El papel central de un país clave
-En su opinión, ¿cuáles han sido las luces y sombras más relevantes?
-Lo más destacado ha sido ese impulso a un nuevo rumbo. En el lado negativo, cabría reseñar la insuficiencia general de los avances producidos. Incluso en el orden social, pese al mayor compromiso mostrado en la corrección de las desigualdades, estas han seguido aumentando de forma alarmante. El coeficiente Gini en 2010 ascendía a 0,61 (en 2000 era de 0,412). En materia de nacionalidades minoritarias (Tíbet, Xinjiang) o en derechos humanos asistimos a un enrocamiento que presagia más tensiones que pueden afectar a la estabilidad política.
-¿Qué puede vaticinar sobre el mandato de Xi Jinping?
-Creo que será más enérgico en todos los órdenes. La modernización china recibirá un impulso importante. Las bases diseñadas en la década de Hu Jintao confieren expectativas para vaticinar un cambio en el modelo de desarrollo. Será una etapa decisiva y en la que no podrá obviarse una definición más precisa de los contenidos de la reforma política, capaz de resolver la contradicción entre la fosilización del régimen y los enormes cambios experimentados en la vida social. Es un tema delicado porque será difícil lograr el consenso necesario. En el orden internacional veremos a una China mucho más confiada, presente e incisiva.
-¿Cómo calificaría las relaciones de China-América Latina?
-Asistimos sin duda a la concreción de una nueva agenda bilateral. Se ha producido un salto cualitativo importante, favorecido en buena medida por la crisis en EE.UU. y la UE. La cooperación hoy es mucho más integral y estratégica, aunque los escenarios difieren entre aquellos países proveedores en lo esencial de materias primas y aquellos que no lo son. En general, la cooperación tiende a ser mucho más rica. Los factores políticos y culturales ganarán importancia en los próximos años.
-¿Cree que China aspira a hegemonizar el mundo?
-La preocupación sigue siendo la modernización, cerrar el ciclo histórico de decadencia iniciado hace dos siglos. Pese a los números absolutos y a la imagen que nos ofrecen sus grandes ciudades, le resta mucho para alcanzar el objetivo de convertirse en un país desarrollado y cohesionado a la vez. Por sus dimensiones, China está llamada a desempeñar un papel central en el orden internacional aunque ningún país, por fuerte que sea, puede prescindir de la cooperación o imaginarse un proceder al margen de las otras naciones. Ese tiempo terminó. Su originalidad en tantos dominios se traduce en una excepcionalidad que le priva de aliados seguros y estables.
Revista Ñ - 23 de abril de 2013