Lula bis: Pobres, “la” prioridad.
La diferencia de más de 20 millones de votos a favor de Lula desarmó la estrategia de la derecha de montar lo que se denomina “tercer turno”: que el presidente electo no pueda asumir por las investigaciones de corrupción relacionadas con el intento de compra del dossier que incriminaría a la oposición. Aunque las investigaciones prosiguen en el marco del Tribunal Superior Electoral, la posibilidad de que Lula sea acusado parece cada vez más remota.
El presidente defiende ahora cambios en la cúpula de su partido, y señaló que “la dirección del PT está convencida” de que los cambios deben implementarse “lo más rápido posible”. Con ello pretende ajustar al partido para la nueva situación que se abre con la reelección. El PT está siendo dirigido por el asesor internacional de Lula, Marco Aurélio Garcia, que ocupó el lugar de Ricardo Berzoini, separado a raíz del último escándalo de corrupción. A la hora de la sucesión, Lula cortó de raíz las especulaciones según las cuales José Dirceu ocuparía algún cargo en su segundo gobierno.
TIEMPO DE INCERTIDUMBRES. Con la excepción del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, que en tono rencoroso aseguró en un encuentro de empresarios paulistas que descarta cualquier acuerdo con el gobierno, la mayor parte de los dirigentes políticos –incluyendo a los gobernadores de la oposición– se mostraron dispuestos a entablar conversaciones en nombre de la gobernabilidad.
La principal pregunta que atraviesa el escenario político es cómo será el segundo gobierno de Lula, y muy en particular si se registrarán cambios respecto de los primeros cuatro años. Tarso Genro, ministro de Relaciones Institucionales, afirmó que “la era Palocci se terminó”, en referencia a la política neoliberal encarada por quien fuera ministro de Hacienda del primer gobierno de Lula, separado del cargo luego de haber sido acusado de corrupción cuando era alcalde de Ribeirão Preto. Según Genro, el segundo gobierno de Lula no estará atrapado por la “preocupación neurótica” por la inflación, y el país ingresará en una senda desarrollista.
Sin embargo, el propio Lula desautorizó a su ministro y elogió a Palocci al afirmar que las bases de la economía fueron asentadas durante su gestión. “No existe era Palocci o era Mantega (por el actual ministro de Hacienda), pues la política económica es dictada por el gobierno”, dijo Lula. Pero fue más lejos: “La política económica es sólida y fue planeada por Palocci”.
En ese sentido, la ministra jefa de la Casa Civil, Dilma Rousseff, aseguró que Lula mantendrá las actuales metas fiscales y no habrá cambios en cuanto a las metas de inflación. Reveló que los objetivos en cuanto al superávit primario seguirán en torno al 4,25 por ciento del producto bruto interno. Por su parte, Lula dijo que Guido Mantega seguirá al frente del Ministerio de Hacienda, desechando los rumores de que se producirán cambios y se adoptará una orientación desarrollista como pretenden los sectores de izquierda y los movimientos sociales.
NUEVAS ARTICULACIONES. Lo que sí habrá son cambios en las alianzas. Lula anunció que tomará personalmente cartas en el diseño de una política que le permita contar con suficientes apoyos parlamentarios. “Llamaré a todo el mundo para conversar, y si alguien no quiere, que lo diga”, dijo el presidente.
En la próxima semana realizará un encuentro con los 27 gobernadores electos, al que se le concede la mayor relevancia por la influencia que tienen en las bancadas parlamentarias, que son las encargadas de cimentar la gobernabilidad. Desde el comienzo, Lula pretende superar las eventuales dificultades que se presenten en el parlamento, que durante su primera gestión fue una permanente fuente de conflictos.
En cuanto a los gobiernos estatales, el país entra en una nueva etapa. El pmdb (centroderecha), partido que será una vez más el fiel de la balanza, logró ocho gobernaciones, el PT cinco, el PSDB (socialdemocracia) seis, pero entre ellos figuran tres de los más importantes estados del país: San Pablo, Minas Gerais y Río Grande del Sur. El Partido Socialista ganó tres gobiernos, el laborista pdt dos y el pps (ex comunistas) sólo uno. El partido más debilitado a nivel regional es el derechista PFL, que sólo ganó en el Distrito Federal.
PIERDEN LAS OLIGARQUÍAS REGIONALES. Este es uno de los cambios más contundentes que registran las elecciones. Las llamadas oligarquías regionales, que mantenían un férreo control de buena parte de los estados, se están desmoronando. Los casos más notorios son los de Bahía, donde se registró la victoria del petista Jacques Wagner en la primera vuelta, derrotando a Paulo Souto, apoyado por el veterano cacique Antonio Carlos Magalhães. En la segunda vuelta sucedió algo similar en el estado de Maranhão, con la victoria de Jackson Lago, del pdt, que derrotó a Roseane Sarney, hija de uno de los jefes de un poderoso clan regional, el senador José Sarney, que controlaba ese estado desde 1966.
Lo sucedido en Maranhão puede considerarse una buena muestra de la fragilidad de los partidos brasileños. Lula apoyó a Roseane Sarney, del PFL, participando inclusive en actos públicos como forma de mostrar su “gratitud” al padre de la candidata, quien defendió al presidente en los momentos de mayores dificultades durante el escándalo de la “mensualidad” (coimas a diputados para votar proyectos del gobierno).
En el estado de Paraná, en el sur, sucedió algo similar. Osmar Dias, del pdt, un partido que se presenta como de izquierda, fue apoyado por Alckmin y sectores ruralistas vinculados a grupos que reaccionan con violencia a la reforma agraria, y son financiados por la multinacional Monsanto. Dias fue derrotado por Roberto Requião, del pmdb, un político de izquierda, por una diferencia de apenas diez mil votos. Por sus posiciones nacionalistas y antimperialistas (prohibió la exportación de soja transgénica y evitó la privatización del puerto de Paranaguá), Requião tuvo una dura disputa con los grupos neoliberales, llegó a ser propuesto a la presidencia pero terminó como candidato exitoso a la reelección como gobernador de Paraná.
En Río Grande del Sur, el ex alcalde de Porto Alegre y ex gobernador Olivio Dutra, del PT, fue derrotado por la socialdemócrata Yeda Crusius. Ex ministra de Planeamiento del gobierno de Itamar Franco, Crusius es una de las tres mujeres electas gobernadoras. Las otras dos son Vilma Farias, del PSB, en Río Grande del Norte, y la senadora Ana Julia Carepa, del PT, en Pará.
Claudio Lembo, gobernador de San Pablo por el PFL, considera que las derrotas de su partido en estados como Bahía y Pernambuco, así como la del senador Jorge Bornhausen (presidente del PFL) en Santa Catarina, representan “el fin del ciclo biológico de las oligarquías nacidas con el régimen militar. Con la democratización habíamos vivido el fin político, pero ahora llegó el fin biológico”.