Haití: Oculten esta elección, que no puedo verla. Análisis.
Hace exactamente dos años, el 29 de febrero de 2004, el presidente haitiano Jean Bertrand Aristide era derrocado mediante un golpe d Estado orquestado por Francia y Estados Unidos. En aquel entonces, la Red Voltaire fue uno de los pocos órganos de prensa que denunció una injerencia extranjera en el secuestro del presidente legalmente electo en el año 2000 y en sostener que, lejos de ser derrocado por una insurrección popular apoyada por una mayoría de haitianos con excepción de las bandas pro Aristide, el golpe de Estado era asunto de facciones minoritarias. Describimos la organización del golpe de Estado y publicamos una entrevista a J.B. Aristide, realizada por el historiador Claude Ribbe, en la que describía las condiciones de su secuestro por parte de las fuerzas especiales estadounidenses.
Al mismo tiempo, la prensa consensual occidental se limitaba a publicar los comunicados oficiales del Departamento de Estado y del Quai d'Orsay -ministerio francés de Relaciones Exteriores- y alababa la acción de la oposición "democrática" haitiana. Aristide era presentado como un déspota brutal, se impugnaba su elección y algunos llegaban a acusarlo de tráfico internacional de drogas. El curso de los acontecimientos haría pedazos esta interpretación de los hechos.
Un año después del golpe de Estado, el Center for the Study of Human Rights de la Universidad de Miami publicó un informe abrumador sobre las violaciones de los Derechos Humanos después del derrocamiento de Aristide y las imágenes de los manifestantes asesinados por parte de las fuerzas títeres del gobierno de Gerard Latortue por reclamar el regreso de Aristide ponían fin a la historia de la revolución democrática. Tras un interminable proceso de conteo de votos, la comisión electoral anunció la victoria de René Preval en las elecciones presidenciales del 7 de febrero. Este rotundo éxito electoral de quien fue primer ministro de Jean Bertrand Aristide y que sigue siendo uno de sus aliados políticos demuestra que la hostilidad de los haitianos con relación al ex presidente es igualmente un mito.
Sin embargo, a pesar de que los hechos nieguen las tesis reiteradas por la gran prensa hace dos años, por lo general los expertos de entonces no se han retractado. Mientras que el derrocamiento de Aristide suscitó una gran fiebre mediática que alababa "una nueva esperanza democrática" para Haití, la elección de René Preval no ha provocado tal entusiasmo. Después de su equivocación, los analistas mediáticos prefieren en gran medida desviar la mirada, en vez de admitir su error, mientras los periodistas occidentales continúan describiendo mayoritariamente a Aristide como un "déspota".
En el diario francés Le Monde, el periodista Jean-Michel Caroit reconoce la victoria de René Preval. Sin embargo, asegura que el nuevo presidente haitiano, aunque allegado a Jean Bertrand Aristide, ha roto con su mentor. Por consiguiente, el lector debe deducir que la victoria de Preval no es un apoyo enmascarado al ex presidente y que todo lo que se dijo en el pasado es cierto.
En el New York Times, la periodista y escritora estadounidense Amy Wilentz esboza un retrato de Haití de forma resumida desde la caída de los Duvalier. Considera que pocas cosas han cambiado desde que la familia cleptómana saliera de escena, hace 20 años, lo cual puede ser reprochado a Jean Bertrand Aristide que también se enriqueció mientras se presentaba como el representante del pueblo. En ese retrato poco halagüeño del ex presidente, la periodista dedica poco tiempo a la dictadura militar de 1990-1994 o a la acción del gobierno interino que sustituyó a Aristide después de haber sido secuestrado. Por lo tanto, el lector no sabrá nada del impacto que pudieron tener estos gobiernos en la actual situación de Haití. Sin embargo, tomando en cuenta la victoria de René Preval, pide a las élites haitianas y a Washington que acepten el veredicto de las urnas.
Como puede verse, el ex presidente Aristide mantiene una mala imagen en la prensa, incluso si han desaparecido las acusaciones más fantasiosas, como las de tráfico de drogas en el Caribe. No obstante, y aunque minoritarios, algunos periodistas señalan zonas oscuras en los acontecimientos de febrero de 2004. Basados en las declaraciones del ex embajador estadounidense, Brian Dean Curran, los periodistas del New York Times Walt Bogdanich y Jenny Nordberg denunciaron la implicación de ciertos miembros de la administración Bush y del International Republican Institute (IRI), una de las ramas de la NED/CIA, en el golpe de Estado haitiano y en la ayuda brindada a los rebeldes.
El presidente del IRI y ex asistente del secretario de Estado para la democracia en la primera administración Bush, Lorne W. Craner, responde a este artículo en el Washington Times, en el que denuncia sin fundamento un complot de los allegados de Aristide tendente a hacer olvidar que el país es presa del caos desde su creación y que el ex presidente era un déspota. En resumen, no se cuestiona la versión mediática de los hechos que prevaleció en febrero de 2004.
En el Miami Herald, el director de la Rand Corporation, James Dobbins, quien supervisó las operaciones de mantenimiento de la paz en Haití en 1994, llama a un acuerdo bipartidista sobre la acción estadounidense en Haití. Demócratas y republicanos deben ponerse de acuerdo sobre la forma de administrar el país. Así, el autor pide a Washington que apoye a Preval, pero limita su acción. No deberá dejar que Jean Bertrand Aristide regrese al país, deberá aceptar en su gobierno a ministros de la oposición y realizar "reformas económicas", es decir, someterse a las directivas estadounidenses en el plano económico. A cambio, Estados Unidos dejará de apoyar a sus opositores.
En los periódicos que habían denunciado el golpe de Estado en Haití, el tono varía entre la alegría por la victoria de Preval y la desconfianza frente a los riesgos de una nueva desestabilización del país.
Duncan Campbell, editorialista de The Guardian, que había dedicado un amplio espacio a las denuncias del golpe de Estado, expresa su satisfacción por la victoria de René Preval al mismo tiempo que su preocupación por la actitud de los dirigentes extranjeros y de las fuerzas de oposición haitianas. Según él, estas últimas podrían aprovecharse de los rumores de fraude para impugnar la validez de las elecciones legislativas (realizadas al mismo tiempo que las presidenciales y cuya segunda vuelta debe tener lugar el 9 de marzo) y estimular la inestabilidad como hicieron para derrocar a Aristide. Pide a la comunidad internacional que apoye al presidente electo.
En el periódico de izquierda libanés Tyma, el periodista Paul Al-ashekar aplaude también la victoria de René Preval y estima que se trata de una señal de la voluntad de los haitianos de romper con el golpe de Estado orquestado por las tropas estadounidenses sin hacer referencia a la participación francesa. Para el autor, es importante reconstruir el país y es a la ONU a la que corresponde dicha atarea.
Desde su exilio surafricano, Jean Bertrand Aristide comparte los sentimientos de Campbell y Al-ashekar. En una entrevista al diario surafricano The Mail-and-Guardian, afirma que el voto masivo por René Preval es en realidad un voto por su regreso y una denuncia a la acción de los golpistas. Pide a Francia y a Estados Unidos que dejen de organizar golpes de Estado en Haití y anuncia su intención de concentrarse en la educación de su país. Reafirma sus vínculos entre su país y Suráfrica, y llama a una redistribución de la riqueza en Haití.
"Haití: una dura transición democrática"
Autor Jean-Michel Caroit
Jean-Michel Caroit es corresponsal de Le Monde en Haití y Santo Domingo.
Fuente Le Monde (Francia)
Referencia "Haïti : rude transition démocratique", por Jean-Michel Caroit, Le Monde, 23 de febrero de 2006.
Resumen Menos de una semana después de la oficialización de su elección, René Preval confirmó que Jean Bertrand Aristide podía volver a Haití. El ex presidente declaró rápidamente a la prensa internacional que tenía el "derecho de volver" y que pensaba dedicarse a la educación. Las autoridades norteamericanas y francesas se apresuraron en afirmar que el regreso no era en realidad la mejor vía para preservar la frágil estabilidad política recuperada.
La importante participación en esta elección muestra que los haitianos no han perdido la fe en la democracia. Su esperanza está ahora en manos de René Preval, pero también en la de sus opositores que deben reconocer los resultados de la elección. El 19 de marzo, la segunda vuelta de las elecciones legislativas será una prueba. Esta esperanza depende igualmente de la comunidad internacional que deberá repensar su cooperación, reducir los gastos y las disfunciones de la misma, y aumentar la eficacia en beneficio de los más pobres.
Desde la caída de los Duvalier, la "transición hacia la democracia" ha sido sangrienta y dolorosa. A pesar de los cientos de millones de euros invertidos, la primera república negra es aún el país más pobre de las Américas. Hay que señalar, sin embargo, que una gran parte de la ayuda servía para pagar los salarios de los expertos extranjeros. La emigración continúa. El turismo y la industria han decaído mientras aumentan los barrios marginales y el SIDA. En 1990, Aristide había jugado con su imagen de sacerdote de los barrios marginales para ser electo, pero fue derrocado al cabo de nueve meses por el ejército, los nostálgicos de Duvalier y una parte de la burguesía. Bill Clinton lo devolvió a su puesto en 1994 y la ONU comenzó entonces su trabajo de ayuda a Haití. De vuelta al poder en el año 2000, durante unas elecciones impugnadas y apoyándose en las bandas, Jean Bertrand Aristide desarrollaría prácticas mafiosas y autoritarias.
Preval se ha distanciado de su mentor, pero encarna aún la parte positiva de la herencia, la del reconocimiento ciudadano a cada individuo. La oposición a Aristide se ha dividido y la población la asocia a los fracasos del período de transición y de la ayuda internacional. Al volver a la legitimidad democrática, Haití espera deshacerse de la sombra de Jean Bertrand Aristide, que mantiene su influencia. Sin embargo, el desafío será aún mayor si el ex presidente, con un lobby aún activo en Estados Unidos, decidiera volver de su exilio. Es un contexto que obliga a Preval a dar señales en cuanto al respeto a la democracia.
"La democracia huérfana de Haití"
Autor Amy Wilentz
Periodista y escritora, Amy Wilentz es autora de The Rainy Season: Haiti Since Duvalier. Ha colaborado en The Nation, The New Republic, y The New York Times.
Fuente New York Times (Estados Unidos)
Referencia "Haiti's Orphan Democracy", por Amy Wilentz, New York Times, 7 de febrero de 2006.
Resumen Hace 20 años, Puerto Príncipe celebraba la partida Jean Claude Duvalier. El 7 de febrero de 2006, embarcó en un avión de la fuerza aérea norteamericana hacia el sur de Francia. Aquel día la gente salió a las calles, los partidarios del antiguo régimen fueron perseguidos, pero eran sobre todo tiempos de alegría y parecía seguro que la democracia triunfaría. Sin embargo, el dictador había abandonado el país, saqueando los fondos de la isla.
Tras la partida de Duvalier se constituyó un consejo electoral, se redactó una constitución en 1990 y Jean Bertrand Aristide se convirtió en el primer presidente de Haití electo honestamente. Lo había conocido antes cuando se ocupaba de los jóvenes en los barrios marginales. Desde su elección, a pesar de los progresos, Haití no ha cambiado. Perduran las divisiones entre ricos y pobres, el país está en quiebra y depende totalmente de la ayuda extranjera o de los fondos enviados por la diáspora haitiana. Aristide no cambió en nada la situación, que se deterioraba mientras él se enriquecía. Sin embargo, seguía siendo popular. Fue derrocado, reinstaurado en el poder en 1994, reelecto en 2000 y luego nuevamente derrocado en 2004. Supe que durante el mismo tiempo murieron todos los jóvenes haitianos de los que se ocupaba y que yo había conocido.
Hoy, las élites haitianas y Washington deben aceptar las transformaciones apoyadas por el electorado.
"Una falsa imagen de Aristide"
Autor Lorne W. Craner
Ex asesor de John McCain y ex asistente del secretario de Estado para la Democracia, los Derechos Humanos y el Trabajo (2001-2004), Lorne W. Craner es presidente del International Republican Institute (IRI), rama del National Endowment for Democracy.
Fuente Washington Times (Estados Unidos)
Referencia "A false picture of Aristide", por Lorne W. Craner, Washington Times, 13 de febrero de 2006.
Resumen El New York Times afirmó últimamente que el International Republican Institute (IRI) y funcionarios de la administración Bush habían socavado la acción del embajador estadounidense en Haití así como la de Colin Powell para derrocar a Jean Bertrand Aristide. Quise publicar una respuesta a este artículo, pero el New York Times la rechazó.
El diario afirma que el IRI participó conjuntamente con rebeldes para derrocar a Jean Bertrand Aristide, presentado como un hombre que quería aumentar los salarios en Haití y obligar al sector empresarial a pagar impuestos, pero que no era muy ducho en política. Contrariamente a lo que afirma este artículo, Haití no es un caos desde 2004, sino desde hace dos siglos. El artículo afirma que un grupo de funcionarios de la administración Bush socavó la acción de Colin Powell, pero este último lo desmintió. Las quejas del ex embajador Curran en Haití no fueron apoyadas por ninguno de los sucesores o antecesores y sus afirmaciones sólo son validadas por los partidarios de Aristide. Tampoco el IRI participó con los rebeldes.
Lo peor de este artículo es que olvida precisar que si bien Aristide fue electo democráticamente, se comportó como un déspota posteriormente.
" Washington debe presentar un frente unido para Haití"
Autor James Dobbins
James Dobbins es director de la Rand Corporation. Fue enviado especial de la administración Bush en Afganistán y antes había supervisados las operaciones de mantenimiento de la paz en Kosovo, Bosnia, Haití y Somalia.
Fuente Miami Herald (États-Unis)
Referencia "Give Haiti united message from D.C", por James Dobbins, Miami Herald, 26 de febrero de 2006.
Resumen Durante más de una década, Washington estuvo profundamente dividido en cuanto a la política a desarrollar con respecto a Haití. En 1994, la administración Clinton, en contra de la virulenta oposición republicana, envió tropas a Haití para devolver al poder al presidente Jean Bertrand Aristide. En 2004, en una iniciativa condenada por los demócratas, la administración Bush envió a Aristide al exilio fuera de Haití y tropas estadounidenses intervinieron nuevamente en el país para apoyar a la facción opuesta a Aristide.
Durante estos diez años, las señales contradictorias enviadas por Washington por lo general han agravado las divisiones políticas endémicas en Haití. Aún recientemente, representantes del International Republican Institute, institución financiada con fondos del gobierno federal, realizaron acciones en Haití que, según el embajador de los Estados Unidos allí, eran opuestas a sus propios esfuerzos de reconciliación entre Aristide y sus opositores. Cierto o no, la impresión que quedó en Puerto Príncipe es que en Washington las opiniones divergen y que hay un grupo muy activo para impedir la reconciliación y que apresuró el fin de la presidencia de Aristide.
La elección de este mes en Haití quizás haya quebrado por fin esta mecánica. La administración Bush, que sin lugar a dudas habría preferido un resultado diferente, apoyó sin embargo el proceso electoral a fin de favorecer un resultado que identifica claramente la opción de los haitianos.
Las bases para un acuerdo bipartidista en lo referente a Haití existen en Washington. Aristide se fue y no debería regresar. Electo por la misma base popular de haitianos pobres, incultos y desesperados, Preval ha obtenido un mandato político claro. Los cascos azules de la ONU tendrán que permanecer aún por años en la isla para permitir el fortalecimiento de las instituciones haitianas, el mantenimiento del orden y el respeto al derecho. Estados Unidos, los vecinos más cercanos a Haití, deberían tomar la dirección del movimiento de ayuda que debe permitir a Haití construir sus instituciones y combatir la miseria que desde hace largo tiempo sufre la población.
Debe estimularse a Preval para que sea abierto y plural en la elección de sus ministros y asesores, y a la oposición para que acepte los resultados de las elecciones y colabore con el nuevo gobierno. Nadie en Washington debe apoyar a los disidentes en Haití que buscan impugnar los resultados electorales. No se debe dejar que personalidades pagadas con fondos federales en Puerto Príncipe contrarresten las políticas implementadas por el embajador estadounidense.
La longevidad de tal acuerdo estadounidense dependerá en gran medida de la forma en que Preval gestione sus nuevas responsabilidades. Durante su mandato de 1996 a 2001, los funcionarios estadounidenses reconocieron que Preval es esencialmente un hombre honesto, accesible y deseoso de actuar contra los abusos dentro de su propio régimen. Por el contrario, le falta dinamismo y es reticente a llevar a cabo reformas económicas indispensables. Sin Aristide a sus espaldas, quizás Preval sea más incisivo esta vez.
Los partidos de oposición entonces en el parlamento también deben asumir una parte de la responsabilidad de las oportunidades frustradas debido al bloqueo de la mayor parte de las medidas necesarias para la obtención de miles de millones de dólares de ayuda internacional. Ahora bien, existe la posibilidad de que el parlamento haitiano que surge de estas últimas elecciones sea dominado por las mismas figuras de la oposición.
Únicamente si las dos fuerzas políticas en Washington presentan un frente unido se puede tener una oportunidad para convencer a las diversas facciones haitianas para que trabajen juntas por el bien de su país.
"Un país en ebullición"
Autor Duncan Campbell
Duncan Campbell es perioidista y editorialista de The Guardian.
Fuente The Guardian (Reino Unido)
Referencia "A country at boiling point", por Duncan Campbell, The Guardian, 21 de febrero de 2006.
Resumen Doscientos años después de haber logrado su independencia, Haití ha sobrevivido a un proceso electoral interminable que hubiera podido sumergirlo nuevamente en el caos. La victoria de René Preval es indiscutible. Ahora es fundamental que la comunidad internacional y sobre todo los países que tienen mayor influencia en Haití reconozcan su victoria y se aseguren de que no haya tentativas para socavar su autoridad, ya sea del interior o del exterior del país como ocurrió con Jean Bertrand Aristide.
Preval es el único presidente haitiano electo que haya terminado su mandato sin golpe de Estado. Su elección marca el deseo de los haitianos de ver un presidente combatir contra la pobreza y la corrupción. La victoria de Preval no garantiza la solución de los problemas, pero la ausencia de confirmación de su victoria conducirá al caos. Los adversarios de Preval deben reconocer su victoria. Deben investigarse igualmente los rumores de fraude electoral. Si no se hace la luz sobre este asunto habrá dudas en cuanto a la composición del parlamento, éste no será legítimo y continuará la inestabilidad. En fin, hay que contribuir a la reconstrucción de Haití.
"Haití: el más rico escenario electoral vivido por el país más pobre de América Latina"
Autor Paul Al-asheka
Paul Al-ashekar, periodista libanés, es corresponsal de importantes periódicos árabes como Alhayat, Al Watan y Assafir. Se ha especializado en los asuntos de América Latina, donde reside actualmente.
Fuente Tymat (Líbano)
Referencia "?????: ???? ???? ??????? ????? ???? ???? ??????? ", por Paul Al-ashekar, Tyma, 18 de febrero de 2005.
Resumen Diez días después de las elecciones presidenciales y parlamentarias, calificadas como significativas e históricas, Haití recupera a su ex presidente René Preval, quien, con la mayoría de los votos, no tuvo necesidad de organizar una segunda vuelta.
Los haitianos no escatimaron la ocasión para expresar su alegría, pero sobre todo su esperanza de que el presidente electo les garantizará la paz y la prosperidad tanto tiempo deseadas. Así, millares de haitianos se lanzaron a las calles, durante los últimos cinco días, para denunciar lo que calificaron como "espantosa falsificación de los resultados".
René Preval parece querer fundar un país democrático, lo que se manifestó en sus palabras, y especialmente cuando hizo saber que su mandato será seguramente transitorio y que el presidente derrocado, Jean Bertrand Aristide, exiliado en Suráfrica, tiene derecho a volver.
Dos años después de la separación de Aristide tras una vaga operación orquestada e implementada por las fuerzas estadounidenses, la situación, en la mayor parte del país, mejora cada vez más gracias a los "cascos azules", integrados en su mayoría por soldados latinoamericanos, magrebinos, yemenitas y jordanos.
En realidad la situación es crítica en Haití, la "Somalia de América", el primer país negro que obtuviera su independencia en 1804. Es el Estado más pobre de América Latina, sin infraestructura ni servicios esenciales, de ahí que la Organización de Naciones Unidas esté llamada a apoyarse en la legitimidad del último escrutinio para apoyar el desarrollo en todos los campos, y sobre todo para que reine la paz en el país.
"Haití votó por mi regreso"
Autor Jean-Bertrand Aristide
Jean Bertrand Aristide fue presidente constitucional de Haití, secuestrado el 29 de febrero de 2004 por parte de las fuerzas especiales estadounidenses luego de haber sido amenazado por los emisarios franceses Regis Debray y Veronique de Villepin. Primeramente detenido en la República Centroafricana, hoy se encuentra exiliado en Suráfrica. Hasta las elecciones de febrero de 2006, 67 Estados de África y el Caribe lo habían reconocido como el único dirigente legítimo de Haití.
Fuente The Mail-and-Guardian (Suráfrica)
Referencia "'Haiti voted for my return'", por Jean Bertrand Aristide, The Mail-and-Guardian, 24 de febrero de 2006. Texto adaptado a partir de una entrevista.
Resumen Lo que sucedió el 2 de febrero está muy claro: la gente fue a votar porque querían organizar un plebiscito que denunciara mi secuestro en 2004. Dijeron no al golpe de Estado, dijeron no al secuestro. Al votar por Preval votaron por mi regreso. Fue lo que dijo la gente en los colegios electorales y se dijo muy claramente: no al golpe de Estado, sí a la democracia.
El pueblo haitiano es inteligente. Un 70% es analfabeto, pero no es un pueblo estúpido. Siempre ha luchado por su dignidad y votar significa para el pueblo una cuestión de dignidad. No acepta que le impongan sus dirigentes mediante golpe de Estado, que se burlen de su voto, pues eso equivale a burlarse de su dignidad. La gente fue a votar porque querían luchar democráticamente pos su dignidad. Por eso votaron por mi regreso.
Pero no se trata sólo de mi regreso. Es algo mucho más allá de mi persona. Es una lucha por la dignidad por parte de un pueblo cuya voluntad ha sido frecuentemente ultrajada mediante golpes de Estado -35 golpes de Estado en 200 años de independencia es suficiente. El pueblo haitiano ha dicho que quería transición política mediante elecciones. La ONU, Francia y Estados Unidos deben comprenderlo. Hablan todo el tiempo de libertad y democracia; espero que al fin respeten los derechos democráticos de mi país.
En 1990 el pueblo me eligió como presidente. En 1991 se produjo un golpe de Estado. En el año 2000 el pueblo volvió a elegirme. Hubo otro golpe de Estado en febrero de 2004. Nuevamente en 2006 el pueblo ha votado por mi regreso. Los haitianos conocen sus derechos y exigen que los demás los respeten.
¿Qué futuro para mí ahora? Me gusta enseñar. Antes de haber sido electo en dos ocasiones era profesor, lo que ahora hago en la universidad de Sudáfrica. De regreso a mi país quiero dedicarme a la enseñanza. Cuando fui electo sólo había 34 escuelas secundarias públicas en el país, y hoy existen 138. La enseñanza siempre ha formado parte de mis sueños. En Haití sólo teníamos 1,5 médicos por cada 11 000 habitantes, y fundamos una universidad y una facultad de Medicina con 247 estudiantes. Lamentablemente éstos fueron expulsados de la universidad al producirse el golpe de Estado. Invertir en la educación es invertir en el desarrollo humano.
Miren a Nelson Mandela. Pasó 27 años en prisión. Cuando salió ayudó a su país a pasar del apartheid a la democracia. Como ex presidente continúa sirviendo a su pueblo. Sin ser presidente, continuaré a servir a mi pueblo mediante de la enseñanza. Desmond Tutu, en visita a Haití el mes pasado, dijo que aquello le recordaba los días del apartheid. Es un buen análisis, pues, a pesar de haber sido el primer país negro independiente desde 1804, estamos aún divididos por los muros del apartheid que permiten al 1% de la población poseer el 51% de las riquezas nacionales, mientras una inmensa mayoría vive con menos de un dólar diario.
Suráfrica es una inspiración para muchos países, incluido Haití, pues nos muestra que se puede llevar a ricos y pobres, a gobierno y sociedad civil, a unir sus fuerzas en el espíritu del Ubuntu, del diálogo y la justicia. Se puede dejar de erigir muros de apartheid y sustituirlos por puentes de solidaridad. Por eso soy más que feliz por continuar en el camino de la educación. Si la política es servir al pueblo, entonces podemos ser elegidos como presidente y servir al pueblo. Fue mi caso. Pero también se puede ser un ciudadano normal y continuar al servicio del pueblo. Es lo que pienso hacer.