Los Estados Unidos, Ecuador y la revelación de Chris Murray
Aunque no comulgo con la percepción de que todo lo malo que ocurre en América Latina y el Caribe es atribuible a la acción del imperialismo, sería una ingenuidad pensar que los Estados Unidos hayan seguido una política diferente luego de las elecciones de 2013. El presidente Correa, sencillamente, no puede ser perdonado, a partir de sus respectivas decisiones de cerrar la base militar norteamericana de Manta y de incorporar a su país al ALBA-TCP. Además, en un sentido más amplio, posiblemente se trata, a nivel mundial, del jefe de Estado mejor preparado teóricamente para exponer y propagar verdades y argumentos demoledores contra el neoliberalismo y sus nefastas consecuencias.
Lo que sucede hoy en Ecuador constituye un poderoso recordatorio de que la política norteamericana hacia América Latina y el Caribe sigue estando regida por fuerzas, mecanismos y objetivos retrógradas e inerciales, extremadamente resistentes a cualquier intento de cambio y orientados a preservar, consolidar y recrear un sistema de dominación multidimensional que, por definición, es incompatible con la adopción de posturas respetuosas de la soberanía y de no injerencia en los procesos políticos internos de los países de la región. Más allá de lo que eventualmente pueda ser expresado en declaraciones y comunicados oficiales, y de las buenas intenciones que pudiera tener el Presidente de turno, como es actualmente el caso de Barack Obama, quien se sitúa definitivamente a la izquierda dentro del espectro político-ideológico del establishment norteamericano y cuyo gobierno fue capaz de reunir el apoyo interno y el coraje políticos necesarios para producir un encomiable cambio en la política hacia Cuba.
Incapaz de vencer electoralmente a Rafael Correa, la derecha oligárquica ecuatoriana se lanza temerariamente a acciones desestabilizadoras y golpistas, siguiendo un patrón que no es tan novedoso como nos han querido sugerir los teóricos de los golpes “suaves” o “blandos” (que, dicho sea de paso, de suaves o blandos no tienen nada, como seguramente nos recordarán los familiares de las víctimas de la violencia derechista en Venezuela y en el propio Ecuador), sino que fue desarrollado arquetípicamente contra el gobierno guatemalteco de Jacobo Árbenz en 1954 y el chileno de Salvador Allende en 1973, pero que incluso tuvo antecedentes en países centroamericanos durante la primera mitad del siglo pasado. En todos los casos, con mayor o menor visibilidad, pero de manera siempre decisiva, ha estado la acción planificadora, financiadora e instigadora de los correspondientes órganos de inteligencia y operativos de los Estados Unidos. No hay ninguna razón para suponer que ahora, en Ecuador, esté ocurriendo de manera diferente. Y, frente a ello, las fuerzas de izquierda en todo el mundo están obligadas a intensificar la solidaridad internacionalista con la Revolución Ciudadana, en tanto ejemplar proceso democrático y antineoliberal. Es lo menos que merece un pueblo que, junto a su Presidente, concluye sus actos políticos multitudinarios cantando el “Hasta Siempre” de Carlos Puebla.
Con Nuestra América - 11 de julio de 2015