“Los científicos deben asumir su compromiso social”
Llega a la sala de reuniones del flamante Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva con la ansiedad de quien sabe que tiene mucho por hacer y, también, que se espera mucho de él. Doctor en Química, posgraduado en la Universidad de Pensilvania en los Estados Unidos y en el Instituto Max Planck de Alemania, Lino Barañao –de él se trata– tiene, a los 54 años, la tarea de armar una cartera cuya creación ostenta el raro privilegio de no haber cosechado críticas. Dice que se priorizarán tres áreas: el software, la biotecnología y la nanotecnología, pero que nada será excluyente. Se muestra abierto a discutir todo. Juega con la idea de convocar a “un concurso de preguntas sin respuesta” para que los científicos den rienda suelta a su saber e imaginación. Cree que se debe avanzar en biocombustibles, apoyar a laboratorios nacionales con el objetivo de exportar medicamentos e incentivar la divulgación científica para conjurar creencias fundamentalistas que atentan contra la convivencia civilizada. Desmitifica el tema de la clonación humana pero reivindica el avance sobre la utilización de células madre para curar distintas enfermedades.
–¿Formar un Ministerio de Ciencia es una tarea docente hacia la dirigencia política en la Argentina?
–Sí. Creo que se ha instalado a nivel internacional que la ciencia y la tecnología son claves para el desarrollo de un país, y este hecho ha sido asimilado por toda la dirigencia, y me parece que se está esperando comprobar que en la Argentina también cumplen ese rol. Una cosa es que Corea se desarrolle a través de la ciencia y la tecnología, otra cosa es que uno pueda demostrar lo mismo en Argentina. Tenemos que hacer el experimento local para demostrar que esto es válido.
–Con la dirigencia política suele pasar que dice que sí cuando se hace ese planteo y después no pasa nada.
–Esa ha sido históricamente la situación, pero yo noto un cambio real. El grado de contacto que tengo con los otros ministros y con la propia Presidenta era impensable para mí. Me han hecho sentir parte del Gobierno de una forma que no esperaba.
–¿Esperaba una cosa lateral como fue siempre?
–Ha ocurrido en el pasado que el secretario de ciencia y técnica sentado en el gabinete tenía el mismo papel que el perchero.
–O menos.
–O menos, porque el perchero para algo se usaba. Pero como decía, parece que la cosa cambió, por decisión de la Presidenta; hay participación plena como miembro del gabinete y hemos tenido reuniones muy fructíferas. La última reunión con la Presidenta la tuve el lunes 24 a las seis de la tarde.
–¿Cuál es el presupuesto que finalmente le quedó a este nuevo ministerio teniendo en cuenta que se creó cuando ya se había discutido el presupuesto nacional?
–Es difícil de definir porque el presupuesto de CyT del país abarca otras áreas, y éste es un ministerio que va a coordinar acciones con instituciones que dependen de otros ministerios, pero grosso modo es el cero cuarenta y pico del PBI. Pero ya veníamos realizando proyectos estratégicos a través de la agencia, a través del BID. El último préstamo para ciencia y tecnología fue de 280 millones de dólares y estamos pasando a una programación a largo plazo de 700 millones. O sea que estamos incrementando notablemente el financiamiento.
–¿Y habrá algún cambio en la estructura de los proyectos?
–Hasta ahora la ciencia estuvo basada en financiamiento a grupos individuales y eso produce resultados publicables, papers. Fue efectivo; el número de publicaciones en revistas internacionales mejoró, que es una de las funciones de la ciencia: colocar al país como contribuyente al avance del conocimiento universal.
–Pero con eso no basta.
–Si uno quiere solucionar un problema de energía, de salud, un problema de alguna cadena productiva en particular, ningún grupo individual puede dar una respuesta. Y desde el año pasado a través de los Proyectos para Areas Estratégicas se financia con montos sustanciosos a grupos interdisciplinarios para que aborden un problema particular: cáncer, una plataforma de nanotecnología, tecnología agropecuaria, manejo de suelos.
–Esos proyectos tardan en madurar...
–Es cierto, pero el solo hecho de enunciarlos es un cambio importante.
–Usted habló de la necesidad de cambiar la matriz productiva del país. ¿Qué tiempo se piensa para esa transformación que supone la incorporación de la ciencia y la tecnología?
–Hay áreas en las que ya está ocurriendo; el crecimiento que está experimentando la industria del software es palpable ya: trabaja tanta gente en software como en la cadena de la carne, con la ventaja, además del mejor salario, de ser un factor amplificador notable y que tracciona al sistema educativo también. En la medida que se perciba que hay puestos de trabajo dignos y bien remunerados, habrá quienes se inclinen por esos estudios.
–Acá hay una carencia de vocaciones en ese sentido. De hecho en el área de software hay vacancia.
–Bueno, tenemos que mostrar que realmente el área de software equivale a lo que era la ingeniería décadas atrás. En Corea del Sur, prácticamente el 60 por ciento del aumento de su PBI es derivado del conocimiento. Recuerdo una vez que vino un miembro del Ministerio de Ciencia y tecnología de Corea contaba que habían encargado un estudio y les dieron veinte motivos por los cuales Corea jamás iba a liderar el mercado mundial de software, y que entonces fueron eliminando esas causas una por una y cuando eliminaron la causa número veinte, eran los líderes del hardware.
–Brillante y muy oriental.
–Claro que es brillante, y oriental u occidental, muestra cómo la voluntad antecede a la razón como decía Schopenhauer. Es necesario tener voluntad de cambio para superar los obstáculos y no a la inversa. Si uno toma el diagnóstico negativo y se queda con él, ahí se queda. ¿Queremos diversificar nuestra economía? Bueno, vamos a agregar una componente basada en bienes y servicios conocimiento-intensivos.
–Ahí incluye la nanotecnología y la biomedicina.
–Hay tres áreas (ojo: no significa que sean excluyentes) en las que vamos a empezar a hacer alguna experiencia (el software, la nanotecnología y la biotecnología) para crear empresas de base tecnológica. Es un primer cambio emblemático. Aunque no veamos en el PBI un cambio en uno o dos años, si en ese lapso mostramos que hay nuevas empresas creadas por jóvenes egresados de la universidad, que son exitosos, que tienen un trabajo generado por ellos mismos y que emplean a otra gente, eso es una señal de hacia dónde queremos ir.
–Usted dijo que era necesario avanzar en la infraestructura de producción de medicamentos para que se pueda exportar. ¿En qué está pensando?
–Hay que introducir las normas internacionales de buenas prácticas de producción. Se está abriendo un mercado importante para los genéricos biotecnológicos. Están cayendo las patentes de una cantidad de proteínas que pueden pasar a producirse ahora como genérico pero para poder exportarlas tenemos que hacerlo bajo normas de calidad, eso implica una inversión importante de adaptación de las plantas. Queremos tener una participación activa para que los laboratorios nacionales puedan cumplir con esa normativa no sólo para exportación sino para producción local también. Podemos armar una cadena productiva que va desde la investigación básica en farmacología, el ensayo en animales, el ensayo clínico y finalmente la producción. Argentina tiene en cada área recursos humanos, ventajas competitivas para hacer un lugar de desarrollo y producción de desarrollo farmacológico. De hecho estamos apoyando un cluster en la ciudad de Buenos Aires que va a ser un centro de desarrollo público–privado muy importante, donde hay empresas y está el Conicet participando.
Ciencias sociales
–Usted habla de priorizar el desarrollo en software, biotecnología y nanotecnología, ¿qué pasa con las ciencias humanas?
–Es infundado pensar que son las cenicientas, porque tienen un financiamiento equivalente a cualquiera de las áreas de las ciencias básicas y durante mucho tiempo tuvieron un financiamiento superior en términos de los insumos que requerían. Insisto en que este cambio que queremos dar exige la participación activa de áreas humanísticas, desde la filosofía tradicional hasta la lingüística o la antropología. Pero a mí me gustaría ver un cierto cambio metodológico; estoy tan acostumbrado a la verificación empírica de lo que digo, que a veces los trabajos en ciencias sociales me parecen teología.
–Esto va a provocar un gran debate...
–Creo que no hay un motivo por el cual las áreas humanísticas deban prescindir de la metodología que usan otras áreas de las ciencias.
Científicos, políticos, ciudadanos
–Los científicos se quejan de que los políticos no los convocan y los políticos contestan que los científicos no quieren pronunciarse. El conflicto con Uruguay por las pasteras, por ejemplo...
–Hay culpables en ambos bandos. El sector político no está acostumbrado a convocar a los científicos y los científicos no siempre asumen la responsabilidad que les toca de opinar y transmitir la información objetiva a la sociedad por temor a tener algún tipo de consecuencia personal. Al fin y al cabo, de un científico que trabaja para el Estado, la sociedad tiene derecho a esperar una opinión objetiva. La sociedad, el ciudadano real y concreto no lee los papers. El científico debe asumir su compromiso social.
Criterios, clones y el hombre de Neanderthal
–¿Va a manejar el ministerio con criterio científico?
–Sería un acto de incoherencia no hacerlo.
–¿Cómo es llevar adelante una política con criterio científico?
–Si yo quiero controlar un virus, tengo que entender su naturaleza. No puedo suponer que el virus es una entidad maligna cuyo designio es provocarme daño. Y es válido para el comportamiento animal y humano.
–El comportamiento humano se remonta a millones de años atrás.
–Bueno, no se pueden ignorar esos millones de años.
–¿Va a poner algún hombre de Neanderthal como subsecretario? ¿Sería ideal? ¿Tendría que clonarlo?
–Tanto que se ha hablado de la clonación... La pregunta es: supongamos que clonamos un hombre de Neanderthal congelado en algún glaciar. ¿Cómo nos comportamos? No es un miembro de nuestra especie, no es un ser humano. La discusión es que toda célula humana tiene un mismo status. Ahí tenemos un individuo que no es de la especie humana porque no tiene el mismo número de cromosomas, sin embargo se comporta, actúa y demás como si fuera uno de nosotros. ¿Qué hacemos?
–¿Se llegará en breve a un clon humano?
–No. Creo que todo el tema de la clonación humana ha sido un negocio mediático. Produjo más plata la clonación a nivel editorial que a nivel científico. Se han vendido más libros, revistas, filmes que vacas clonadas. No hay ninguna razón objetiva por la cual sea necesario clonar a un ser humano. No hay necesidad económica, los riesgos superan ampliamente los posibles beneficios, como sí hay un beneficio económico y también para la salud humana de un desarrollo de terapias basadas en células madre.
Juventud, divino tesoro
–Alguna vez dijo que cuando era joven y vehemente como gremialista del Conicet les dijo a unos asesores de Manuel Sadosky que si no podían hacer las cosas rápido y bien, que renuncien. ¿Qué tiempo se pone usted?
–Estoy más viejo y ahora me toca estar del otro lado del mostrador. Mi ansiedad sigue siendo la misma, mi problema es controlar mi ansiedad por hacer cosas. Sé que la magnitud de la tarea a encarar es muy grande. Me parece que es una oportunidad única, es un desafío que hay que asumir, no puedo rehusar esto. Recordaba un proverbio que dice: “ten cuidado con lo que deseas”.
–Porque “a quien los dioses quieren perder, les conceden su deseos”.
–No voy a tener a quién echarle la culpa, ése es el problema. El problema es que no voy a poder acusar a nadie “de la pesada herencia”. Lo positivo, como me decía mi hijo, es que por cuatro años “vas a ser el mejor ministro de ciencia y tecnología que hubo en el país’.
–Pero ojo, porque matemáticamente va a ser el mejor y el peor.
–Es verdad.
Lino Barañao es Doctor en Ciencias Químicas (UBA). Ha realizado estudios de postgrado en Alemania y en EE.UU. En la actualidad desempeña funciones en el CONICET como investigador principal y como profesor asociado en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales en la Universidad de Buenos Aires. Ha sido designado ministro del recientemente creado Ministerio de Ciencia y Tecnología.
Fuente:Página 12 – 07.01.2008