Lula contra Lula
La cifra de la segunda vuelta puede dejar la sospecha de que el triunfo de Lula da Silva en Brasil fue aplastante y categórico. Sin embargo, la realidad es bastante más compleja que lo que muestra ese 60% de apoyo electoral. Porque ese resultado indica el deseo de gran parte de la población de mantener un proceso que en su origen prometía cambios mucho más profundos y que en el medio de su gestión fue tomando posiciones muy cercanas a las que se podría esperar de un gobierno conservador, algo que el movimiento que llevó al Planalto al líder metalúrgico paulista le recordó muy bien quitándole votos en la primera ronda en favor de dos ex petistas como Heloisa Helena y Cristovam Buarque.
Ambos contendientes dejaron el partido que con tanta paciencia urdió Lula desde el cordón industrial paulista, descontentos con el nuevo cariz que tomaba el manejo de la cosa pública. Los analistas sostienen con gran dosis de razón que lograron hacerse del voto castigo (un total de casi 10% en la primera vuelta entre Helena y Buarque) que luego se volcaría masivamente hacia el oficialismo para darle el triunfo pero que buscó dejar bien marcada su crítica en la fase inicial.
Entre los que no se fueron del PT está el sociólogo Emir Sader, quien a pesar de haber promovido el voto a Lula expresó el pensamiento de esos amplios sectores de la izquierda que aún siguen esperando que se pongan en marcha los cambios prometidos en la plataforma primitiva. "Celebremos, pero juremos nunca más dejar que nuestro gobierno se desvíe del camino del desarrollo económico y social, de las políticas de universalización de los derechos, de democratización de los mass media, de socialización de la política y del poder. Nunca más aceptemos que nuestro gobierno se confunda con el gobierno de los otros, haga y diga lo que los otros dijeron, legándonos la ‘herencia maldita’".
Cuentas claras
Desde la caída del máximo referente de la izquierda, el ex jefe de Gabinete José Dirceu, Lula fue tomando una postura cada vez más pragmática. Los golpes de efecto de la derecha, que acusó de corrupción a varios laderos del Presidente, fueron un duro trance en los primeros años del gobierno e incluso en los últimos días de la campaña presidencial. Por eso ahora Lula dijo que se habrá de rodear sólo de "gente de su confianza" y advirtió al PT que no hay más espacio para errores éticos. Marco Aurelio García, el presidente interino del partido, evocó en tal sentido la posibilidad de armar una alianza al estilo del Frente Amplio uruguayo o la Concertación chilena.
Desde ya que el panorama de este segundo mandato no es color de rosa. Las elecciones le dieron al oficialismo el apoyo de 16 de los 27 gobernadores electos. Pero Da Silva no tiene mayoría propia en el Parlamento, por lo que tendrá que negociar con el Partido del Movimiento Democrático Brasileño, el más grande del país, que tiene la primera minoría en Diputados, la comparte en el Senado y mantiene el control de siete estados. Se supone que va a ser su principal aliado, pero a cambio las huestes del ex presidente José Sarney le pidieron el 50% de los ministerios.
También se muestran dispuestos a una alianza con Lula, José Serra, ex ministro de Salud de Fernado Henrique Cardoso, gobernador electo de San Pablo, y el reelecto gobernador de Minas Gerais, Aecio Neves.
De todas maneras, entre quienes colaboran con Lula hay una puja que envuelve a los que representan al sector financiero, que manejó la economía durante la primera gestión, y los que representan al sector industrial.
Los "financistas" –representados por el ex ministro de Economía Antonio Pallocci, el actual, Guido Mantenga y el presidente del Banco Central, Enrique Meirelles– impulsan una política monetarista de equilibrio fiscal, férreo control del consumo, un dólar a 2,10 reales en promedio y tasas de interés altas para regular la inflación. Los industriales, en cambio, pretenden un real más devaluado y tasas bajas para acelerar las exportaciones de productos más elaborados, La mayoría de ellos, enrolados en la Confederación Nacional de Industria y la poderosa Federación de Industrias de San Pablo, apoyaron a Geraldo Alckmin y critican a Lula por haberle reconocido a China el status de economía de mercado, desfavoreciendo la industria brasileña.
Voto esperanza
Lula ratificó a Celso Amorim, quien ya marcó algunas directrices en política exterior: la profundización del liderazgo brasileño en el Mercosur a través del financiamiento de proyectos de desarrollo, para lo cual anunció que se flexibilizarán los mecanismos del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social y del programa de exportaciones del Banco de Brasil.
Pero más allá de cualquier especulación están los votos de millones de brasileños que vieron en Lula no solo una esperanza por lo que podrá hacer, sino por lo que ya hizo en los tremendos bolsones de pobreza que recorren este extenso territorio. Junto con ellos, también, están los votos de otros tantos militantes petistas que esperan que tras haber sufrido hasta consagrarse en el balotaje, Lula cumpla con los postulados por los que batalló buena parte de su vida. Militantes que, como Sader, se proponen continuar con la lucha de la que, insisten, "depende el segundo gobierno Lula, que conquistamos con mucho sufrimiento y tenacidad, para construir un Brasil justo, solidario, democrático y humanista".