE
"La remoción de las filas, no solamente del capitán-nieto, pero también de un destacado general, ha demostrado que la no interferencia en asuntos políticos era más que una teoría, y que se maneja con tolerancia cero. Con eso, el Ejército puede concentrarse en su plan de modernización. La incorporación de nuevos vehículos y sistemas de mando y control, la racionalización de las unidades, y el gran esfuerzo para mejorar la comodidad del personal en las instalaciones, son parte de las actividades", dice Kouyoumdjian en la columna que acompaña este reportaje. Y no está errado. Un Ejército realista, por no decir pragmático, sabe que le ha ido bien con la Concertación y que le puede ir mejor si se concentra en los desafíos de la Defensa Nacional.
Cosa que, dice el general Julio, se ha hecho. "Los tres comandantes en Jefe que lo han sucedido (a Pinochet) han privilegiado la mantención y el acrecentamiento del profesionalismo militar, por sobre otras preocupaciones", dice.El desafío, entonces, es profundizar el proceso de modernización con el objeto de realizar un ajuste racional de la fuerza, reducir el contingente y adaptar las capacidades del Ejército a un escenario internacional que ha cambiado. En el primer semestre de 2007, además, se producirá un debate nacional, postergado hace mucho tiempo, sobre las bondades de la llamada ley del Cobre y como ella debe modificarse, no para quitarle a las Fuerzas Armadas todas sus conquistas, sino para racionalizarlas y, especialmente, evitar la actual sobreexposición que significa que todo el mundo sabe cuánto es el 10 por ciento de las ventas brutas del material rojo. La modernización, también, pasa por un Ejército más profesional y ello se notará en que, ya en el 2008, según advierten en Defensa, el voluntariado en el Servicio Militar será realidad en la rama castrense y ello, sin duda, habla de una institución más profesional.Si el funeral fue un paréntesis, como dicen los uniformados de plomo, ya se cerró.
*Francisco Martorell es el director del quincenario chileno de izquierda El Periodista
Fuente Revista Sin Permiso