El ingreso de la historia reciente a las aulas
Enrique Carlos Vázquez es el interlocutor perfecto para hablar sobre el ingreso de la llamada "historia reciente" en las aulas. Es juez y parte: historiador y autor de libros de historia para escuela media y profesor secundario. Con María Ernestina Alonso y Roberto Elisalde escribió los primeros textos renovadores después de la dictadura militar, que salieron a la calle en 1994 con el sello de la editorial Aique.
—¿Qué textos se usaron en los 10 primeros años de democracia?
—Los libros tradicionales escritos desde una perspectiva histórica positivista: en síntesis, pensar que la historia es una sucesión de hechos únicos, que hay una verdad científica y que se puede conocer de manera objetiva. En ella, la historia reciente tenía un lugar nulo o irrelevante. Solía llegar hasta 1930 y lo posterior se resolvía en dos o tres páginas con una lista de presidentes y alguna foto. Además, las actualizaciones durante la dictadura se referían al golpe en un par de párrafos donde se instalaba la idea de que el "gobierno militar" había venido a poner el orden que la sociedad reclamaba y a eliminar al comunismo y a la subversión.
—¿Cuál fue el punto de partida cuando arrancaron con la renovación de los libros de texto?
—Alonso, Elisalde y yo éramos docentes de escuelas secundarias y nos planteamos hacer los libros con los que querríamos trabajar. Había que apuntar a dos cambios: incorporar los conceptos como contenidos de la enseñanza de la historia y que no sólo fuera una sucesión de hechos que deben ser memorizados, y que le diera un espacio relevante a la historia reciente. Es decir, no poner un dato que ocurrió antes de ayer y largarlo al mercado sino darle una extensión y valoración al tema. Queríamos un relato histórico que explicara el pasado para entender el presente.
—¿De dónde vinieron las mayores resistencias?
—Por un lado, de muchos historiadores y académicos prestigiosos que todavía en los 90 decían que no se podía estudiar con seriedad la historia si no se dejaban pasar por los menos 50 años. Lo contrario era "contaminar" la historia de política. Esta posición hoy se cayó por completo. Otra fue la resistencia de muchos docentes que temían que al tratar en el aula la historia reciente iban a ser interrogados y a tener que dar cuenta de sus ideas políticas, cuando la política en las escuelas tiene para algunos una connotación negativa. Finalmente la recepción de los libros fue buenísima, lo que indicó que había una necesidad de transformación del discurso en los textos y en el aula. Los chicos tenían una enorme avidez por conocer lo que había pasado en el país en los últimos años y el tema que más interés les despertaba era la dictadura militar.
—¿Cómo percibe hoy el tratamiento en las escuelas de la historia reciente?
—No hay una realidad uniforme en todas las escuelas del país. Hay instituciones en las que se sigue limitando el estudio de la historia reciente, donde se sigue instalando muy fuerte el temor de que la política se meta en el aula y donde hay un control institucional sobre los materiales que usa el docente en clase.
—¿Cuál es su experiencia como profesor?
—Por ejemplo, antes de estudiar los orígenes del peronismo les pido a los chicos que les pregunten a sus padres y abuelos cuál es su visión. Cuando las confrontamos en el aula aparecen el peronismo y el antiperonismo de mediados del siglo 20, por lo menos en sus lineamientos ideológicos básicos. Además de estos relatos, muchas veces las clases se arman con los documentos que rescatan de sus casas: un disco de rock de los 60, alguna revista política de esos años, un libro que quedó. Todo ese material es tan o más importante que los libros de texto. La sociedad es una construcción colectiva y la memoria del pasado también. Sin memoria colectiva no hay posibilidad de construir un presente con un sentido nacional. Y los mismos chicos son portadores de esa memoria, aún sin saberlo, y la llevan al aula «.
Fuente: [color=336600]Clarín - 11.02.07[/color]