El remedio, peor que la enfermedad
Sin embargo, las excusas utilizadas para la intervención armada van cayéndose una a una. La primera de ellas fue la teoría de la presencia de armas de destrucción masiva en Iraq, cosa que jamás pudo ser comprobada y, de hecho, tuvo que ser reconocida como un error por varios funcionarios de la inteligencia estadounidense, como el ex secretario de defensa, Donald Rumsfeld.
Otra de las excusas fue la necesidad de pacificar Medio Oriente, y terminar con Al Qaeda, organización terrorista escondida, según Washington, en varios estados de esa región. Sin embargo, tres años después de comenzada la invasión a Iraq, Medio Oriente está muy lejos de la paz, y los hechos sucedidos hasta la actualidad paradójicamente demostraron que, si hay un terrorismo, continúa operando a pesar de las acciones bélicas de Estados Unidos.
La última excusa se cayó el martes, cuando una estadística daba a conocer por varias agencias internacionales, comprueba que, en lo que va de la de la aventura militar en Iraq, han muerto más estadounidenses que en los hechos del 11S. Esto, por defecto, da por tierra con el argumento doméstico sobre la seguridad nacional con el que la administración Bush quiso justificar a la población de su país, la incursión de tropas en tierras tan lejanas.
Lo sucedido en 11 de septiembre del 2001 dejaron 2.973 muertos en Nueva York, Washington y Pensilvania, mientras que las cifras de marines y civiles estadounidenses caídos oscila entre los 2.974 (según la agencia AP), y 2.982. Este último dato proviene del sitio globalsecurity.org (y no globalsecurity.com, como informaron erróneamente varios servicios informativos), que publica un recuento detallado mes por mes de los heridos y fallecidos en Iraq.
De la misma forma, el Pentágono informó oficialmente que, hasta el pasado 22 de diciembre, 2.957 soldados habían muerto en Iraq. Aunque la cifra es menor a la otorgada por el sitio web antes mencionado, hay que considerar que los datos oficiales siempre se sitúan por detrás del recuento de otros grupos y organizaciones, ya que no se contabilizan hasta que han sido informadas las familias.
De cualquier manera, más estadounidenses han caído en la pantanosa ocupación de Iraq que en el 11S.
A esta altura del conflicto, la situación se torna insostenible. Al complejo panorama que afronta Bush desde su derrota electoral, se le suma este dato, que puede aumentar aún más el descontento de los estadounidenses. En este sentido, cabe recordar que, en los días finales de la guerra de Vietnam, el reclamo de gran parte de la población era sobre los miles de soldados muertos en un conflicto que, a esa altura, no tenía asidero.
Asimismo, hay que mencionar que el tema Iraq se está convirtiendo en el karma del presidente Bush, que debe decidir en los próximos días cómo encausa el conflicto. Por lo pronto, su nuevo secretario de defensa, Robert Gates, se mostró, en los últimos días, partidario del aumento de tropas, lo que generaría aún más violencia.
Lo cierto es que, a más de tres años de la invasión, las aguas no están para nada calmas en Iraq. Esto se debe a que no se ha logrado consolidar un gobierno estable y no se han frenado los violentos enfrentamientos entre chiítas y sunnitas.
Sin embargo, al tiempo que Iraq es un hervidero, algunas empresas de capitales estadounidenses se llenan los bolsillos de dólares, con la explotación de los posos petroleros y la reconstrucción de las destruidas ciudades. Así funcionan las guerras, como apertura de mercados y botines para unos pocos.
Mientras tanto, diarios estadounidenses como el New York Times y el Los Ángeles Times, dedican sus portadas a la confirmación de la pena de muerte de Saddam Hussein, por parte de un tribunal de dudosas potestades. Ni una palabra de los marines y los civiles iraquíes muertos que rondan los 650 mil.
De todas formas, las excusas van acabándose y cada vez cuesta más sostener la mentira de la “guerra pacificadora” o la guerra contra el terrorismo. Esta vez, el supuesto remedio ha causado más muertes que la enfermedad.