La hora de las masas
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Las medidas intimidatorias puestas en vigencia por la administración García -detenciones en masas, ceses abusivos de Maestros y uso de la Fuerza Armada en distintos lugares del país- no responden a un impulso fugaz ni instantáneo. Son la secuela natural de una concepción claramente derechista afincada en el odio irracional al pueblo, y el temor que le suscita a la Clase Dominante, la presencia creciente de las masas en el escenario nacional.
Se trata, en efecto, de una acción fríamente calculada con dos objetivos muy claros: quebrar la resistencia popular a la imposición del modelo del Banco Mundial en el plano de la educación, y advertir a la ciudadanía que el gobierno está dispuesto a pagar cualquier costo con tal de doblegar la voluntad de sus adversarios, que son además, adversarios del Tratado de Libre Comercio firmado recientemente con los Estados Unidos y que repudian el descarado acercamiento a Washington impulsado por las autoridades de Lima.
Eso explica también el anticomunismo descarado del mandatario, que busca asomar su perfil como el abanderado de una causa que una a los poderosos y a los corruptos, unidos siempre por el cordón umbilical del macccartismo.
Todos los huevos sobre una misma canasta. Y toda la voluntad de envilecido sometimiento a los dictados del Imperio. Eso es lo que, en el fondo, caracteriza la actitud del Gabinete Del Castillo, que pierde día a día en los niveles de aceptación ciudadana.
Como en las condiciones de hoy el servilismo rinde transitorio beneficio, seguramente el Gabinete continuará en sus funciones luego del 28 de julio y el Presidente García persistirá en la idea de sumarse con el exultante optimismo de siempre, al carro del Imperio.
Para Alan García las cosas no asoman, sin embargo, muy limpias. No solamente porque su política será crecientemente resistida por la ciudadanía; sino también porque en su propio partido surgirán y se afirmarán posiciones contestatarias. En otras palabras, Wilbert Bendezú no está sólo. Lo secundan dirigentes juveniles del APRA, y también sectores conscientes que, en este periodo, se juega al porvenir de su partido con relación a su vínculo con el país.
En la base aprista, los García, Del Castillo, Mulder, Cabanillas y otros, tienen los días contados. Abrumados por la corrupción, no podrán retener mucho tiempo las riendas del Partido. Y lo saben. Por eso luchan desesperadamente por diferir el Congreso del PAP y procurar imponer la reelección de sus cuadros a cualquier precio. Se valen, para esos efectos, incluso de los recursos del Poder.
Esa obcecación ha generado ya gruesas contradicciones al interior del Partido del Gobierno. Y lo previsible es que ellas no solamente continúen, sino que se agraven. Y que, finalmente el fantasma de le división del APRA asome como una realidad tangible en este periodo de gestión gubernativa.
Y es que el APRA como tal no está en condiciones de encontrar una salida a los problemas del país ni tampoco está dispuesta a rectificar los rumbos que hoy está trazando y que las grandes masas repudian.
García -“Mano dura y cerebro de piedra”, lo llama bien César Lévano- hace gala de un anticomunismo enfermizo y se derechiza porque quiere apoyarse en lo único en lo que realmente puede confiar para los efectos de su política perversa: en la derecha económica y en el Imperialismo.
Eso es lo que le permite tener una plataforma en el escenario continental y perfilarse como la “alternativa latinoamericana” al proceso bolivariano que gana puntos en América Latina. También por eso apunta contra el ALBA y levanta sin escrúpulo alguno el tema de la “injerencia chavista” en nuestro suelo.
Ni la actividad del ALBA en Puno responde a una política de Estado, ni el gobierno venezolano se inmiscuye en la problemática interna del Perú. Los Círculos Bolivarianos que han surgido en distintos confines de nuestra patria son simplemente núcleos de activistas comprometidos con una causa ligada a la historia y a la política, pero no tienen en común nada con el presunto socavamiento del “orden democrático” nacional.
Tras esta campaña aviesa, sin embargo, no está sólo García. Lo acompañan la derecha económica y los núcleos fascistas del área política que se mueven tras las bambalinas incentivados por el marino Luis Giampietri, que tiene en sus manos significativos resortes de Poder.
En línea directa, Giampietri trabaja con Agustín Mantilla y éste, con los núcleos más corruptos del APRA, ligados por eso a la Mafia Fujimorista.
Por eso no es descarriada la idea de que la mano de García, unida a la de Bachelet, estuvo en la reciente decisión del Juez Alvarez en la capital del Mapocho.
Por un lado, a García se sabe a chicharrón de cebo la posibilidad de que Fujimori retorne al país portando comprometedores videos que se llevó en su fuga de noviembre del 2000; y por otro a la Presidenta de Chile le place sin ninguna duda tener la posibilidad de acercarse a Tokio con el que se une ahora a través de un tratado de Libre Comercio.
En Chile -dijimos antes- prima una justicia de clase, como también ocurre en el Perú. No es casual, en efecto, que la prestigiada periodista chilena Beatriz Brickmann reconozca sin tapujos que “la impunidad es el conflicto sociopolítico, ético, jurídico y psicosocial más grave que enfrenta la sociedad chilena emergente después de la dictadura de Pinochet”.
Y es que, en efecto, con esa impunidad se avala hoy en la capital del sur a Fujimori y se busca también contactos bajo cuerda con el APRA en detrimento del Perú y las exigencias legítimas de nuestro pueblo.
Para contrarrestar este rumbo, aquí y en América Latina, sólo hay un camino: el de la lucha de las masas. Esta es su hora.
[i]*Gustavo Espinoza. Periodista, forma parte de la dirección colectiva del mensuario Nuestra Bandera de Perú, publicación editada por el
Centro de Estudios Marxistas José Carlos Mariátegui.[/i]
Fuente: Argenpress - 15.07.2007