Genealogía y transformaciones de la derecha en Argentina. Entrevista a Enrique Oteiza
[b]“En el espacio de centroizquierda no parece existir conciencia de las implicaciones que tiene la emergencia de un nuevo partido conservador que les brinde a los sectores de derecha capacidad electoral constitucional.”[/b]
La preocupación que plantea Enrique Oteiza, profesor de Sociología e investigador del Instituto Gino Germani (UBA), es corolario de la deconstrucción de la nueva derecha argentina que esboza en esta entrevista con Página/12 sobre la base del reciente triunfo porteño del PRO, punto de llegada de una genealogía.
–¿Cuáles son los antecedentes históricos de la nueva derecha argentina?
–Es un fenómeno político nuevo en nuestra historia, un partido conservador con capacidad de ganar elecciones en el marco constitucional. Desde la Constitución de 1853 tenemos un régimen democrático plural, no de partido único, entonces la pregunta es ¿por qué nunca se pudo estabilizar un régimen constitucional? Sobre todo después de la Ley Sáenz Peña, que en 1912 universalizó el voto –dejando de lado la exclusión femenina por razones de género– y además lo hizo obligatorio, algo excepcional aun hoy. Hay distintas hipótesis: la concentración excesiva de poder económico en los grandes terratenientes pampeanos, el dominio del puerto de Buenos Aires a pesar del federalismo. A poco andar ese régimen, sobrevino el golpe del ’30, cuando la derecha del país, sobre todo la de Buenos Aires, concluyó que no estaba en condiciones de acceder electoralmente al poder. Uno podría decir: porque no estaban dispuestos a realizar las concesiones que la derecha realizaba en otras sociedades. La derecha argentina no estaba dispuesta a transar en nada, entonces no lograba conformar un partido que fuera la expresión constitucional de los intereses de los sectores dominantes, con posibilidad de ganar elecciones. Por lo tanto, interrumpió el proceso democrático.
–Tampoco se logró sostener la estabilidad con el peronismo.
–En ese proceso tampoco se consigue producir una alternancia, que es uno de los factores de estabilidad de los regímenes políticos, la posibilidad de que un partido y un dirigente sean reemplazados electoralmente sin que el régimen sufra consecuencias negativas. Después de que fuera tumbado Perón, hubo un largo período de proscripción del partido mayoritario y de algunos de izquierda. El conservadurismo impedía el funcionamiento democrático. Así se llegó al ’73, con elecciones ya sin proscripciones, donde la derecha no inserta en el peronismo, el grueso de la derecha liberal, no tiene un partido que le permita enfrentar el retorno de Perón. Después de su muerte, el mismo régimen electo queda en condiciones de mucha debilidad y nuevamente se produce un golpe militar, con apoyos prácticamente de todo el conservadurismo, la derecha católica, sectores antidemocráticos, la derecha liberal. No hubo ninguna expresión política de la derecha que no se sumara a la última dictadura, cuyo desempeño atroz ya conocemos.
–¿Qué pasó con la derecha una vez restaurada la democracia?
–El conservadurismo se encontró desde 1912 limitado en su poder político porque, al despreciar la democracia republicana por incapacidad de adaptación, no pudo efectuar reformas imprescindibles para poder funcionar en el marco de la Constitución e instaurar un partido propio para tener representación parlamentaria o ser una oposición significativa. En cambio optó por la vía de las dictaduras, siguiendo el ejemplo de las derechas europeas de la época. El peronismo desde sus orígenes incorporó también en casi todas las provincias a sectores del conservadurismo popular, corriente que recién en este último período aparece debilitada. Pero al perder el PJ las elecciones de 1983, esa derecha quedó descolocada. Las expresiones conservadoras tenían al partido fundado por Alvaro Alsogaray, la UCeDé, que nunca había logrado chances de acceder constitucionalmente al poder. Hasta que Menem, traicionando las propuestas con que había ganado las elecciones, hace su alianza con los grandes grupos económicos del país y más tarde con los sectores financieros que responden a Washington, el FMI y el Banco Mundial. Cuando Alsogaray ve esta dinámica, se declara feliz porque finalmente sus ideas han triunfado, gracias a ese gran Caballo de Troya que fue Menem. El conservadurismo, la derecha económica argentina, llega al poder no por capacidad electoral propia, sino alquilando ese Caballo de Troya que ahora quedó vacío y estacionado en La Rioja.
–Hasta el reciente triunfo porteño.
-Por primera vez desde 1912, hoy surge dentro del discurso político un nuevo conservadurismo, se presenta una derecha moderna que en Capital compite bajo el sello del PRO, con una dirigencia que viene trabajando desde hace años sistemáticamente en la construcción de este neoconservadurismo partidario, con el objetivo de competir electoralmente por el acceso al poder, en el marco de la Constitución, más dirigentes cuya orientación expresa a otros sectores de la derecha. Con el PRO aparece la construcción de un partido conservador a la europea, con internas y pluralidad de dirigencias, como, por ejemplo, Sobisch, que no tiene tanto poder electoral pero sí petrodólares, y López Murphy, que viene de una cultura conservadora liberal clásica.
–¿Qué modelo asume esta nueva derecha?
-Como es bastante natural, dada la formación sociocultural argentina, este conservadurismo moderno ha tomado como gran modelo a Berlusconi. Macri es el Berlusconi del Río de la Plata. Viene de una familia de empresarios que amasó una gran fortuna y se instala con un manejo moderno de la imagen y la publicidad que le permite, a pesar de haber obtenido su fortuna a través de los negocios con el Estado, a pesar de provenir de un conglomerado empresario emblemático de la patria contratista, construir una imagen electoralmente exitosa. Claro que Macri tiene algunas de las características necesarias para –eligiendo muy buenos publicistas, como saben hacer los empresarios– ser construido de esa manera: además de haberse comprado un popular club de fútbol, proviene de la educación privada, egresando de la Universidad Católica. Y en la Argentina, para ganar dinero o hacer política, ser católico es navegar con viento a favor, por una historia donde la Iglesia siempre ha estado muy ligada al poder y las dictaduras. Tanto Macri como Berlusconi, igual que cualquier otro partido, como sucede en casi todas las alternancias, pueden ganar elecciones beneficiándose de los errores de quienes han venido gobernando y de sus contrincantes electorales. Aprovechando en este caso que tampoco se ha podido conformar un partido de centroizquierda eficaz, como las alianzas que acceden al poder en Europa.
–¿Cómo se vincula el surgimiento de esta derecha con la crisis del sistema de partidos políticos?
–El intento tardío de la derecha argentina de conformar un partido conservador ocurre en un momento de crisis profunda y reorganización de los partidos y alianzas. En el peronismo surge con fuerza la variante instalada en el Gobierno, un “peronismo moderno de centroizquierda” diferente a la modernidad neoliberal que condujeron Menem y compañía. Así el peronismo aparece ahora claramente dividido entre el kirchnerismo y los dinosaurios que se reunieron en San Luis, la variante conservadora popular, con el duhaldismo flotando entre medio. Por otro lado, el radicalismo se quiebra entre un sector con dirigentes de buen desempeño electoral, que se alía al Presidente; otro, dirigido por Alfonsín, que organiza la variante encabezada por Lavagna; un tercero se encolumna detrás de López Murphy, Carrió e incluso el PRO, más grupúsculos diversos... En el espacio de centroizquierda, que se muestra fragmentado, no parece existir conciencia de las implicaciones que tiene en nuestro sistema político la emergencia de un nuevo partido conservador que les brinde a los sectores de derecha capacidad electoral constitucional.
–¿Puede extenderse a nivel nacional este nuevo conservadurismo?
-No automáticamente. Desde luego, el PRO y sus líderes están interesados en dar esa imagen, de que el triunfo es extensible al resto del país. Pero la diversidad de los distritos argentinos, el federalismo, hace que haya oposiciones, liderazgos locales e intereses económicos muy diferentes en la Argentina; así como la emergencia de sectores de base y también de clase media cuya conciencia y demanda de participación están creciendo. Pero sí hay un indicio importante de que la derecha puede entrar en una fase en la cual sea capaz de tener un partido conservador parecido al modelo europeo, cuando hasta ahora fue siempre una fuerza salvajemente antidemocrática. Habrá que verlo...
*Javier Lorca. Periodista.
**Enrique Oteiza es una de las figuras más relevantes de la historia científica, intelectual y cultural argentina de la segunda mitad del siglo XX. Ingeniero aeronáutico de formación básica, con estudios de postgrado en la Universidad de Columbia, ha transitado por muy variados ámbitos de las ciencias sociales, destacándose como constructor de instituciones y como especialista en cuestiones de política de ciencia y tecnología y de educación superior. Ha publicado numerosos libros y artículos en el país y en el exterior, y se ha desempeñado como asesor y consultor en varios países de América Latina.
Fuente: Página 12 – 23.07.2007