Heiligendamm: una protesta multicorde frente a una violencia estatal monocorde / Elmar Altvater
Tiene valor simbólico el "Bote de combate“ de la policía federal [alemana] que arrolló a un bote neumático de Greenpeace, para impedir que los tripulantes del mismo entregaran en mano una petición a los poderosos del G-8. Greenpeace en la fortaleza de Kempinski: demasiado para Merkel y su entorno durante la cumbre, quienes, sin embargo, tienen siempre el oído atento a las menores insinuaciones de los lobbies de los fondos de inversiones y de los servicios financieros, que no dejan de cabildear para evitar las imprescindibles regulaciones. En esa medida, el bloqueo policial del G-8, como acción simbólicamente cargada, fue más efectiva que los cortes de rutas y caminos practicados por miles de activistas de izquierda, a fin de interrumpir el acceso al “Dique pseudosanto” [juego de palabras con el nombre de la población en que se desarrolló la cumbre del G-8, Heiligendamm –“Dique santo”-], como lo rebautizaron los lugareños en sus pancartas.
Pero, con todo y con eso, los adversarios de la cumbre lograron que, por unos instantes, saliera en los medios su protesta contra la indiferencia con que los G-8 hacen añicos el mundo, corrompen la naturaleza y se mantienen impasibles incluso frente a la muerte de seres humanos. El poder de los señores del mundo no es reconocido como un poder legítimo. Eso es lo que han contado titulares y plásticas imágenes en los noticiarios televisivos. Bien está, y se puede estar contento.
¿Fue por eso un éxito del movimiento de protesta el juego de ladrones y policías practicado ante el muro de Heiligendamm? Sin duda, resultó divertido para los implicados, y una manifestación acartonada y sin diversión es el principio del fin de un movimiento. Pero, ¿tiene futuro político este tipo de protestas? Difícil de responder. En primer lugar, la policía se acantonará allí. En segundo lugar, los medios de comunicación acaban perdiendo interés por el asunto, y terminan archivadas las fotos más hermosas, como aquellas otrora provocativas imágenes de traseros desnudos procedentes de la Comuna I. En tercer lugar, hay otras formas de protesta contra los jerarcas de la globalización, como se pudo ver en el Báltico.
La fuerza del movimiento crítico de la globalización es el carácter multicorde de una protesta que se atraviesa en el camino de la monocorde violencia estatal, la cual –como dice ya su nombre— reacciona con violencia, pierde toda medida y se hace ilegítima. La primera forma de protesta sigue siendo la clásica manifestación, como el 2 de junio en Rostock. Las manifestaciones son importantes y útiles para llevar a la opinión pública la crítica a los dominadores. Siguen dando también, sin embargo, ocasión a los provocadores, también, y no secundariamente, a los provocadores policiales, para legitimar la oferta estatal de violencia. Hay indicios de que, en Rostock, funcionarios de policía alentaron algaradas que luego les sirvieron para presentarse ante los medios como víctimas.
La segunda forma de expresión son los debates en los que se discute sobre alternativas a la política del G-8. Eso se dio tanto en el auditorio de la Linkspartei [Partido de la Izquierda] en Bad Doberan, como en la Contracumbre de Rostock, que contaron con algunos millares de participantes. Ambos foros estaban concebidos para trasladar a la opinión pública la fundamentación intelectual de la crítica al G-8 y para proporcionar argumentos al movimiento antiglobalizador. Porque la resistencia frente a la globalización promovida por los consorcios transnacionales no se acaba en Heiligendamm. Una tercera forma de expresión son los festivales con estrellas del rock, en donde se cantan cosas como „tranquilo, tronco, que no cantan ni el malo ni el bronco”: eso puede entenderlo, tal vez, hasta el señor Schäuble [el actual ministro alemán de interior]. Una cuarta forma la constituyen los bloqueos, imponentes en la medida en que muchos participan de forma totalmente pacífica, cosa que cogió por sorpresa a la policía. Fue bueno para la austoestima no dejarse amedrentar por los actos de represión en la cumbre y por la presencia marcial de policías disfrazados de Robocops con uniformes de combate.
Verosímilmente, el sistema G-8 se corroerá por dentro en los próximos años. Pues, por lo pronto, el próximo Presidente de EEUU tendrá que desescombrar las ruinas que deja George W. Bush. Los escombros alcanzan mayor altura que la de los restos del World Trade Center. Tampoco el G-8 podrá evitar ponerse aquí manos a la obra. Además, los chinos, los hindúes, los brasileños o los sudafricanos, ahora invitados a posar en la foto final, no querrán seguir sentándose en la mesa de la servidumbre. Por otro lado, dado que desafíos existenciales como el cambio climático, las crisis financieras y la pobreza no hacen sino crecer y agudizarse merced a la inactividad del G-8 y a su lacayuna actitud frente a los intereses económicos a corto plazo, la legitimación de la institución del G-8 seguirá erosionándose. Sobre eso tiene que incidir un movimiento global de protesta que se ha hecho consciente de sí mismo. El movimiento es vector de una utopía: „Otro mundo es posible“. Motivos y estímulos para una política ecológica, social y de paz, no faltan. De lo que se trata es de vincularlos en red.
Video crónica de la manifestación contra el G8
*[i]Elmar Altvater es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO. Su último libro traducido al castellano: E. Altvater y B. Mahnkopf, Las Limitaciones de la globalización. Economía, ecología y política de la globalización, Siglo XXI editores, México, D.F., 2002.[/i]
Fuente: [color=336600]Freitag / Revista Sin Permiso -17.06.2007[/color]
Traducción para www.sinpermiso.info: Amaranta Süss