Latinoamérica en Medellín

Sergio Carpenter*
Esa ciudad clavada en un valle verde, de norte a sur, a mil quinientos metros de altura, está en el centro de América latina. En sus barrios populares, colgados de numerosas laderas montañosas, brilla el colorido de su presente y su historia. Pero además, una fuerza centrípeta nos lleva hasta allí, pues fue sede de la VII Conferencia de Ciencias Sociales de CLACSO, un evento académico de potencia global.

Viajamos sin mayores saberes de lo colombiano. Nos sorprende su geografía natural rebasado de verdes tan distintos. “La ciudad de la eterna primavera” se dice por ahí. Y de a poco va apareciendo la otra geografía, la humana, asentada en un dominante color ladrillo de sus edificios, de sus construcciones.

¿Qué es el progreso para nuestra América? ¿Cómo hacer para ir construir un destino para los latinoamericanos? ¿Cómo dejar atrás sus calamidades y penurias? América latina es una región increíblemente desigual, con violencias fragmentadas que reconocen raíz en la injusticia. Pero también es lugar de esperanza, de verdes tierras que contienen una civilización original y propia, que algún día desplegará su dominancia. Preguntas que tendrán sus respuestas, respuestas que impulsarán nuevas preguntas y así, en un sinfín que va dejando la estela vigorosa del conocimiento, la del saber. Setecientos panelistas distribuidos en más de doscientas actividades, con una temática increíblemente diversa: la cuestión social en América latina. La participación de Lula y de Pepe Mujica jerarquizó la acción política del encuentro.

Vemos a Aldo Ferrer recibir un premio a su trayectoria. Hace casi cincuenta años fue uno de los creadores de la red CLACSO. Dice que entonces se reunían en una salita y sobraba espacio. Hoy hay más de 400 centros de investigaciones en ciencias sociales adheridos a la red y varios miles lo escuchan aquí y en las afueras del salón, con pantallas. Dice que sigue vigente el espíritu original, por pensar a América latina desde ella, por potenciar sus fuerzas internas en la búsqueda de su soberanía, su desarrollo, su bienestar. Esta emocionado.

Elegimos participar en algunas de sus actividades, una muestra muy personal, no representativa de la diversidad que plantea la Conferencia. Pero es lo humanamente posible. Escuchamos a Lula que va recorriendo la agenda política de la oleada de progresismo de esta última década. Golpea a la elite del poder en América latina que nunca imaginó que un obrero pudiera ser presidente del Brasil. Que nunca imaginó que indio con cara de indio, con pelo de indio, pudiera ser presidente de Bolivia, o que un presidiario pudiera ser presidente del Uruguay; que nunca imaginó que un hombre de la distante y sureña Patagonia pudiera ser presidente de la Argentina. Ese cambio que incluyó también a la Venezuela de Chavez y el Ecuador de Correa, amplió los derechos de los pueblos, dio el acceso de vastos sectores a la dignidad del trabajo, de la jubilación o de los ingresos necesarios para salir de la pobreza extrema o de la vulnerabilidad. Emoción hasta las lágrimas provocó su mención sobre la academia. En América latina esas elites dominantes construyeron universidades desde muy temprano, desde el siglo XVI. En Brasil lo hicieron pero más de 300 años después, toda una definición. “Este obrero que nunca fue universitario, lideró un gobierno que fue el que más creó instituciones universitarias en Brasil, el que más incorporó a jóvenes allí”. Alerta también sobre la potencial vuelta del conservadurismo.

Primera vez que veo al Pepe Mujica en vivo y en directo. Sorprende el arrastre que tiene entre los jóvenes, hacen cola desde temprano para escucharlo. Esa oveja negra del poder, se refiere en Colombia al problema de la paz. Un vértigo me recorre la espalda, un amigo que vive aquí me dice que es un tema que se barre debajo de la alfombra. Sectores de la sociedad, sienten la guerra, la violencia, como un tabú, de eso mejor no hablar. Mucho dolor. Doscientos mil muertos en más de 50 años de violencia. Este año no paran los asesinatos de dirigentes de los pueblos originarios. El abordaje de Mujica va al centro del ser humano, de su espiritualidad, donde es posible que habite el perdón. Es un alegato contra la guerra, la peor calamidad que atenta contra lo más sagrado que es la vida. El Pepe habla desde sus entrañas, que tienen la experiencia de una vida intensa, que incluye diez años en un calabozo, habla también desde el dolor. “Estamos hechos de solidaridad pero también de ego”.

Mujica también refiere con toda energía al problema de la integración regional, necesaria por muchas y buenas razones, pero sobre todo por una. “A los latinoamericanos nos debe unir el susto”, dice. Europa se unió precisamente para defenderse de la influencia mundial de los Estados Unidos. India y China, hoy un tercio de la población mundial, no son carmelitas descalzas. Todos proyectan el mundo desde su propio interés. Es necesario enfrentar unidos este teatro de operaciones en donde el pez más grande se come al más chico. Relacionado a ello pudimos ver la presentación del estupendo y emotivo documental “Al carajo”, de Martín Granovsky, un registro histórico que muestra cómo un grupo de países periféricos lograron derrotar políticamente un avance de política imperial.

Recorremos otras salas, escuchamos atentos otras voces. Enriquecemos nuestro pensar, pero también nuestro sentir. Encontramos a un hombre de voz gruesa que arranca rabiosos aplausos en el acto final. Es Boa Ventura de Sousa Santos, ese intelectual y luchador social portugués que echa luz sobre las causas de la violencia en el mundo. Rescata la sabiduría y el derecho de los pueblos originarios, que siempre le ponen el cuerpo al avance de un capitalismo desenfrenado. Ese saber entiende lo sagrado de la tierra. Ese saber es la esperanza para la humanidad. Su apelación final es por un futuro de lucha que es en sí un tremendo desafío. Lucha que debe ser consecuentemente anticapitalista, anticolonialista y antipatriarcal. Una trilogía tan colosal como digna de nuestra América.

*Presidente IADE - Realidad Económica

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