Frigerio, el ideólogo de Frondizi
Teresita Gómez * (Especial para sitio IADE-RE) | Reseña del libro de Mario Morando, "Frigerio, el ideólogo de Frondizi. Apogeo, ocaso y renacimiento del desarrollismo argentino". A-Z editora, Buenos Aires, 2013.
La lectura que nos ofrece Mario Morando, marplatense de origen, economista graduado en la Universidad de Buenos Aires, legislador porteño (2003-2007), es un ensayo descriptivo, con un manifiesto propósito de difusión y, por tanto, dirigido a un público amplio. Su interés es presentar la trayectoria de Rogelio Frigerio, principal exponente del desarrollismo en Argentina. Al esfuerzo realizado por proporcionar al lector una bibliografía completa del pensamiento escrito de Frigerio, tanto personales como los existentes en diferentes medios, se le suma un conjunto de entrevistas de contemporáneos.
El libro consta de tres partes claramente establecidas. En la primera, temporalmente ubicada entre el nacimiento de Frigerio en 1914 y el inicio del gobierno de Arturo Frondizi, se va perfilando la figura de Frigerio, sus ideas, formación y lecturas, su ingreso al ámbito político y su acercamiento con quien fuera presidente de la república entre 1958 y 1962.
La segunda sección se extiende desde la asunción de Frondizi hasta el año 1962. En ella se muestra no sólo la injerencia de las ideas desarrollistas en el accionar del gobierno sino las repercusiones que generan al interior de la UCRI, de las Fuerzas Armadas así como los frecuentes pasos al costado que ocasionan las presiones de distinto tipo.
En la tercera parte, nos encontramos ya con un Rogelio Frigerio que ejerce su accionar político desde otro lugar. Si bien Frondizi había sido desplazado del gobierno, lo que llevó a Frigerio a exiliarse en Montevideo temporariamente, su vuelta al país nos lo presenta desplegando nuevamente una decidida actividad en el ámbito político nacional. La fundación del Movimiento de Integración y Desarrollo (MID) en 1965, agrupamiento que, al decir de Alain Rouquié, “no sabría decir si el nuevo movimiento es un partido o un grupo de presión ideológica más preocupado por el desarrollo de la industria argentina que por la conquista del poder”, será por entonces la tribuna desde la cual seguirá batallando por sus propuestas desarrollistas las que tendrán una limitada incidencia en la escena política nacional.
Como menciona Morando, retomando lo analizado por Celia Czusterman (1998) en su libro sobre Frondizi: “Las ideas que supuestamente habían fundamentado la política oficial entre 1958 y 1962 solo tuvieron expresión ex pos facto”. Y son estas elaboraciones, ya fuera del campo de batalla de la acción política directa las que vuelca en distintos medios periodísticos haciendo públicas sus diferencias con las políticas económicas implementadas por los distintos gobiernos, sin importar su signo político. Rematan el trabajo una serie de “citas complementarias”, un conjunto de valoraciones de diferentes personas mencionadas al interior del texto principal, agrupadas bajo el título de “opiniones sobre Frigerio”. Esto nos remite a la alta estima que el autor tiene por la figura que presenta a lo largo del texto. No suficiente con sus propias consideraciones, presenta las opiniones de terceros tal vez con la finalidad de reforzar una imagen que considera inabarcable o tal vez nada más quiere mostrar que no solo él es quien lo considera, como lo denomina en un título de la tercera parte, “un monstruo sagrado”. Finaliza con una serie de “Anexos” en los que da cuenta de cómo se ubicaba Frigerio en el ámbito político, como un “hacedor” de propuestas políticas más que como un “ejecutor directo”. Dentro de este escenario inserta correspondencia dirigida tanto a Arturo Frondizi, como a Juan D. Perón y otras personalidades de la escena política de esos años.
Sabido es que la segunda posguerra generó en la reorganización del sistema capitalista el surgimiento de una serie de organismos multilaterales, entre los que se encontraba el FMI y el Banco Mundial. Al crearse el FMI, Argentina en lo inmediato no participa, situación que se modificará luego del golpe de Estado de 1955, cuando es depuesto el gobierno peronista.
Bajo el gobierno de la llamada Revolución Libertadora, en 1956, Argentina ingresa al FMI. A partir de entonces se encuentra ante la posibilidad de acceder a los préstamos que esta institución brindaba a las naciones asociadas, del mismo modo como paralelamente abría sus puertas a la injerencia de dicha entidad en el manejo de la política económica. En el trabajo de Morando, sin mencionarlo explícitamente, hace referencia a las políticas de ajuste durante el gobierno de Frondizi llevadas adelante por su ministro de economía, Álvaro Alsogaray, que no son otra cosa que las recomendaciones del FMI a ese gobierno y la entrada de lo que más tarde se difundiría como “monetarismo”. Estas recomendaciones, que se volverán a reiterar sin demasiadas modificaciones en distintas ocasiones a lo largo de la historia económica de la Argentina, son atacadas por Frigerio a través de diferentes medios: desde la revista Qué?, Marcha, El Nacional, Legalidad y Causa, en periódicos como el diario Clarín, a través del cual buscó difundir el ideario desarrollista aprovechando el estrecho vínculo establecido con Roberto Noble.
Son años en los que las posturas contrapuestas de Frigerio respecto de las políticas económicas de los diferentes ministros de economía de Frondizi, de Illia, de Onganía, del tercer gobierno peronista y de la última dictadura militar, se presentan una y otra vez. En ese contrapunto de la ejecución de las políticas económicas por parte de los diferentes economistas y la permanente búsqueda de la plasmación de las ideas desarrollistas, va transcurriendo el trabajo.
En este contexto, es necesario resaltar el señalamiento que realiza el autor respecto de las diferencias que el mismo Frigerio establecía entre su idea de un desarrollo nacional y el ideario de desarrollo regional, tan en boga en los años sesenta y que discute en su libro La integración regional, instrumento de los monopolios (1968). Por entonces, la idea de regionalización era sostenida tanto por la CEPAL como por el gobierno de los Estados Unidos, a través de la Alianza para el Progreso en base a impulsar la cooperación económica regional. El autor señala que Frigerio se oponía a esta propuesta ya que en ella subyacía una idea de integración que sustituía el proceso previo de la “integración nacional y soberana de cada pueblo”. Y el integracionismo, como señala Morando, era la doctrina de acción de Frigerio. En este posicionamiento subraya que nada tiene que ver con cualquier idea de nacionalismo formal, de izquierda o de derecha. Sin embargo, más que una disputa Nación vs. Región, lo que expresa el autor en el mismo punto es que la principal preocupación de Frigerio radicaba en que en un país en el que se carecía de capitales locales para invertir en la puesta en marcha de la industria pesada, la ayuda externa resultaba una base indispensable para impulsar el desarrollo nacional. Y en tanto fija su postura ante la participación del capital externo en los procesos de desarrollo en la Argentina, subraya su idea de que el fortalecimiento nacional debía primar por sobre una “comunidad regional que sería la suma de naciones desintegradas y débiles”. De este modo, consideraba que se avanzaría hacia una integración nacional, hacia un desarrollo que permitiera la consolidación de la autodeterminación, otro de los principios desarrollistas.
Es posible seguir a través del trabajo de Morando las diferencias que Frigerio tenía con el peronismo. Si bien la figura de Perón era reconocida y recuperada una y otra vez por Frigerio, y prueba de ello es su directa participación en las tratativas realizadas con el líder justicialista para que apoyara la candidatura de Arturo Frondizi, su mayor diferencia la expresaba en el hecho de que, según su lectura de la política económica desarrollada por el gobierno peronista, “no se resolvió dar al país electricidad, hierro y carbón. (La industrialización) se la limitó a la industria de artículos de consumo en vez de dotar al país de la industria de bienes de producción”. Y en esta línea sostenía que “el auge transitorio de nuestro comercio internacional, provocado por la guerra creó la ilusión de una economía de abundancia que habría de ser eterna. (…) El país no aprovechó el auge para capitalizarse ni para construir las bases permanentes del desarrollo nacional: energía, siderurgia, química pesada, comunicaciones” (1963, Las condiciones de la victoria).
Las diferentes temáticas expuestas en el ensayo de Morando, nos invita a adentrarnos tanto en el impacto que el pensamiento desarrollista tuvo en los años de vida de Frigerio, como en las transformaciones de ese pensamiento ocurridas en escenarios políticos tan disimiles como los ocurridos en el período analizado.
Se observa en el conjunto del trabajo un eje centrado en la doctrina económica desarrollista (si se puede denominar de tal modo) y sus diferencias con las políticas económicas implementadas por los diferentes gobiernos. La incidencia, las repercusiones de las acciones políticas y sociales de los gobiernos democráticos y los surgidos de una interrupción del orden democrático e institucional no ocupan más que pocas referencias al interior del trabajo lo cual impide tener una visión integral del amplio período considerado.
Tal como presenta Morando la acción desplegada por Frigerio en los distintos gobiernos, queda flotando una idea: poder plasmar en una política económica conceptos considerados claves en el ideario desarrollistas se encontraba por encima de las características democráticas o dictatoriales del régimen en cuestión. En esta visión coincide Osvaldo Cornide, desarrollista y presidente de CAME (Confederación Argentina de la Mediana Industria), quien menciona este aspecto en su entrevista.
Si bien todo el trabajo de Morando deja traslucir nítidamente el respeto y la admiración por el pensamiento y la acción desarrollada por Rogelio Frigerio, no oculta sus preferencias: entre el hombre político, defensor de un ideario industrialista, y el hombre vinculado al mundo de la cultura, al defensor del ser nacional, no solo elige a este último, sino que expresa su pesar por el hecho de que el reconocimiento de su figura este ligado a los primeros aspectos mencionados: “Es una pérdida incomprensible, que de todas las ideas defendidas por Frigerio solo haya subsistido el desarrollismo, es decir una cierta estrategia económica referida a los problemas circunstanciales de su época. En cambio, el integracionismo, con su afán identificador de los argentinos y tendiente al desarrollo del espíritu nacional, quedó en el olvido”.
Realizadas estas salvedades, el lector puede acceder a través de este ensayo a una bibliografía completa de los escritos y declaraciones de Rogelio Frigerio en distintos medios periodísticos. Preguntas quedarán flotando, lo cual podemos decir que juega como un plus en un libro que pretende brindarnos la pintura de una figura política de incidencia prolongada en la vida política y económica argentina.
Las similitudes entre la agenda económica de esos años y la actualidad, son perlas que se van desgranando a medida que avanza la lectura.
* Investigadora IIE/CESPA/FCE/UBA.