La guerra en Irak y las próximas elecciones
Sin dudas, la importancia de las elecciones internas del partido demócrata en el estado de Connecticut radica más en lo que proyecta políticamente que en su peso decisivo para las elecciones. En poco más de tres meses se llevarán a cabo las elecciones legislativas que renovarán un tercio de los representantes del Congreso y el Senado.
La derrota de Lieberman fue percibida (por partidarios y opositores) como un golpe a aquellos que acompañan la política exterior de Bush y la Casa Blanca, especialmente en Irak, cuando ese país se debate en una potencial guerra civil, con una creciente violencia entre las distintas facciones. Ni el gobierno de coalición iraquí ni el asesinato de Al Zarkawi (presentando como un triunfo por Bush hace dos meses) pudieron zanjar las profundas divisiones del Irak post-Hussein, todo lo contrario, la ocupación imperialista liderada por EE.UU. y Gran Bretaña sólo agudizan estos enfrentamientos.
El jueves 17 de agosto, la jueza federal Anna Diggs Taylor falló contra las escuchas telefónicas realizadas por el gobierno, supuestamente amparado en los poderes atribuidos a Bush por el Congreso luego de los ataques del 11 de septiembre de 2001. Aunque el fallo de “anticonstitucionalidad” será apelado por la Casa Blanca, plantea un precedente negativo para Bush, los republicanos y todos los partidarios de la guerra, que ven erosionarse día a día el apoyo a la ocupación imperialista en Irak.
Las próximas elecciones serán un referéndum
Históricamente el partido de gobierno siempre perdió terreno en las elecciones de “medio término”, ya que juegan un rol de referéndum. En estas próximas elecciones se suma la baja popularidad de Bush (ningún republicano lo quiere cerca) que es uno de los temas clave que definirán los resultados.
Es probable que el partido demócrata gane la Cámara Baja (diputados) y algunos señalan que no es utópico pelear el Senado. “Si los demócratas ganan 15 escaños en la Casa (cámara baja) -un número que los analistas en ambos partidos dicen que es razonable de alcanzar- los republicanos abandonen el poder por primera vez de 1994. En el Senado, los demócratas necesitan seis escaños para ganar el control -una perspectiva más remota pero según varios, posible.” (Washington Post 8/8)
Nadie cuestiona esta perspectiva, sólo se discute cuánto perderán los republicanos. Es por esto que varios de ellos se están alejando lo más posible de la gestión y empiezan a criticar la política de Bush, por derecha y por “izquierda”. Algunos se hicieron “críticos de la guerra”, y piden un cronograma para el retiro de las tropas estadounidenses de Irak (política que impulsan en común con varios demócratas). Otros critican su política “blanda” frente la inmigración, que contempla el programa de “trabajadores huéspedes”, rechazado por el ala más conservadora del partido republicano, que a su vez responde a un sector de la sociedad que quiere mano dura contra los inmigrantes ilegales. Este representa una porción importante de votos (denominados “votantes con valores americanos”), así como son los latinos.
La derrota de Lieberman (es más importante que el triunfo de Lamont)
Todos los que ayer acompañaron a Bush, e intentaron capitalizar como él y los republicanos el temor de la población estadounidense, acrecentado por la “guerra contra el terrorismo”.
La guerra en Irak, sobre todo el empantanamiento estadounidense, se transformó en uno de los ejes de la campaña electoral de noviembre, el peor escenario para el partido republicano: los mismos generales yanquis plantean dudas sobre su estrategia, muchos piden el retiro de tropas y el rechazo a la guerra. Otros problemas como la inmigración, la economía (y la creación de empleo) y el desempeño general del gobierno harán de estas próximas elecciones un referéndum sobre la administracion Bush.
La guerra y el partido demócrata
La derrota de un partidario de la guerra ante un crítico de las políticas de Bush, en las primeras internas es una muestra del peso que tendrá este tema en las elecciones.
Ned Lamont (52%) que venció al senador Joseph Lieberman (48%) no tenía apoyo del partido, salvo algunos sectores de base, y el senador Feingold (crítico de la guerra y potencial competidor con Hillary Clinton por la presidencia en 2008). El comité nacional, las figuras de peso (los Clinton, el líder del bloque de senadores Harry Reid, el Comité de Campaña Schumer, etc.) apoyaron a Lieberman. A pesar de esto, después del triunfo de Lamont cambiaron rápidamente de candidato, algunos descaradamente y otros “por el bien del partido”, como Hillary Clinton que nunca ocultó su apoyo a las políticas imperialistas de Bush y su apoyo al reciente ataque sionista contra el Líbano. Por su lado, Lamont fue candidato de la base demócrata (es conocido como el candidato “grass-net” -por la gran campaña a su favor de blogs y páginas web -). Hasta el triunfo de Lamont la derecha y los mismos demócratas se burlaban de la “militancia virtual” que finalmente terminó siendo muy efectiva entre los sectores que ven con simpatía a candidatos críticos de Bush: jóvenes blancos, de clase media e incluso importantes sectores latinos.
Lieberman es un demócrata de derecha, partidario de la guerra en Irak desde un comienzo y nunca se arrepintió (como sí lo hicieron otros) y es además un fanático anti-castrista. Muchos ven su derrota (es el tercer senador electo en la historia que pierde las elecciones primarias en 25 años, aún contando con todo el apoyo del partido) un “voto castigo” al ala demócrata más derechista que viene apoyando las políticas de Bush y los republicanos.
Lieberman es tan bushista (se podría decir más que algunos republicanos) que recientemente el partido republicano de Connecticut discutió apoyar su candidatura “independiente” y virtualmente bajar al candidato de su partido. Además, este estado históricamente demócrata no presenta grandes oportunidades para los republicanos. Y sobre todo, resaltan los republicanos, prefieren tener un senador demócrata como Lieberman antes de facilitar la victoria de Lamont.
Lamont, un millonario (cuya fortuna familiar se amasó en la JP Morgan, su esposa es una capitalista exitosa del negocio de la salud), era el candidato de la base demócrata, nutrida de activistas antiguerra, descontentos con Bush, etc. Hizo su campaña casi en soledad, criticando la guerra en Irak y las restricciones de las libertades civiles.
Sin embargo, más allá de esta victoria, el principal problema que plantea es la tendencia sobre el problema de la guerra y su impacto. Muchos señalan que la derrota de Lieberman es un síntoma del descontento con la guerra, que alcanza a un tercio de los estadounidenses que se oponen a la política de Bush en Irak. Es presumible que el impacto que tuvo sobre los demócratas se multiplique sobre los republicanos que hicieron de esta guerra parte importante de sus campañas anteriores.
A este elemento se suma la crisis de los veteranos: comienzan a regresar y a verse las consecuencias, sobre todo en la comunidad latina. Los latinos estadounidenses, que representan el 9.5% de las FFAA, en la primera línea de fuego son el 18%. Las muertes latinas son un 60% mayores que las de soldados blancos y negros. Aunque no es determinante es un sector importante y pesa sobre estado de ánimo general, aunque no se exprese activamente.
El tema de la inmigración ilegal ya se perfiló como tema central desde las masivas movilizaciones de abril y la histórica jornada del 1º de mayo. A pesar de la gran disposición de los trabajadores inmigrantes (muchos de ellos ilegales) a movilizarse y pelear por sus derechos, se impuso la salida del debate parlamentario y las ilusiones en una solución del Senado (mediante el proyecto Hagel-Martinez). Al no desarrollarse la movilización independiente, y primar una política de lobby parlamentario (muy alentada por los demócratas y varias organizaciones latinas), permite que el tema sea usado como bandera de los sectores más reaccionarios que vociferan por un endurecimiento de las leyes migratorias.
Es posible que a medida que se acerquen las elecciones los sectores que se movilizaron contra la guerra y las políticas de Bush, aquellos que se oponen a las restricciones de las libertades civiles, el atropello de los derechos de los trabajadores, vean en el partido demócrata una alternativa. El partido demócrata, sin embargo, ha demostrado en cada oportunidad ser una fracción del mismo partido imperialista, frente a las movilizaciones de los inmigrantes, la guerra en Irak y frente al reciente ataque sionista sobre Palestina y el Líbano.