Entre la esperanza y la dura realidad
Las recomendaciones militares emitidas por el Grupo de Estudio de Irak se basan más en la esperanza que en la historia y contradicen las evaluaciones de algunos de sus propios asesores militares.
Autor: Michael R. Gordon
Fuente: The New York Times
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Desde la invasión a Irak, en 2003, Estados Unidos ha luchado en vano para atenuar la violencia en ese país y para incrementar la capacidad de las fuerzas de seguridad iraquíes. Ahora, el grupo plantea que Estados Unidos puede lograr en poco más de un año lo que no ha conseguido en tres. En esencia, dice que una rápida inyección de instructores militares estadounidenses mejorará tanto las fuerzas de seguridad iraquíes que casi todas las tropas norteamericanas podrían retirarse en 2008. El informe dice que para los primeros meses de 2008 todas las brigadas de combate que no sean necesarias para protección podrían ser retiradas.
Jack Keane, jefe del estado mayor retirado y uno de los asesores militares del grupo, dijo que ese objetivo carecía por completo de sentido práctico. "Si nos basamos en el punto en el que estamos ahora, no lo conseguiremos", dijo Keane, y agregó que el informe revela más "la ausencia de voluntad política en Washington que la dura realidad iraquí".
La experiencia de los comandantes norteamericanos muestra las dificultades que hay para entregar rápidamente la responsabilidad de la seguridad a Irak. En junio, el general George W. Casey Jr., el comandante de mayor rango en Irak, desarrolló un plan que preveía una reducción gradual del número de soldados de Estados Unidos para diciembre de 2007, que calculaba que sólo 5 o 6 de las 14 brigadas estarían allí en ese momento. Según él, las tropas estadounidenses en Bagdad empezaron a reducir el número de patrullas en la capital y estimaron que las fuerzas de seguridad iraquíes se harían cargo del resto. Pero en cuanto Casey presentó su plan en Washington, tuvo que ser diferido. Por la escalada de violencia sectaria en Bagdad, Estados Unidos reforzó sus tropas en la ciudad y hoy hay más soldados estadounidenses que iraquíes encargados de la seguridad en Bagdad.
El Grupo de Estudio de Irak desempolvó el plan de Casey y lo extremó. Pero los expertos militares dicen que las recomendaciones presentan varias dificultades. Entre otras cosas, subestiman el desafío que implica construir una fuerza de seguridad iraquí eficiente, pues la instrucción que recibe el ejército iraquí por parte de Estados Unidos es algo más que una mera enseñanza de capacidades de combate.
"El nuevo ejército iraquí necesitará años para estar a la altura del desafío planteado por la insurgencia y la amenaza terrorista", dijo el teniente coronel Carl D. Grunow, ex asesor militar. Uno de los mayores problemas, señala Grunow, es que los militares iraquíes no están capacitados para instrumentar operaciones de contrainsurgencia ni son muy sensibles frente a las bajas civiles. Según él, los militares iraquíes "deben aprender a combatir usando tácticas y estrategias muy diferentes de las empleadas en el pasado".
Una pronta retirada de las fuerzas norteamericanas también privaría a los iraquíes de la oportunidad de trabajar como socios de los estadounidenses en operaciones combinadas. "No existe ningún buen plan para crear una mezcla que combine fuerzas policiales y militares iraquíes eficaces con un sistema de justicia penal y de gobierno en el futuro próximo, y mucho menos para 2008", dijo Anthony H. Cordesman, del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos.
El general retirado Barry R. McCaffrey dijo que las recomendaciones específicas del grupo plantean otro problema: si se retiran de Irak las tropas norteamericanas, los miles de instructores estadounidenses que permanecerían en ese país estarían en un enorme riesgo. "Empezaron con un pensamiento político, pero luego se metieron con ideas tácticas que para mí carecen de sentido", dijo McCaffrey. "Esa es una receta para la humillación nacional."
Un último problema es que, dado el deterioro de la seguridad en Irak, es posible que se necesite el esfuerzo combinado de las tropas estadounidenses y las fuerzas de seguridad locales para detener la ascendente violencia. Y tal vez ni siquiera así lo consigan.
El estudio contiene todos los ingredientes de una actitud transigente por parte de Washington. Pero resulta mucho menos convincente en lo referido a una estrategia militar que pueda tener posibilidad de funcionar en Irak.