Syriza debe ignorar las llamadas a la responsabilidad

La troika fue vendiendo una fantasía económica: los griegos han pagado el precio

Alexis Tsipras , líder de la coalición de izquierdas Syriza, se ha convertido en el primer ministro de Grecia. Es el primer dirigente europeo elegido con el compromiso explícito de desafiar las políticas de austeridad que han prevalecido desde 2010. Y habrá mucha gente que le aconseje abandonar ese compromiso, que se comporte de manera "responsable".

A las puertas de un cambio de envergadura histórica

Grecia se encuentra a las puertas de un cambio de envergadura histórica. Syriza ya no es sólo una esperanza para Grecia y los griegos.

Representa también la expectativa de un cambio de rumbo para toda Europa. Porque a menos que cambie su política, Europa no saldrá de la crisis, y la victoria de Syriza en las elecciones del 25 de enero no hará más que robustecer a las fuerzas del cambio.

“Una victoria de Syriza en Grecia significará una ruptura del statu quo europeo”

Confirmadas las elecciones legislativas anticipadas que tendrán lugar en los próximos días en Grecia, la revista francesa Regards entrevistó a Alexis Charitsis, miembro de Secretariado de Syriza, quien explicó el desafío que enfrenta su partido al confrontar con el programa de austeridad y el pensamiento neoliberal que comandan hoy la Unión Europea.

Cuatro escenarios y un pronóstico para 2015

La Argentina del futuro cercano podrá ser bella, espantosa, patética, esplendorosa... nadie lo sabe. Si consideramos todas las variables, habrá que incluir si suben o bajan la soja, el petróleo, el delito, el dólar, el riesgo país, el griesismo... Son demasiadas variables. Ahora bien, si tomamos en cuenta la variable “cultura política”, entonces los escenarios futuros son cuatro: el péndulo hacia el abismo, el péndulo con contención, la continuidad sin autocrítica y la continuidad reflexiva. Cada uno de estos escenarios depende de relaciones sociales de fuerza, condiciones económicas y de la hipótesis de que Argentina quiebre su cultura política pendular y refundacional. A mi juicio, hay un escenario ideal, aunque al mismo tiempo creo que es el menos probable. De todos modos debe ser enunciado, al menos para comparar aquello que suceda con lo que no.

Festejos y velorios

La derecha y parte de la izquierda argentina apoyaban a la derecha de Aécio Neves en Brasil. “Ganó la candidata que le conviene al establishment –afirmaba un alto estratega trotskista local– porque Dilma Rousseff tiene un partido que puede contener la rebeldía social y Aécio no tiene esa estructura.” De hecho estaba afirmando que al pueblo le convenía el triunfo conservador. “¿Y vos a quién hubieras votado en Brasil?”, pregunta el periodista ultraconcesivo a Mauricio Macri. El jefe de Gobierno porteño le reconoce que hubiera votado por Neves. “¿No te parece un error reconocer públicamente que hubieras votado por el candidato que perdió?”, le vuelve a preguntar el profesional “independiente” mostrando su admiración. Y como se la dejó picando, el jefe de Gobierno porteño demuestra que nunca miente: “Yo soy así, yo siempre digo lo que pienso”.

El cambio: usos y aplicaciones

El Diccionario de la Real Academia Española no suele ser un recurso válido cuando se lo utiliza para discernir sobre cuestiones políticas o sociales. Pero es tanto el abuso de las palabras que se viene haciendo últimamente en la política –no sólo de nuestro país sino, en general, de nuestros países latinoamericanos– que es bueno ir a las fuentes para echar luz sobre lo que decimos.

Durante las campañas electorales en Brasil y Uruguay, las fuerzas opositoras –todas ellas ubicadas a la derecha política de quienes están ejerciendo actualmente el poder en esos países– han recurrido al argumento del “cambio” para señalar la necesidad de desplazar a los actuales gobernantes. Lo mismo ocurre en nuestro país, aun cuando formalmente no comenzó todavía la campaña electoral. No sobra recordar que la idea de cambio ha estado asociada históricamente a las fuerzas políticas de vanguardia, revolucionarios o progresistas, precisamente para oponerse al inmovilismo del poder instalado por minorías en función de su propios intereses.

Pero en poco más de la última década en América del Sur han nacido y prosperado otros gobiernos que hicieron del cambio su estilo de gestión y de las transformaciones una forma de entender el mundo. Aunque “el cambio” no tiene una explicación por sí mismo, sino que es apenas la indicación de que se quiere lograr algo diferente a lo existente o a lo actual, es válido retomar el concepto del escritor y pensador uruguayo Eduardo Galeano cuando señala que, “al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”. Lo importante es lo que somos, y eso se demuestra con nuestras prácticas, con nuestras acciones. El quehacer de los actores carga de sentido el cambio que cada uno propone.

Así el ex candidato conservador del Partido Colorado uruguayo Pedro Bordaberry dijo, poco después de conocerse los primeros escrutinios en el país oriental que dieron la victoria al Frente Amplio y que concluyeron con una categórica derrota de su propia candidatura, que estaba dispuesto a dar su respaldo al candidato liberal Luis Lacalle Pou para que “que hagan mierda a Tabaré Vázquez”. Quienes tanto hablaron de diálogo, apertura y de colaboración, así se expresan en la derrota.

Mientras los sectores más conservadores quieren apropiarse de la palabra cambio, las urnas hablaron en Bolivia primero con un categórico triunfo de Evo Morales y en Brasil después, con una victoria de Dilma Rousseff, que los medios de comunicación más poderosos no dudaron en calificar de “estrecha” en segunda vuelta, dejando de lado los resultados de la primera y simplificando al extremo para presentar a toda la oposición como un único y coherente bloque de propuestas. Falso lo primero y falso lo segundo. Probablemente el sentido del cambio en el caso de Uruguay ha estado claramente expresado en las palabras de Bordaberry. El único propósito de la oposición es destruir al Frente Amplio –representado en este caso en la figura de Tabaré Vázquez– y lo realizado por esa coalición. En el caso de Brasil, el sentido del cambio propuesto quedó en evidencia en la reacción reflejada en los titulares de los diarios, incómodos con la victoria de Dilma y voceros “del cambio”. “Tras la victoria de Dilma Rousseff cae el Bovespa, se devalúa el real y se hunden las acciones de Petrobras más de 10 por ciento. La Bolsa de San Pablo abrió con una caída de 6 por ciento, que después se redujo a 3,77 por ciento; los papeles de la petrolera estatal se desplomaron y el dólar alcanzó su máximo desde 2008”, titularon para dar cuenta de la reacción ante el “cambio” que no se pudo lograr en las urnas.

Volviendo al Diccionario de la Real Academia. Tergiversar, según allí se señala, significa “dar una interpretación forzada o errónea a palabras o acontecimientos” o bien “trastrocar, trabucar”. Quizá se pueda aplicar al uso político que se pretende dar al concepto de cambio.

Para que no quepan dudas: cualquier semejanza o paralelismo con la realidad argentina... queda por cuenta del lector...

El Brasil de Lula sigue adelante

Por cuarta vez consecutiva, el Partido de los Trabajadores -PT- gana las elecciones presidenciales en Brasil que, también por cuarta vez, se han convertido en un plebiscito entre candidatos del PT y del PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileña, el partido de Fernando Henrique Cardoso). Esta vez la campaña tuvo avances y retrocesos, especialmente desde mediados de agosto hasta la segunda vuelta, a fines de octubre, y terminó con la decisión de los brasileños de seguir con el camino iniciado en 2003 con el primer gobierno de Lula.
En el enfrentamiento entre el modelo neoliberal de la oposición y la vía de salida del neoliberalismo del gobierno, por cuarta vez los brasileños han reafirmado el camino que Lula empezó. Serán por lo menos 16 años seguidos de gobiernos del PT, el período más largo de continuidad de un partido en el gobierno, en período democrático en Brasil.

“Este gobierno avanzó en DD.HH.”

“Este gobierno deja un legado importante en materia de derechos humanos, tal vez fue el que logró más avances después del fin de la dictadura, instaló el debate sobre la verdad y la justicia, y está abriéndose el camino para la revisión de la Ley de Amnistía, o mejor dicho autoamnistía” heredada de los militares, plantea Rosa Cardoso, integrante de la Comisión Nacional de la Verdad. El hablar pausado y a veces susurrado de la enjuta doctora Cardoso disimula la firmeza de carácter de esta abogada que con menos de treinta años, a principio de los años ’70, aceptó la riesgosa tarea de defender a la guerrillera Dilma Rousseff, presa por alzarse en armas contra la dictadura. Durante la charla con Página/12 Cardoso afirma que “nunca dudó” del compromiso de la presidenta, con quien mantiene una larga amistad, en esclarecer los delitos cometidos por la dictadura, y confiesa sentirse recompensada cuando ve a jóvenes militantes distribuyendo panfletos con la foto de Dilma cuando estuvo presa junto al lema de campaña “Corazón Valiente”.