El mito de la restricción externa
1. Es cierto que todos los procesos de crisis económica se han disparado históricamente en contextos de exceso de demanda de divisas, pero éstos han estado siempre precedidos de un período de holgura del sector externo (por importación de capitales, superávit comercial, o ambos). El argumento de la RE reconoce como lógicamente necesaria la relación entre el avance de la acumulación, la escasez de divisas y la crisis, pero ignora por completo la transición entre la abundancia y la escasez de divisas, igualmente presente en todas nuestras crisis.
2. Es cierto que en un sistema basado en patrones de producción y consumo de alcance internacional (impuestos por grandes empresas globales), el atraso relativo de la gran industria condiciona cada paso de la acumulación a la realización de cuantiosas importaciones, filtra al exterior gran parte de los efectos expansivos producidos por la holgura de divisas típicas de las fases de ascenso (como explicó Prebisch hace muchos años) y aborta el desarrollo capitalista autónomo de la producción exportable en los rubros más dinámicos y rentables (acaparados por cadenas globales lideradas por empresas multinacionales que dominan la tecnología, los canales de distribución).
Sin embargo, las crisis recurrentes de divisas no resultan de la necesidad de realizar ciertas importaciones para que avance la acumulación de capital sino de que sólo se realizan las importaciones que recrean el elevado componente importado de la producción. O sea, el gasto en importaciones tiene una orientación precisa: está al servicio de la reproducción de una forma específica de división internacional del trabajo.
No existe asociación entre déficit comercial y crisis. La Argentina ha sido superavitaria en materia de comercio exterior desde 1890. Entre 1910/2012 sólo hubo 27 años con déficit comercial, 21 de los cuales se debieron a las caídas y lentas recuperaciones de las exportaciones luego de las dos guerras mundiales y a la explosión importadora provocada por el desmantelamiento de la política comercial y la apreciación cambiaria en los ’90. La balanza comercial acumuló en dicho lapso un saldo positivo de casi 300 mil millones de dólares (constantes de 2012). Estas divisas han sido empleadas para “remunerar” inversiones y créditos extranjeros cuyo efecto neto total sobre la disponibilidad de divisas (aportes menos fuga menos flujos) ha sido siempre y sigue siendo, en ambos casos, negativo. No existe inversión más intensiva en divisas que la que realizan las empresas multinacionales.
Una primera conclusión es que las divisas disponibles en la fase de holgura de las fluctuaciones cíclicas son aplicadas de modo tal que su extinción a corto plazo resulta inevitable. Por eso, una mayor abundancia inicial no es seguida de un “relajamiento de la RE” sino de un mayor despilfarro.
3. ¿Cómo no dudar del argumento de la RE en una economía capaz de acumular enormes reservas en todas las fases de ascenso de sus fluctuaciones cíclicas? Esta “precaución” jamás ha evitado la transición de la holgura a la escasez, la crisis y la devaluación. De donde surge una segunda conclusión: no sólo se malgastan las divisas disponibles al principio del ciclo, existe incluso un “sobrante” respecto de este malgasto que yace, estéril, en las bóvedas del Banco Central en lugar de ser empleado.
La apreciación de la crisis como resultado de una RE sólo puede conducir a la aplicación de políticas antipopulares (devaluación, desdoblamiento), único mecanismo disponible en el capitalismo para aumentar la oferta y reducir la demanda de dólares.
Suplemento CASH de Página/12 - 18 de diciembre de 2013