Los herederos de Martínez de Hoz
Una vez más, el proyecto de una industrialización por sustitución de importaciones quedó derrotado por el capital financiero internacional. Antes se encargaron Martínez de Hoz y los militares genocidas, hoy lo hacen el gobierno que encabeza Mauricio Macri y los medios hegemónicos.
Juan Domingo Perón solía hablar de una especie de conjura contra el gobierno popular que, sin definir bien, dejaba entrever que podrían ser los yanquis y el comunismo, dado que también sostenía que él estaba por la “Tercera Posición” que era equidistante de uno y otro imperialismo.
Fue con el peronismo, en sus primeros dos gobiernos, donde se profundizó y desarrollo el modelo de industrialización por sustitución de importaciones (ISI), produciendo en Argentina bienes de cada vez mayor complejidad, lo que conllevó a la existencia de fábricas cada vez más grandes, con más maquinarias y equipos y por ende, con más mano de obra.
Esto es tan así que a fines de la década de los 60 en la Argentina había empresas que tenían más de 10.000 trabajadores. Trabajadores que se reunían para comer al mediodía, que compartían partidos de futbol y otras reuniones, y que fueron tomando conciencia de la importancia de su labor y de que no recibían una paga proporcional a lo que producían. A lo que se le sumaban los ritmos de producción y disciplina fabril, en un contexto de un régimen militar como el de la llamada “Revolución Argentina” que había derrocado a un gobierno radical y que proscribía al peronismo.
Aún no estaba agotado el modelo de sustitución de importaciones. Es más,se había llegado a fases de industrialización y exportaciones de ese origen que garantizaban el financiamiento de un crecimiento sostenido. El problema era el conflicto social, el repudio de los trabajadores apoyados por el resto de la población a la política represiva de los empresarios y de la dictadura que se reflejaron en los “Cordobazos”, “Tucumanazos”, “Mendozazos”, con la apariciónde organizaciones armadas que enfrentan la situación. Es en ese marco que Antonio Agustín Lanusse y un sector de la burguesía nacional (nacional porque está en el país) deciden jugar la carta de hacerlo volver a Juan Perón, que viejo y enfermo acepta retornar a un país que ya no es el que él conoce.
La historia habla con hechos. Los López Rega y la burocracia sindical con el aval del gobierno de los EEUU (se lo puede leer en los cables de la embajada local con Henry Kissinger, secretario de Estado del presidente Nixon) llevaron a crear las condiciones para que se ejecutara el mayor genocidio de nuestra patria e imponer un modelo de subordinación al capital financiero internacional reflejado en la “tablita de Martínez de Hoz”, que posibilitó el endeudamiento para financiar la fuga de capitales, dejando una minoría enriquecida e internacionalizada y el país con una deuda externa limitante y condicionante de su futuro.
Lo que estamos diciendo es que la dictadura de Onganía-Levingston-Lanusse terminaba para dar paso a una administración que, basada en el mercado interno, estaba dispuesta a abrir nuevos mercados para asegurarse un lugar en el mundo. Lugar que debía basarse en la industrialización por el rol estratégico de la misma en generar valor agregado y con ello puestos de trabajo, que a medida que se avanzaba en el conocimiento técnico -y nada enseña más que la práctica constante (uno sabe lo que trabaja) – implicaba trabajo de calidad.
La Argentina de 1973 estaba en inmejorables condiciones para dar ese salto adelante. Nuestra burguesía (nuestra porque opera en la Argentina), rapiñera y parasitaria desde sus orígenes, prefirió privilegiar sus espacios de renta (agropecuaria, financiera, petrolera, cuasi monopólica, etc.) y no competir internacionalmente (lo que los obligaba a la innovación tecnológica e inversión permanente), por un lado y, el temor enfermizo a la organización de los trabajadores, por otra parte.
Se lo dijo el presidente de la UIA (Unión Industrial Argentina), Elbio Cohelo, al sociólogo norteamericano James Petras en 1969, la primera vez que este investigador estadounidense vino al país y se encontró con que teníamos la capacidad de hacer máquinas y herramientas, locomotoras, automóviles. Que la división electrónica de FATE había hecho la máquina de calcular “Cifra”, que el Profesor Sadosky había desarrollado las primeras computadoras en la Facultad de Ciencias Exacta de la UBA. Petras le pregunta: ¿Por qué no se deciden a ser un país industrial, si tienen excelente mano de obra, numerosa y disciplinada? La respuesta de la UIA fue: “Por eso, porque son numerosos y capacitados, nos pueden enfrentar y vencer”.
Una oportunidad perdida
Con esa concepción es que llamaron a elecciones en marzo de 1973 y permitieron que asumiera el presidente Héctor Cámpora, sabiendo que se había acordado con la burocracia sindical, esa caterva de falsos representantes de los trabajadores que solo estaban para frenar las luchas obreras y renegociar permanentemente sus condiciones (las de los burócratas) para cumplir ese triste papel. Ya Lanusse en una reunión en la Casa Rosada lo había corregido a David Kloosterman, dirigente de SMATA, cuando éste le dijo que venía en representación de las empresas trasnacionales y es el mismo Lanusse quien le respondió: querrá decir de los trabajadores de esas empresas.
El círculo se cerraba con la influencia del embajador estadounidense en España, Robert Hill, sobre el mucamo de Perón, a la que tampoco fue ajena la cúpula de ese entonces del vaticano y la Logia P2. Obviamente Robert Hill dejó la embajada de España y pasó a ser el embajador de los EEUU en la Argentina en 1973.
El 20 de junio de 1973 amalgama la burocracia encabezada por José Ignacio Rucci y la banda parapolicial que armó el mucamo José López Rega (con la debida colaboración de la CIA y los sirvientes de la misma en las fuerzas de defensa y seguridad Argentina) para producir la masacre de Ezeiza contra el pueblo que iba a recibir la vuelta del anciano general. Ese hecho desencadenante de la renuncia del presidente Cámpora, fue el primer paso que permitió cercar el modelo de sustitución de importaciones y de autonomía nacional encabezado por José Ber Gelbard.
Pero vivía Perón y se lo proponía, secundado por su mujer, María Estela Martínez de Perón, para presidente de la República, por lo que todavía podía revivir el modelo ISI, que debe reconocerse que condicionado persistía. Tan es así que en ese período, el ministro José Ber Gelbard ordenó a las filiales de empresas automotrices estadounidenses venderle vehículos a los países socialistas.
Ya había habido pedido la renuncia de gobernadores probos y honestos que no estaban de acuerdo con lo que estaba pasando, pero estaba Perón y mal o bien el modelo económico nacional y popular seguía subsistiendo. Hasta que el 1 de julio fallece Perón. A partir de ese momento, sin tapujos y con la complicidad de toda la burguesía, se desató una amplia represión, se condicionó y se amenazó a los funcionarios y a la oposición con la Triple A, hasta que en octubre de ese año, el principal operador del modelo renunció a su cargo.
A partir de allí, sin plan y sin equipo, se entra a llamar a un conjunto de economistas, entre ellos Antonio Cafiero, apoyado por las 62 organizaciones peronistas encabezada por Lorenzo Miguel, pero en una franca retirada ante la conspiración de los Martínez de Hoz y su asociación a la banca internacional, quienes habían armado un gobierno a la sombra. El golpe militar del 24 de marzo de 1976 se hace fundamentalmente para romper el modelo de autonomía y sustitución que se había logrado montar en el país.
La dictadura devastadora
La dictadura cívico-militar no solo destruyó eslabones de la cadena de valor, sustituyéndola y haciéndola dependiente de las importaciones (sustitución inversa), generando serios problemas estructurales y una deuda externa condicionante de los gobiernos posteriores, sino que logró convencer a una gran parte de la población de que la única salida era la individual, que no existía un tejido social y que uno es fruto de su esfuerzo, sin interesarle (al menos interesarle) lo que sucede en la sociedad. Pensamiento que se hace sentido común en los medios donde se propagan permanentemente esos valores, amén de considerar como ciertas, como verdad revelada, lo que dicen una y otra vez los grandes medios, otorgándole esa potestad y sustituyendo el pensamiento propio, el razonamiento crítico que como seres pensantes debemos tener. Con una simpleza que le hace decir al sociólogo Artemio López: “Macri le habla a un ciudadano de un coeficiente mental de 9 años”.
Con esa simpleza que les da el poder, sin mayor formación, operan sobre una parte de la población, que ya sea por resentimiento hacía los trabajadores, o que un trabajador pueda irse de vacaciones o comprarse un auto, o un equipo de aire acondicionado, estaría demostrando, según su parecer inducido por el sistema, que la sociedad le paga lo que no puede pagar. Pero jamás se cuestionan que argentinos estén dentro de las 2.000 personas más ricas del mundo, o que todos ellos vivan como sibaritas, cuando obtienen rentas que esta misma sociedad les permite y garantiza.
Atahualpa Yupanqui decía “que no ven porque son ciegos, aunque se le llene la vista de luz y tengan los ojos bellos”.
La dictadura cívico-militar ha logrado que parte de la sociedad acepte sus valores, sus creencias y su forma de vida, y también que sean incapaces de pensar por sí mismo. Es esa parte de la población que repite las mentiras y falacias jamás demostradas en ningún lugar del mundo, que en la faz económica lidera el Fondo Monetario Internacional (FMI), que como si todos los planes de ajustes que propiciaron y que significaron hambre y exclusión social en el país hubieran sido pocos, aconseja por medio de su Director para el Hemisferio Occidental, Alejandro Werner, que en la Argentina de Macri: “la inflación seguirá retrocediendo (¿?) si hay una moderación salarial”. O sea que la suba de las tarifas de luz, de gas, de agua, del combustible, el aumento permanente de los precios de los productos donde el mercado está fuertemente concentrado (acero, cemento, fideos, aceites, leche y sus derivados, etc.) no importa, que la tasa de interés sea confiscatoria del capital para una Pyme o para quien trata de financiar su consumo personal, nada de eso importa, lo que sí importa es que los salarios se mantengan en el año por debajo de la inflación.
Y la segunda recomendación del inefable burócrata del FMI es que “·…la reducción del déficit fiscal primario, pueda contribuir a un equilibrio en las cuentas externas”. Macri le habla a un coeficiente mental de 9 años, pero el FMI lo hace para infradotados, el gasto primario es el gasto en salud, educación, seguridad social, obras de infraestructura, apoyo a la producción, etc. pretenden que se ajuste el gasto primario y no el pago de los intereses de la deuda externa, que se acrecienta sideralmente por el brutal endeudamiento del macrismo que en dos años supera los 129.000 millones de dólares. De esa forma tenemos que el ministro Nicolás Dujovne se ufana de que el déficit primario de la administración nacional del año 2017 fue del 3,9% del PIB (404.142 millones de pesos) pero reconoció con sus números que son bastante dudosos, que el déficit total alcanzó los 629.050 millones de pesos que es el 6,1% del Producto Interno Nacional por el pago de los intereses de la deuda
Es cierto que el déficit fiscal se financia con deuda externa, pero no hay ninguna lógica en sostener como hace el funcionario del FMI que eso repercuta en las cuentas externas, donde si pesan sideralmente el pago de los servicios (capital e interés) de la deuda y las crecientes importaciones y las menores exportaciones por el atraso cambiario, que hizo que se terminara el año pasado con el mayor déficit comercial de nuestra historia, 8.471 millones de dólares.
Atraso cambiario que se produce por el “carry trade” donde las altas tasas locales (sobre todo en LEBAC – Letras del BCRA) y por el endeudamiento, que hace que aumente la oferta presente en el mercado de cambio y no por ingreso de capitales para inversión real directa o por exportaciones.
El derrape macrista
Cuando uno ve lo que se importó el año pasado, básicamente bienes de consumo (calzado, indumentarias, heladeras, lavarropas), automóviles y otro tipo de vehículos automotor, celulares, etc. lo que significó además, una competencia desigual con lo que se produce en el país. Y que a la vez, se “pisaron” las exportaciones de granos, a la espera de un mejor tipo de cambio, comprende el brete en que se metió “el mejor equipo de los últimos 50 años”, ningún gobierno tuvo un déficit comercial de la magnitud y de la composición que tiene el macrismo y solo a los dos años de asumir. Ni Martínez de Hoz, ni Sourouille, ni Cavallo derraparon tan rápido. Tomar deuda externa “disimula” la situación de déficit gemelos totalmente desproporcionados e impagables y lo que es peor, la tendencia es que se profundiza en este año 2018, porque no hay ninguna medida, ninguna política, ningún proyecto que mejore realmente la situación de las cuentas fiscales y comercial del país.
Tratan de mejorar el tipo de cambio (devaluar con el menor impacto sobre los precios) después de generar por dos años renta financiera con el carry trade por la diferencia entre la apreciación del dólar, muy menor a la inflación y a las tasas de interés (sobre todo de las LEBAC que fue el principal instrumento financiero del gobierno de Cambiemos). La administración de Macri no sabe cómo frenar el mecanismo que ellos mismos crearon y que hizo que se tenga que pagar intereses por LEBAC en pesos, pero por el equivalente a unos 16.000 millones de dólares en el año 2017 (monto que se suma a los déficit gemelos) y decide acordar con los grandes bancos, los grandes exportadores y las grandes empresas que operan en el país un dólar más alto, precio de la divisa estadounidense que ya en el primer mes del año supera el valor promedio presupuestado para todo el año 2018.
Pero un país periférico y abierto como el nuestro la suba del dólar y la baja de las tasas tienen un límite cuando las expectativas de inflación aumentan y se empieza a deteriorar el poder adquisitivo de los salarios, máxime cuando le permiten a los exportadores liquidar sus operaciones cuando ellos quieran, con lo cual lo que debería ser la oferta “natural” de divisas puede o no generarse a gusto de las 750 empresas (muchas de ellas conforman holding) que generan el 90% de las ventas externas del país, lo que permite prever nuevas y mayores muestras de disconformidad por parte de los que trabajan y que son los que vienen sosteniendo el estado de situación, hasta que una vez, como le paso a muchos jubilados que lo votaron tras la ley de reforma previsional de Macri, se dan cuenta que no pueden llegar a fin de mes y que el futuro para los hijos no es mejor.
El ex presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, sostuvo ante el fallo adverso de los tres jueces que lo acusan de una supuesta compra de un departamento por coima con la empresa constructora, cuando Lula jamás vivió allí y no existe un contrato y menos escritura que así lo demuestre, que se trata de “un cartel para una sentencia unánime propiciado por la sinarquía internacional”. Y Lula no se equivoca, sabe de lo que habla, sabe de la “presión” de capital financiero internacional para que Brasil, como la Argentina de Martínez de Hoz, de Sourouille, de Cavallo, de Macri, acepten el carry trade y la deuda para beneficio de la renta financiera a la que obligan a subordinar, no solo toda la economía del país, sino también incluso las demás rentas (agropecuaria, petrolera, minera, industrial, etc.). En 1970 Brasil producía más productos industriales que China y Corea del Sur juntas, hoy produce el 10% de bienes industriales que China, en ese lapso generó renta financiera monstruosa al capital internacional, que tenía al hermano país como favorito. También lo supo el Dr. Getulio Vargas cuando presionado por esos intereses se suicidó.
El capitalismo financiero internacional pisa fuerte en la Argentina de hoy. Tiene armado un gobierno a la sombra, que sigue presionando y obteniendo sus beneficios, mientras que, como parásito, no nos deja desarrollar y menos independizarnos.
SOCOMPA - 30 de enero de 2018