Estados Unidos y los golpes de estado en América Latina
Carlos Escorcia Polanco
La semana recién pasada, el gobierno bolivariano de Nicolás Maduro expulsó de su territorio a tres funcionarios de la embajada de Estados Unidos en Venezuela, por su abierto injerencismo en los asuntos internos de Venezuela.
El gobierno de Estados Unidos se lavó las manos y dio a entender que nada tiene que ver con las protestas estudiantiles y desórdenes callejeros que asolan Venezuela. Pero una mirada a la historia reciente de los golpes de estado en América Latina, confirma las denuncias del gobierno venezolano y contradice la posición del gobierno estadounidense.
En 1954 la Agencia Central de Inteligencia, CIA, en contubernio con la tiranía somocista, derrocó al gobierno legítimamente constituido del coronel Jacobo Arbenz Guzmán en Guatemala. Desde el aeropuerto Las Mercedes de Managua, despegaba cada madrugada un avión C-47 (conocido en Nicaragua durante la insurrección de 1979 como el “dundo Ulalio”), piloteado por el agente de la CIA, Jerry DeLarm y bombardeaba edificios gubernamentales en ciudad Guatemala.
El presidente Arbenz promulgó una reforma agraria que afectaba los intereses de la multinacional norteamericana United Fruit Company, vinculada a la oligarquía guatemalteca y grupos de presión en EE.UU. El títere de la CIA que derrocó a Arbenz, el coronel Carlos Castillo Armas, “abolió la reforma agraria, suspendió el programa favorable a los indígenas, impuso una severa censura, disolvió el Congreso y persiguió duramente a la oposición”.
En su libro “Bitter Fruit” [Fruta amarga], el periodista estadounidense Steven Kinzer, quien años después fuera el corresponsal del New York Times en Nicaragua, narra con lujo de detalles la estratagema de la CIA en contubernio con la bananera United Fruit Company y el calvario del pueblo guatemalteco. A partir del golpe contra Arbenz, Guatemala se vio sumida en la vorágine de una sangrienta y prolongada guerra civil que cobró más de 200 mil vidas y duró 35 años.
En 1961, la CIA organiza la invasión mercenaria de Bahía de Cochinos contra el gobierno de Fidel Castro en Cuba. El 17 de marzo de 1960, el presidente Dwight Eisenhower ordenó a la CIA la organización de una unidad paramilitar integrada por cubanos exiliados anti-castristas, con el objetivo de derrocar al presidente Fidel Castro. El papel de la CIA era el de coordinar acciones de inteligencia con grupos anti-castristas dentro de Cuba, que pudieran facilitar la invasión.
Se esperaban levantamientos populares contra Castro y deserciones masivas de sus fuerzas, pero esto jamás ocurrió. Por el contrario, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, aplastaron y derrotaron la invasión en menos de 65 horas. Un centenar de invasores murieron y más de 1200 fueron hechos prisioneros.
Tan solo tres años después, el gobierno de Estados Unidos participa activamente en el derrocamiento del presidente socialista Joao Goulart de Brasil el 31 de marzo de 1964. En un discurso pronunciado el 13 de marzo de 1964, ante 150 mil personas, Goulart anunció las reformas, como la nacionalización de las refinerías de petróleo y la expropiación de tierras para la aplicación de la reforma agraria.
Tanto las medidas promulgadas por el coronel Arbenz Guzmán en Guatemala en 1954, como las anunciadas por Joao Goulart en Brasil en 1964, que provocaron la ira del gobierno de Estados Unidos, eran muy semejantes. Los planes eran casi lo mismo: Reforma agraria para los campesinos y nacionalización de sectores de la economía que se encontraban en manos de empresas multinacionales.
En 1965 Estados Unidos invade República Dominicana para anular una rebelión popular la cual pretendía reinstaurar en el poder al presidente constitucional Juan Bosch, derrocado en 1963 por el títere de Washington, Elías Wessin y Wessin. 42 mil marinos norteamericanos desembarcan en San Domingo, junto a una simbólica “fuerza interamericana de paz” de tropas latinoamericanas, entre ellos 170 guardias nacionales nicaragüenses enviados por la tiranía somocista.
El 11 de septiembre de 1973, el general Augusto Pinochet da un golpe de estado contra el presidente constitucional de Chile, Salvador Allende Gossens. La toma del poder por Pinochet, fue el resultado de “una prolongada campaña de los E.E.U.U., de manipulación política y desestabilización en Chile”. En defensa de la “patria” y al grito de “libertad y democracia” la derecha chilena empujada por EE.UU. derrocó el gobierno democrático de Salvador Allende.
En 1964, un año antes de la invasión estadounidense a República Dominicana, la administración del presidente Lyndon Baines Johnson invirtió diez millones de dólares en una campaña secreta para garantizar la elección del demócrata cristiano, Eduardo Frei, como presidente contra el candidato del Partido Socialista, Salvador Allende.
Para 1970, Chile se convirtió en un problema para la administración de Nixon con Frei impedido para sucederse a sí mismo y Allende el favorito para ganar las siguientes elecciones. El Embajador de EE.UU. en Santiago, Edward Korry, recomendó una operación secreta urgente de la CIA para preparar un golpe de estado militar preventivo.
Desde antes que Allende jurara como presidente, la suerte estaba echada. En una reunión del Consejo de Seguridad Nacional el 6 de noviembre de 1970, Richard Nixon dijo: “Haremos chillar a la economía chilena”. Y la economía de Chile chilló. Nixon diría posteriormente estas palabras: “¡Qué hijo de puta! ¡Qué hijo de puta… Me refiero a ese hijo de puta de Allende. Vamos a aplastarlo”.
En su libro “Storm over Chile” (Tormenta sobre Chile), el escritor estadounidense Samuel Chavkin, narra los trágicos eventos del sangriento golpe fascista de Pinochet. Fue particularmente crucial el papel jugado por el embajador de Suecia, Harald Edelstam, quien valiéndose de su inmunidad diplomática, salvo la vida de numerosos patriotas perseguidos por la junta golpista.
Capítulo aparte merece el papel de la Agencia Central de Inteligencia, CIA, en la ilegal e inmoral guerra de agresión mercenaria contra la Revolución Popular Sandinista. El periodista norteamericano Gary Webb, en su libro “Dark Alliance, the CIA, the Contras and the Crack Cocaine Explosion” [Alianzas Oscuras, la CIA, los Contras y la explosión de la Cocaína de Crack] narra con lujo de detalles todo el laberinto de vínculos entre ciudadanos somocistas como Juan Norwin Meneses Cantarero alias “El Perico”, Oscar Danilo Blandón Reyes, alias “Chanchin”, la contra, la CIA y los carteles colombianos de la droga.
En Honduras, las Fuerzas Armadas hondureñas derrocan al presidente constitucional, Manuel Zelaya Rosales el 28 de Junio de 2009. Desde Washington, el tristemente célebre cubano-americano batistiano Otto Reich y el venezolano Robert Carmona Borjas, quien fue abogado del dictador Pedro Carmona durante el golpe de Estado de Venezuela en abril de 2002, ayudaron a preparar la escena del golpe contra el presidente Zelaya.
Es de suma importancia resaltar que Robert Carmona Borjas, es el abogado que redactó el infame “decreto Carmona” o “Carmonazo” mediante el cual el 12 de abril de 2002, el golpista Pedro Carmona Estanga, disolvió el Congreso venezolano, la Corte Suprema de Justicia, la Defensoría del Pueblo y el poder ejecutivo, luego de derrocar al legítimo presidente constitucional, Hugo Rafael Chávez Frías.
Saltando una gran cantidad de eventos, hechos y situaciones en donde la mano de Estados Unidos está en todo, somos testigos hoy de la envolvente campaña estadounidense contra el gobierno democráticamente electo de Nicolás Maduro Moros. El interés estadounidense por recuperar el control del país con las reservas de petróleo más grandes del planeta, fue una constante durante todo los 14 años del gobierno de Hugo Chávez Frías.
La investigadora estadounidense-venezolana Eva Golinger, autora del libro El Código Chávez, hacienda uso de la denominada “Freedom of Information Act” [Ley de Libertad de Información], obtuvo una amplia gama de documentos clasificados, que revelan el profundo involucramiento de Estados Unidos en la desestabilización de la Revolución Bolivariana.
Con semejantes antecedentes que datan de más de medio siglo, consignando la autoría y paternidad de tantos golpes de estado promovidos por Estados Unidos en Latinoamérica, resulta ridículo que ahora la administración Obama diga no tener nada que ver con las revueltas callejeras en Venezuela, cuando por propia confesión del dirigente opositor Leopoldo López, dicen que su objetivo es derrocar a un gobierno legítimamente surgido de las urnas y reconocido por todos los gobiernos de la tierra.
ALAI, América latina en Movimiento - 27 de febrero de 2014
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