Las paredes que hablaron

Victoria Ginzberg

En una inspección ocular, la Justicia recuperó pedazos de documentos de Inteligencia. Los papeles tapaban agujeros de bala.

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Sandro Alberto Soba es uruguayo y cuando tenía ocho años estuvo detenido en Automotores Orletti. Allí vio por última vez a su padre. Aquí narra su historia y la dificultad para hablar de ella. También critica la tarea de la Comisión para la Paz de su país.

Estaban en una de las piezas que se habían usado para "depositar" a los detenidos. Miembros del juzgado y de la fiscalía, abogados de las familias de los desaparecidos y sobrevivientes escuchaban el relato de un testigo. El hombre narraba un episodio ocurrido en septiembre de 1976: un joven llamado Ricardo volvió destruido después de una sesión de tortura y otros detenidos gritaron por ayuda. Desde la habitación vecina les respondieron con disparos. Horas después, el muchacho murió. Luego del testimonio, fueron al cuarto contiguo y buscaron huellas del episodio. Al principio no los vieron, pero los restos estaban. Los agujeros de las paredes habían sido rellenados con papel. Escarbaron y desenrollaron unas hojas escritas a máquina. Se encontraron, así, con documentos de Inteligencia que habían permanecido dentro de los ladrillos del centro clandestino de detención Automotores Orletti durante treinta años.

"Judío", "marxista", fueron las primeras palabras que la abogada del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) Carolina Varsky vio cuando extendió un pequeño pedazo de papel amarillento. En total, el juez Daniel Rafecas logró recuperar seis fracciones de partes de inteligencia. Sólo hay una hoja completa, pero aun ésa está llena de agujeros. En ese papel figuran "antecedentes de izquierdistas en la ciudad de Balcarce". Tiene fecha de abril de 1975.

"Era como si las paredes hablaran. Nos quedamos todos asombrados y empezamos a hacer especulaciones. Algunos creían que habían puesto los papeles ahí para ocultarlos. A mí me parece que taparon los agujeros con lo que tenían a mano. De hecho, Orletti estaba vinculado a la SIDE, que estaba haciendo inteligencia desde antes del golpe", señaló a Página/12 el abogado Pablo Llonto, representante de la familia Cittadini. Llonto cree que el Ricardo del relato del testigo que sirvió como disparador para descubrir los papeles puede ser Ricardo Cittadini, un joven santacruceño secuestrado el 17 de agosto de 1976 en La Plata.

"Estudiante del INTA. Se lo nota muy activo. Aspecto de intelectual, barba muy bien cuidada y frecuenta confiterías locales", escribieron sobre una de las personas vigiladas. "Activo dirigente de la provincia de Buenos Aires. Actualmente está en centro cultural que funciona en la biblioteca Pizurno de Balcarce. Estos tres (en referencia a otros dos espiados) escribieron un libro titulado 3 poetas, 3 caminos y manifiestan su simpatía hacia Neruda", es otra de las referencias.

Los hermanos Luis, Marcelo y Virginia Franganillo figuran en el papel hallado en Orletti. En 1974, Luis había estado desaparecido por unos días. Marcelo vivía en Balcarce y Virginia en Mar del Plata. El escrito menciona a un grupo de cuatro personas que "pintaron la ciudad cuando en la ciudad de La Plata se detuvo a Luis Franganillo por montonero y volantearon acusando a la policía de ser agentes de la CIA". "En estos años han aparecido muchos informes de inteligencia, pero lo curioso de estos papeles es el lugar donde fueron encontrados. Realmente es impresionante", señaló Virginia Franganillo, actual directora general de la Mujer de la Ciudad de Buenos Aires.

La inspección

Los restos de informes de Inteligencia se hallaron a principios de julio, en una inspección ocular ordenada por el juez Rafecas en el marco de la investigación por los crímenes cometidos en jurisdicción del Primer Cuerpo del Ejército. El magistrado también visitó los lugares -o lo que queda de alguno de ellos- en los que funcionaron los campos Atlético, Banco, Olimpo y Vesubio. La particularidad de Orletti es que se trata de un sitio privado, un taller mecánico en desuso que la SIDE alquilaba y que a pesar de los años casi no sufrió transformaciones.

El recorrido por Orletti, sede del Plan Cóndor en Buenos Aires, fue uno de los pasos previos a los pedidos de detención de quince represores que el magistrado ordenó el miércoles pasado. Diez de los acusados son uruguayos, seis de ellos ya están presos. La captura de los cuatro restantes y la eventual extradición de todos están ahora supeditadas a los avatares de la burocracia diplomática y a una decisión judicial y política de Uruguay. Los represores argentinos Rubén Visuara, Néstor Horacio Guillamondegui y Raúl Antonio Guglielminetti fueron arrestados el mismo miércoles. Mientras que Eduardo Ruffo sigue prófugo y Honorio Martínez Ruiz ya estaba detenido por el robo a las cajas de seguridad del Banco Nación.

Durante la inspección, además de los papeles que tapaban los impactos de bala en las paredes de ladrillos, los visitantes del lugar que comandaba el fallecido Aníbal Gordon se encontraron con tres A grabadas en maderas apoyadas en una especie de estante de cemento. Y los sobrevivientes no pudieron dejar de mirar una viga metálica que sobresalía de la mampostería. Era el lugar donde se colgaba a los detenidos para torturarlos. En su testimonio ante Rafecas, Eduardo Dean Bermúdez relató cómo lo subieron por una escalera de madera "bastante precaria" (que todavía está ahí) y lo interrogaron en una pieza de material en la que había un retrato de Hitler, que los represores le mostraron especialmente, ya que le subieron la venda para que lo viera. En el lugar -según describió- había una mesa y una especie de cargador de baterías, de donde salían cables que les enroscaban alrededor del cuerpo. Las víctimas eran colgadas de forma que sus pies quedaran a 30 centímetros del piso y se las bajaba hasta que tocaran el suelo, en el que había agua y sal gruesa. Cuando los pies tocaban el piso, producían impactos eléctricos.

Fuente: Página 12

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