M68, la plataforma mexicana para esclarecer una matanza sin cifras
El oscuro 50 aniversario de la matanza de Tlatelolco, recordado por la UNAM, hace emerger la información vedada.
"No busques lo que no hay: huellas, cadáveres/ que todo se le ha dado como ofrenda a una diosa,/ a la Devoradora de Excrementos./ No hurgues en los archivos pues nada consta en actas".
Así lo evocó la escritora Rosario Castellanos en su poema “Memorial de Tlatelolco”. Cuando se habla con historiadores mexicanos, es estándar oir que la ola estudiantil iniciada en julio de 1968 se extinguió en diciembre de ese año, una fórmula aceptada para describir la supresión violenta y sin herederos. El movimiento concluyó con la terrible represión del 2 de octubre, cuando unas pocas bengalas fueron contraseña para que desde los edificios los francotiradores abrieran fuego contra los manifestantes y las fuerzas regulares que se encontraban en la Plaza del Zócalo, orquestando un caos letal. Durante décadas solo hubo cifras hipotéticas, que iban de 30 a 300 muertos: la matanza quedó envuelta en el tabú histórico. Desde hace unos pocos meses, sin embargo, la Universidad Autónoma de México, UNAM, determinó que hubo 1786 víctimas: con 78 muertos, 186 lesionados, 1491 detenidos y 31 desaparecidos. Pero se trata, asegura la historiadora y periodista Susana Zavala, “de un censo en construcción permanente.” Numerosas voluntades convergen en México todo este mes para tratar de encastrar, a la manera de un rompecabezas con púas, el oscuro aniversario. La UNAM, cuyos estudiantes fueron las víctimas de 1968, lo debatió en “Ciudadanías en Movimiento”, un coloquio internacional, y también con una muestra de afiches políticos en el Muac, el museo del Centro Universitario. Se publicó la antología M68, de dos tomos, y por último, el 2 de octubre, se inauguró el Monumento a la Ausencia, junto con una plataforma digital que permite acceder a 25 mil registros y 100 mil objetos digitales. El ritual de duelo colectivo tiene un doble contexto: este medio siglo antecede a la toma de posesión del presidente Andrés López Obrador, en diciembre.
El director del Centro Cultural Universitario Tlatelolco, Ricardo Raphael, desanda los pasos seguidos hasta este flamante censo de víctimas. “Cuando empezamos a hacer el repositorio de nombres y al abrir el buzón ciudadano para las denuncias, avisamos al Archivo General de la Nación que aún nos topábamos con funcionarios dispuestos a censurar documentos con el pretexto de proteger datos personales. Acudimos entonces al Instituto Nacional de Transparencia y Acceso a la Información (INAI) y finalmente el 17 septiembre logramos que se decretara a liberación de documentación”. Cuenta Raphael que tanto el AGN como el material relativo a Tlatelolco estaban depositados en la ex prisión de Lecumberri –donde históricamente iban a parar los presos políticos, entre ellos Fidel Castro antes de la revolución cubana-. Ahora todo quedó custodiado en la UNAM.
Tras décadas de un cerrado embargo, en 2000, ante el ascenso del presidente Vicente Fox, el Archivo empezó a estar un poco más abierto a los estudiosos, aunque siguió restringido con trabas burocráticas. “Pero creo que ahora sí se abrirá del todo y tendremos revelaciones sobre la guerra sucia en los años de la guerrilla”, resume el escritor.
El miércoles pasado, en el acto M68, Archivo sin reservas, autoridades del gobierno actual y del que asumirá en dos meses anunciaron que liberarán otro importante cuerpo de documentación y fotos del 68. Pero lo más destacado, según este intelectual, fue la presencia de Alejandro Encinas, quien será el subsecretario de Derechos Humanos del presidente Lopez Obrador. “Encinas subrayó allí que sería trascendente que la actual cúpula militar entregue toda su información al Memorial antes del recambio”, concluye Raphael. “Reveló así que eso favorece el nuevo gobierno”.
Clave en el actual censo fue la historiadora Susana Zavala, quien hacae unos años se vinculó con la National Secutiry Archive, una ONG norteamericana dedicada a desclasificar material sobre la política exterior de los Estados Unidos y que ayudó a franquear papeles diplomáticos bilaterales.
Afiche del Consejo Nacional de Huelga, fundador del movimiento estudiantil a comienzos de agosto del 68
En este medio siglo hubo solo un intento orgánico de llevar a los funcionarios culpables de la masacre ante la Justicia. Fue en 2002, cuando el presidente Fox abrió una fiscalía para recibir denuncias y pidió declaración a Luis Echevarría, que en 1968 era Secretario de la Gobernación de Díaz Ordaz, cargo equivalente a la vicepresidencia. Zavala, al igual que otros historiadores, están persuadidos del involucramiento de Echevarría en la matanza. Otras voces lo sindican a él como portavoz de la conjura de la embajada estadounidense en el DF, encargado de acicatear los oídos paranoicos de Díaz Ordaz y quien interpretaba la protesta de la UNAM en clave de clásica mecha ideológica de la guerra fría, que conduciría, por una especie de línea recta, al sabotaje urbano y al comunismo.
Clarín - 13 de octubre de 2018