La génesis del lulismo

Pocos han sido los ejemplos de liderazgo que llegaron a tener una proyección política de ámbito nacional en la historia del movimiento obrero brasileño. El capitalismo brasileño, colonial y casi prusiano, servil y subordinado, siempre ha desmembrado, impedido y reprimido los liderazgos nacidos del mundo laboral. En este sentido, a Lula se le puede considerar un caso excepcional. Autor: [b][color=336600]Ricardo Antunes*[/b][/color] [size=xx-small][b]Artículos relacionados:[/b] .Brasil: Lula entre decir y hacer .Brasil: ¿y la Reforma Agraria? .Brasil: Carta de las Madres Sin Tierra [/size]

Emigró desde los rincones del nordeste brasileño al cinturón obrero que se estaba desarrollando en el actual ABC paulista [1] bajo el impulso del juscelinismo [2] y de la naciente industria automovilística, en busca de trabajo, y se convirtió por un incidente en dirigente sindical. Aún no teniendo ninguna experiencia sindical y ser un neófito en política, su hermano, conocido con el sobrenombre de Frei Chico, obrero y militante del PCB, que la dictadura militar le había inhabilitado para formar parte de la candidatura del sindicato de los metalúrgicos de São Bernardo, le dio entrada en el sindicato. Y así es como Lula llegó a la dirección del sindicato de los metalúrgicos con el único propósito de “mejorar de vida”.

Sin embargo, en poco tiempo, la figura de Lula despuntó, demostrando una sensibilidad poco común; todo lo contrario que Paulo Vidal, una especie de borrego que en esa época dirigía el sindicato. La vivencia de obrero en la fábrica le dio fuerza y empuje para representar mejor los intereses de los obreros que, por entonces, a mediados de los años 70, todavía bajo la truculencia de la dictadura militar, no encontraban los canales para una verdadera representación.

Así fue como en pocos años se convirtió en un referente dentro de la categoría de los metalúrgicos del ABC paulista, lo que más tarde le llevó a la presidencia del sindicato. Su espontaneidad obrera suplantaba sus limitaciones. Decía lo que sentían los trabajadores, les daba voz, en una fase de la dictadura donde dominaba la mudez.

A modo de recordatorio, podemos evocar la época, por los idus de 1973, en que Delfim Neto, el entonces mago de la economía política de la dictadura (y hoy aliado de Lula y su gobierno) robó el 34,1% del aumento salarial de los trabajadores y Lula tuvo el coraje de denunciarlo. Ahí nació su máxima: luchar contra la “opresión salarial”, expresión que tomó cuerpo y cara en el lenguaje de Lula, el metalúrgico, que denunciaba la realidad marcada por una política económica prometedora para los capitalistas y tacaña para los trabajadores.

Lula se convirtió en la expresión viva, real y auténtica de lo que entonces muchos de nosotros, estudiosos y simpatizantes del naciente movimiento, llamábamos el “nuevo sindicalismo”. Lideró imponentes huelgas como las de 1978 a 1980, combatió el borreguismo sindical y descontentó al sindicalismo político tradicional que por entonces, bajo la gran represión, vinculaba la acción obrera a los intereses de una pretendida (y de hecho inexistente, como quedó demostrado con el golpe de 1964) “burguesía nacional progresista”.

Descontento con esa doble alternativa dada por el borreguismo sindical y por la política antiobrera, Lula participó activamente en la creación del PT [3] en 1980, y de la CUT [4] en 1983, que en sus planteamientos propugnaban la autonomía sindical y política de los trabajadores.

Si en la CUT, Lula era la voz principal, en el PT se convirtió en el líder esencial. Pero poco a poco, en una transición que duró más de diez años, Lula, como líder del partido, se fue despegando de su base obrera original para convertirse en un tipo de político profesional que presumía de su “nueva condición” de clase media.

Sus manifestaciones en el documental Entreatos, realizado por João Moreira Salles, son explicitas. Lula hizo de todo para convencer al encuestador del IBGE [5] de que era un hombre de “clase media”. Su desprecio por el “mono de trabajo”, también registrado en el documental, no es propio de quien se enorgullece de su origen y pasado sino de alguien que sueña con disiparlo, con transformarse en el ejemplo cabal del “hombre hecho a sí mismo”.

Y al hacerlo, expresaba algo que fue consolidando sistemáticamente: por detrás de su aparente sencillez iba aflorando alguien que apreciaba cada vez más el culto a la personalidad, veneraba la condición de líder e incluso de tertius, dentro del PT, lo que hizo que proliferase, tanto dentro como fuera del partido, el fenómeno del lulismo.

Si durante la década de los 80, una de las más ricas de la historia de las luchas sociales en Brasil, Lula supo mantenerse vinculado a los intereses mayoritarios del mundo laboral, en la década siguiente, marcada por el yermo neoliberal, Lula consolidó su gran mutación. Lo que le costó su esencia. Y sin ella sobrevivió el lulismo. Así concluía su fase inicial. Se estaba gestando el nuevo “mesías” de la política dentro y fuera del PT. Elegido para desafiar al neoliberalismo, se convirtió en su más competente adalid.

Notas

[1] N. de la T.: ABC paulista: es el Consorcio intermunicipal creado oficialmente en diciembre de 1999, en el estado de São Paulo.

[2] N. de la T.: Así llamada a la política desarrollada por el presidente Juscelino Kubitschek (1956 – 1961).

[3] N. de la T.: PT, Partido de los Trabajadores.

[4] N. de la T.: CUT, Central Única de los Trabajadores.

[5] N. de la T.: IBGE, Instituto Brasileño de Geografía y Estadística.

*Profesor Titular en Sociologia del Trabajo en la Universidad de Campinas (UNICAMP). Autor de Los Sentidos del Trabajo, Adios al Trabajo?, entre otros libros. Es miembro del Consejo editorial de Margem Esquerda (Brasil), de Herramienta (Argentina) y editor participante de la Revista LatinAmerican Perspectives (EUA) y entre otras publicaciones.

Fuente: [color=336600]Tlaxcala – 22.03.2007[/color]

Traducido por Antonia Cilla

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