Inmejorable, Biolcati
El talentoso y circunspecto Carlos Trillo, un amigo, suele emplear una expresión muy útil en su precisa imprecisión para calificar lo incalificable, aquello que sólo se puede describir acudiendo a la elegante ambigüedad que presta un polisémico adjetivo: inmejorable. Una película, una torta, incluso la impresión que alguien causa pueden ser, ante la pregunta interesada del curioso más o menos impertinente, inmejorables. En todos estos sentidos, por ejemplo, el discurso de Biolcati en la Rural fue inmejorable.
Así se lo habrán hecho saber sus compañeros de cruzada al pie de la tribuna y al cabo de la sucesión de sofismas encubiertos y exabruptos explícitos que hilvanó tan coherentemente rodeado, en la Rural, donde De Narváez presta la casa y Macri juega de local. Porque lo de Biolcati fue sin duda inmejorable –sin ironías– para los que, sin que se les cayera la cara, se sintieron representados al oírlo afligido por la exclusión social y la pobreza cuando, en realidad, más allá de algún gesto pour la galerie electoral, en la reputísima vida ése ha sido el eje de su preocupación empresaria-propietaria-gremial-política. E inmejorable fue la calificación de esa audiencia, complacida ante la pieza retórica compuesta a medida para la ocasión, al escuchar, en una primera persona del plural retóricamente inclusiva, definiciones para el bronce y la cita: “Cuando alteramos el rumbo institucional, nos perdimos”. Y sin transición ni vergüenza: “Cada vez que castigamos al campo, nos equivocamos”. Qué bárbaro. “Inmejorable, tano –lagrimearon de emocionada gratitud a su lado–. En una sola operación sacamos tardía y mentirosa chapa de demócratas, y equiparamos los golpes militares y la represión criminal (que en realidad consentimos y apoyamos) con las ocasionales políticas de Estado respecto de uno de los actores principales de la economía nacional. Qué maestro.” Inmejorable.
Uno trata de no sacarse. Sobre todo porque criticar y desmenuzar las falacias y agachadas de un discurso tendencioso y mentiroso como éste de Biolcati podría ser interpretado como una manera de avalar sin cuestionamientos una gestión de gobierno llena de agujeros negros y graves errores de concepto y ejecución. Y no es así. Uno trata de no sacarse, porque al atacar el oportunismo y la hipocresía del discurso inmejorable –-ahora sí desde nuestra irónica calificación y lectura– del vocero “del campo” puede parecer que (uno) no discrimina los grises dentro de un sector productivo que no debe identificarse con una clase, ni con un sector social, ya que incluye desde gente poderosa como este ocasional presidente de la SRA (fortuna de entre 70 y 80 millones, calculados sin cálculo en charla-reportaje con Jorge Fontevecchia, el año pasado) y, con todas las variantes intermedias, una multitud de argentinos, “gente de campo”, tan maltratados como mucha otra “gente de ciudad” o –para ir más lejos– “gente de villa”, por la falta de equidad y oportunidades. Por eso uno trata de no sacarse.
Pero es difícil. Sobre todo cuando la retórica inmejorable, tras pasearse por todos los lugares comunes del golpe bajo sin pudor ni registro alguno de memoria histórica, a la hora de prender el ventilador reparte la mierda de moda (la corrupción y el autoritarismo) por todas partes, incluso a su muy próximo alrededor, pero siempre más allá del alambrado que circunda el coto cerrado de la supuesta única reserva económica y moral de la patria: la tierra. Esa tierra que, según el remate del discurso, y como en la famosa y bellísima novela de George R. Stewart, siempre, y para siempre, permanece. “La tierra permanece”, concluye Biolcati. Inmejorable.
Considerarse parte de un elemento/componente inamovible, casi a-histórico, del ser nacional debe ser una sensación muy fuerte, soberbia y placentera. Lo notable es que la cita completa es que los hombres van y vienen, pasan, y –ahí sí, más allá, antes y después de ellos– la tierra permanece. En fin... Si era por terminar con una alusión culta el discurso ocasional, yo hubiera utilizado otras referencias. Por ejemplo, esa que recoge Viñas sobre “los dueños de la tierra”, o aquella otra, incómoda acaso, de “la tierra para el que la trabaja”. Pero eso hubiera perturbado el hilo del razonamiento, introducido otras variables.
Así, como está, su discurso es realmente inmejorable, Biolcati.
Periodista y escritor argentino.
Fuente:">http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-150573-2010-08-02.html]F... Página 12 - 02.08.2010
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Anexo
Discurso realizado por Hugo Biolcati en la inauguración de la 124° Exposición
de Ganadería, Agricultura e Industria el pasado 31 de Julio de 2010
Todo comenzó una fría y lluviosa mañana.
El escenario fue el lugar donde Garay había plantado el símbolo de la justicia y fundado por segunda vez esta ciudad.
Se la llamaba plaza de la victoria porque allí, culminó la reconquista, y los invasores ingleses finalmente se rindieron.
Era una fría mañana de mayo, hace 200 años.
Fue llegando la gente.
Comerciantes, artesanos, profesionales, vecinos de los alrededores y otros de barrios más lejanos, convocados por el fervor de French y de Beruti.
Allí estaba el pueblo reunido, queriendo saber...
Y nueve hombres jurando en el tenso clima del cabildo.
Desde niños hemos imaginado la escena, y con mayor o menor habilidad
Todos hemos dibujado aquellos paraguas en alguna página del cuaderno escolar.
Estoy seguro que muchos de nosotros, de haber vivido en ese tiempo, hubiéramos estado allí, participando de los orígenes de la patria.
Yo hubiera estado allí, y estoy seguro que mis amigos de la mesa de enlace: Eduardo Buzzi, Carlos Garetto y Mario Llambías hubieran estado conmigo.
Hubiéramos estado allí; apoyando a Manuel Belgrano en su tarea de promoción de la agricultura, a la que consideraba un pilar fundamental del progreso económico de las naciones.
Hubiéramos estado allí; participando, redactando alguna nota en aquel semanario de agricultura que editaba Juan Hipólito Vieytes, y por supuesto en su jabonería, alumbrando las ideas de mayo.
Hubiéramos estado allí; junto a moreno.
Hablo de mariano moreno, el de los altos y fogosos ideales, el que escribiera la "representación de los hacendados".
Acompañándolo en su lucha por la libertad de comercio, contra los altos gravámenes exigidos por el cabildo virreinal.
Pero estamos aquí, 200 años después.
Luchando contra otros gravámenes, exigidos por otros mandatarios.
200 años después defendiendo los mismos ideales.
Estamos aquí en el bicentenario de la patria junto al señor jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Don Mauricio Macri;
Al señor ex presidente de la Nación Don Eduardo Duhalde;
Al señor subsecretario del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos Don Edward Avalos;
Señor secretario ejecutivo del Ministerio de Agricultura de Brasil Don Gerardo Fonteles;
Al señor jefe de gabinete del Ministerio de Agricultura de Chile Don Eduardo Portilla;
Junto a los señores legisladores nacionales y provinciales;
A los presidentes de:
La Sociedad Nacional de Agricultura de Chile Don Luis Mayol;
De la Sociedad Rural Brasileña Don Cesario Ramalho da Silva;
De la Asociación Rural del Paraguay Don Juan Néstor Núñez;
De la Asociación Rural del Uruguay Don Manuel Lussich;
De la Federación de Agricultura del Estado de Rio Grande do Sul Don Carlos Sperotto;
Y al vicepresidente de la Federación Rural del Uruguay Don Miguel Sanguinetti;
Junto al Secretario General de UATRE Don Gerónimo Venegas;
Estamos aquí junto a
Los Señores Embajadores;
A los representantes de las entidades colegas;
A los expositores;
A los socios de la sociedad rural;
A los productores y trabajadores rurales; amigos ...
Estamos aquí compartiendo con ustedes, este honor que la historia nos regaló. Inaugurar la 124° Exposición de Agricultura, Ganadería e Industria, Internacional; nada más ni nada menos que:
"La Rural del Bicentenario".
Hace un siglo, aquí en Palermo, esta Sociedad Rural que me enorgullece presidir, también exhibió ante los ojos del mundo el trabajo del campo y sus frutos, tal vez el perfil más auspicioso de la argentina.
A pesar del colosal esfuerzo que les demandó organizar aquella muestra; Nuestros predecesores no se detuvieron.
Sabían que trabajar por el progreso del campo era una excelente forma de celebrar el primer Centenario de la Patria.
Los tiempos, las circunstancias, la realidad del país son otros, pero puedo asegurarles que 100 años después, seguimos trabajando con la misma pasión.
Nadie podrá decir que nos hemos quedado quietos o en silencio.
Junto a las instituciones que conforman la Mesa de Enlace, hemos hecho oír la voz del campo.
Hemos participado activamente en el devenir político e institucional de la Nación.
Hemos mantenido con firmeza nuestros reclamos.
Hoy más allá de esta tarea incesante, la Mesa de Enlace es un símbolo.
Símbolo de la resistencia frente a la voracidad, la ineficiencia y las políticas equivocadas.
Símbolo de la unidad en la diversidad.
Porque la diversidad de las ideas siempre potenció el objetivo común.
Y hay algunos temas que no admiten diferencias.
Frente a la pobreza, a la injusticia y a la exclusión;
No hay diferencias en la Mesa de Enlace.
La opinión es una sola, unánime y contundente:
¡Basta!
Ninguno de los que estamos sentados en esta mesa quiere un país sin equidad, sin educación, sin integración social.
La Mesa de Enlace es un modelo de confianza en el que la vocación de diálogo es permanente.
Opinamos, discutimos, disentimos y acordamos.
En ese diálogo, fructifica la unidad.
Nos reunimos para confrontar ideas e imaginar consensos.
Y nos seguiremos reuniendo, edificando desde cada entidad, un universo de colaboración;
Incorporando al debate una nueva generación de dirigentes para recibir el aporte de sus jóvenes y renovadoras ideas.
La Mesa de Enlace es también un ejemplo.
Un ejemplo del diálogo que construye y no descalifica.
Un paradigma que debieran imitar nuestros actuales gobernantes.
Solo los autoritarios, los soberbios, los egoístas descalifican al otro para dominar la escena.
Es que el egoísmo es pariente cercano de la ambición, la avaricia y el poder.
Esperábamos de las autoridades nacionales un pequeño gesto en el Bicentenario de la Patria, quizás que se acercaran hasta aquí.
Que comprendieran que la sociedad ya no admite ese estilo crispado, arrogante y confrontativo.
Que abandonen por un instante el sesgo autoritario, la mirada soberbia y el gesto intemperante.
Hace falta abrir una ventana en esa muralla de intolerancia
Que sople el aire fresco del respeto, la convivencia y el diálogo.
Al fin y al cabo son sólo un episodio pasajero, de esta historia de 200 años.
Dijo Juan Bautista Alberdi: "el Gobierno no ha sido creado para hacer ganancias, sino para hacer justicia; no ha sido creado para hacerse rico, sino para ser el guardián y centinela de los derechos del hombre".
Cuantas veces en estos dos siglos, el estado dejó de ser guardián de esos derechos para convertirse en un predador de vidas, bienes o libertades.
Cuantas veces los gobernantes se instalaron en el poder e hicieron del bien público su botín.
Y aquí estamos más de 40 millones de argentinos,
Todos protagonistas de esta historia.
Somos lo que fuimos como Nación durante estos 200 años.
Y las próximas generaciones serán el resultado de lo que hagamos con ésta nuestra nación.
Los aniversarios de cifras contundentes son circunstancias que invitan a reflexionar; a evaluar y comprender lo que hicimos, a proponernos lo que haremos.
Con casi 3.000 kilómetros cuadrados de tierras fértiles...
Un clima perfecto para la agricultura,
Caudalosos ríos y una orografía que guardaba minerales suficientes para soñar grandes industrias, la argentina despertó la admiración del mundo que la consideraba más que una promesa...
Cuando cumplió su primer siglo de vida era uno de los principales exportadores del mundo.
Contaba con adelantos tecnológicos de avanzada:
Maquinaria agrícola,
Electricidad,
Tranvías y automóviles de combustión.
En 1912 se inauguró el subterráneo.
Fuimos el primer país latinoamericano en tener ese medio de transporte.
En 1919, las exportaciones superaban los mil millones de dólares, récord recién superado en 1946.
El 50% por ciento del comercio exterior de toda América del Sur, era argentino.
¿Dónde equivocamos el camino?
¿Por qué perdimos el rumbo?
Cada vez que rompimos el orden institucional, nos perdimos.
Cada vez que castigamos al campo, Nos equivocamos.
En estos 200 años desperdiciamos grandes oportunidades.
En el centenario éramos el granero del mundo y una de las naciones más prósperas del planeta.
En el bicentenario somos un país vapuleado por la corrupción, la imprevisión, la exclusión y la pobreza.
Desde la segunda mitad del siglo XX en adelante las disputas, los condicionamientos externos, los seis golpes de estado que reemplazaron
Gobiernos constitucionales por dictaduras, el obsceno endeudamiento público,
Algunas desatinadas privatizaciones y algunas malintencionadas nacionalizaciones destruyeron lo construido hasta ese momento.
El resultado es un país donde:
El 36% de los hogares no tiene cloacas,
El 27% habita en zonas inundables.
El 11% no tiene un baño con descarga de agua,
El 12% sufre hacinamiento
El 16% está en riesgo alimentario
El 22% sufre de exclusión laboral severa
El 27% no tiene un proyecto de vida más allá del día a día.
Una de cada tres familias esta excluida, marginada de los parámetros básicos económicos y sociales.
Esta Nación, pródiga y diversa en su riqueza geográfica, tiene cientos de miles de familias hacinadas en bolsones de sometimiento.
Esclavos de territorios electorales que conforman el feudo de una "federación" de gobernantes, intendentes, caudillos y punteros políticos que se hacen fuertes y poderosos a medida que los pobres son cada vez más pobres y dependientes de sus favores.
Le llaman "clientelismo".
Se trata de una humillante manipulación de las conciencias,
Votos a cambio de favores, de ayudas indispensables para la vida cotidiana de los más humildes.
Hay que ser pobre para saber que cuando llega la inundación,
Cuando un hijo está "volando de fiebre", o al borde de la desnutrición, cuando se está a punto de parir; se necesita ayuda.
Entonces, con el Estado ausente, aparece la ayuda del puntero y su miserable negocio político.
Es imposible con tantas urgencias, con tantas necesidades, ejercer libremente los derechos ciudadanos.
Hay que terminar con la miseria para terminar con el clientelismo.
Hay que terminar con la pobreza para que más de un millón de argentinos
Recuperen su condición de ciudadanos y puedan votar por quién se le dé la gana.
Esta es la Argentina del Bicentenario:
Un país inmensamente rico, que está lleno de pobres.
En el primer centenario, la Argentina ocupaba el 8° lugar entre los países del mundo.
Cien años después, estamos disputando el puesto 57.
Hace 200 años discutíamos decisiones fundamentales:
Ser españoles o ingleses, monárquicos o republicanos.
Hace 100 años, el debate era si debíamos ser como los grandes países de Europa o como Estados Unidos.
Hoy, compartimos con los países más humildes y castigados de la tierra los últimos puestos del ranking de calidad institucional.
En un empinado tobogán se fueron deslizando las expectativas, los sueños, los proyectos de aquellos que bajaron de los barcos para echar raíces en esta tierra y unirse a su destino.
Hoy, algunos descendientes de esos hombres y mujeres piensan que su destino inevitable está en otras tierras.
Como casi todas las naciones, hemos transitado la gloria y la derrota, el éxito y el fracaso, la esperanza y la desilusión.
Hemos fundado y refundado la Patria.
Nos hemos dormido en la paz y amanecido en la guerra.
Creíamos que éramos los mejores del mundo y de pronto descubrimos que estábamos fuera de la copa.
Por eso, a estos 200 años de la patria, no sólo hay que celebrarlos, también hay que meditarlos.
Quizá sea más importante entender que recordar.
Si el Bicentenario solo es celebración y recordación, va a pasar sin que nos demos cuenta.
Llamar "fondo del Bicentenario" a uno de los decretos de necesidad y urgencia más arbitrarios jamás promulgados, es quitarle a la palabra Bicentenario todo su simbolismo; todo su significado.
El Bicentenario no es una marca,
Es una oportunidad para reflexionar de verdad.
Debemos conocer lo que fuimos,
Entender donde estamos y meditar por qué estamos aquí.
Para ello hay que atreverse a descorrer los velos y tabúes del pasado.
Es cierto que hay personajes en nuestra historia
Que como fantasmas, aparecen y no nos dejan dormir en paz.
Pero también es cierto, hay otros que no descansan en paz,
Advirtiendo que hemos olvidado sus ideales, su pensamiento, su ejemplo moral.
Sin desconocer nuestro pasado, sin olvidar nuestros errores;
Éste es el momento de mirar hacia adelante e imaginar los próximos 100 años.
Sabemos que pronosticar el futuro en la argentina es una tarea muy difícil y riesgosa.
Más aún si tenemos que planear el futuro de esta Nación, basándonos en las cifras del Indec, con sus encuestadores barra bravas y sus funcionarios mitómanos.
Pero no importa, dicen que el futuro
No es "lo que todavía no sucedió"
Sino lo que construiremos para que suceda.
Somos responsables de la historia del país y seremos los responsables de su futuro.
De todo lo bueno, de todo lo malo...
En estos 200 años aprendimos que queremos vivir en democracia y sostener sus instituciones.
Algunas están funcionando:
Custodia y reaseguro de la Constitución, la Corte Suprema ha tenido una saludable renovación.
Y el Congreso está asumiendo su protagonismo, y comienza a expresar la voluntad de los ciudadanos y de las provincias.
Pero hay temas pendientes...
El 25 de mayo de 1810 la sociedad se pronunció por un cambio,
200 años después debemos volver a pronunciarnos.
Hace falta un cambio profundo que nos saque de esta situación de vaciamiento moral que involucra a dirigentes, políticos y a gran parte de la sociedad argentina.
No se cambia a la Argentina, si no cambiamos los argentinos.
La mejor forma de honrar al Bicentenario será despertar al ciudadano que tenemos dentro para emprender una tarea imprescindible:
Poner de pie los valores morales de la Nación.
Con educación, con una sociedad mas solidaria, preocupada por el bien común y que audite a los representantes que eligiera con su voto, se irán gestando los objetivos patrióticos de los años venideros.
Y cuando los objetivos son patrióticos los ciudadanos no tardan en comprometerse con ellos.
Por eso el reclamo del campo tuvo la adhesión que tuvo.
Porque era la tierra, la historia, nuestros recursos, nuestra esencia, la Patria la que estaba reclamando.
En esta reconstrucción de los valores éticos, no hay lugar para el "no te metas porque es peligroso"
En los próximos años no habrá nada más peligroso que no meterse.
Debemos dotar a esta democracia de la plena vigencia de sus instituciones para que la Argentina sea auténticamente representativa y federal.
Una República de verdad donde el poder legislativo no delegue su poder y ejerza las atribuciones que la constitución le ha asignado como un deber ineludible.
Un federalismo real, donde los gobernadores no tengan que ponerse de rodillas frente a la todopoderosa autoridad central y mendigar algo de la riqueza que ha generado el trabajo de los hombres de su provincia.
Hoy no tenemos esa Nación.
Hoy tenemos administradores a los que parece les gusta tener a nuestros productores sometidos, encadenados llenando un montón de formularios.
Haciendo cola en los mostradores de la Oncca.
Todo para que le devuelvan un poco de lo que le retuvieron de su cosecha o de su trabajo.
¡Qué manera de hacerles perder el tiempo!
Si no, pregúntenle a los productores de trigo que todavía están esperando que les devuelvan las retenciones del año pasado!
Seguramente ahora, antes que finalice el período de vigencia de las facultades delegadas, utilizando el más ortodoxo de los gatopardismos, intentarán engañarnos anunciando una segmentación, que simule la eliminación de las retenciones.
¡Si nadie quiere que le quiten
Con la promesa que le van a devolver!
¡Qué poco saben del campo esos funcionarios!
¡Qué poco lo conocen!
¡Habría que pedirles que averigüen cómo hace el campo
Para producir alimentos para más de 300 millones de personas!
Que lo recorran a pie y vean esa gigantesca fábrica sin techo que trabaja sin cesar.
Que no insistan con políticas equivocadas...
¿Todavía no se dieron cuenta que con esas políticas tuvimos la peor cosecha de trigo del último siglo,
No pudimos cumplir la cuota Hilton y falta carne en la Argentina?
Pero si los argentinos,
Somos responsables de la historia que viene, tendremos una nueva oportunidad.
¡No renunciaremos a ser grandes!
La Argentina del Bicentenario debe sellar un compromiso con el futuro.
Debe impulsar un proyecto agroindustrial que haga crecer la producción a niveles nunca alcanzados.
Que convierta a esta Nación en el principal proveedor de alimentos del planeta.
No queremos un país que deposite cada vez más pobres y desocupados en las villas miserias del conurbano de esta gran ciudad.
Tampoco queremos un desierto verde de soja que produzca riqueza para pocos.
Queremos agricultura con agricultores,
Trabajadores arraigados a su tierra, a su pueblo.
Pueblos que crezcan y se desarrollen al ritmo de la actividad de las pequeñas y medianas industrias locales.
Productores rurales, fabricantes de alimentos, de maquinaria agrícola que desde todos los rincones del campo argentino, incorporen tecnología, procesos innovadores, inviertan y multipliquen los puestos de trabajo.
Ése será el fin de la pobreza y la exclusión.
La posibilidad de bienestar y trabajo para millones de argentinos.
Más allá de avatares políticos, más allá de circunstancias desfavorables,
El futuro fijó su residencia en el campo argentino.
Hace 200 años, un puñado de patriotas
Comenzó a escribir esta historia.
Celebremos este bicentenario
De la mano de sus más bellas utopías.
Que los hombres de mayo con su pensamiento y sus ideas guíen nuestra acción en el futuro.
Los tiempos que vienen, serán tiempos promisorios si asumimos el compromiso de poner de pie a nuestra nación.
Ése es el deber y el derecho de esta generación de argentinos.
Así nuestros hijos o nuestros nietos podrán vivir coronados de gloria
Y ver en su trono a la noble igualdad.
Hay unas bellas palabras del antiguo testamento que quiero recordar ahora.
Dice "el libro de los libros":
Los hombres pasan..., pero la tierra permanece...
Y allí está la tierra argentina,
A 200 años de la revolución de mayo, sustentando un gigantesco conglomerado de sectores productivos.
El más dinámico y poderoso de la economía nacional.
En el Bicentenario de este maravilloso suelo, donde se asienta nuestra Patria
Deseo que todos los argentinos se comprometan a respetar la tierra y a los hombres que en ella trabajan.
Necesitamos la tierra no sólo para respirar y vivir,
También para progresar, crecer y desarrollarnos.
Esta maravillosa tierra argentina, la tierra que nos da el pan nuestro de cada día.
Porque los hombres pasan, los gobiernos son un mero episodio,
Pero la tierra..., como la patria,
La tierra permanece.
Los invito a formar un coro de voces que se escuchen desde el fondo de la historia.
Decía Santa Catalina de Siena:
"¡Basta de silencios!
¡Gritad con cien mil lenguas,
Que por haber callado
El mundo está podrido!"
Seamos miles gritando.
Los invito a exclamar un "Viva la Patria" que sea una invocación a nuestras esperanzas, a nuestros proyectos, a nuestra templanza, a nuestras ilusiones.
Un deseo de grandeza para la Argentina de los próximos 200 años.
Seamos miles de voces gritando al unísono:
¡Viva la Patria!
Muchas gracias.
Eduardo, Carlos, Mario, vengan conmigo...
Inauguremos juntos esta Exposición del Bicentenario.[/size]
Fuente:">http://www.clarin.com/politica/Discurso-completo_0_308369386.html]Fuente: Diario Clarín - 31.07.2010