Memorias subjetivas y fragmentadas
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Los homenajes al ex presidente Raúl Alfonsín pusieron de manifiesto lo que los sociólogos que trabajamos con entrevistas a los actores sociales conocemos bien: la memoria del pasado, por más reciente que sea, es subjetiva y fragmentada. Todavía más si, como dice José Natanson en Página/12 del 3 de abril, esa memoria está condicionada por situaciones parciales que los medios de comunicación se empeñan en mostrar durante horas y horas. Así, el primer gobierno democrático de 1983 se convirtió en “lo mejor del siglo” y Alfonsín en un estadista que “le quedaba demasiado grande al país”.
Como el mismo Natanson u Osvaldo Bayer (también en Página/12, el 2 de abril) mostraron muy bien, se pueden recordar otros aspectos del primer gobierno de la democracia que, en todo caso, podrían completar el recorte que hicieron los medios con la ayuda de los miembros del partido radical. Me sorprendí cuando volví a ver en la pantalla de televisión –presentados bajo el manto impoluto de Alfonsín– a quienes decidían vida y obra de la Universidad de Buenos Aires, vía llamadas telefónicas de aquel rector que ocupó 16 años ese cargo y consideró que la universidad era de su partido. Sentí una ofensa a mi propia memoria cuando, de la mano del muerto, todos los radicales se convertían en “gente honesta que entraban y salían del gobierno con lo puesto”. ¿Es necesario recordar que el modelo neoliberal que comenzó a implementarse con la dictadura y siguió con el gobierno de Alfonsín tiene como elementos inherentes tanto la concentración y polarización social como la corrupción? Por supuesto, a medida que el modelo se fue perfeccionando en el país con el gobierno “menemista”, todo esto aumentó exponencialmente. Pero, en democracia, todo comenzó con el gobierno de Alfonsín y podría no haber sido así.
No obstante estas críticas, existen dos espacios de gestión del gobierno de Alfonsín que deseo rescatar, la gestión científica y la política agraria. El primer caso fue, a mi juicio, una política consciente y premeditada por el presidente. Eligió personalmente a un hombre para esa secretaría que portaba todos los legados de la mejor tradición científica del país, Manuel Sadovsky. Fueron él y los equipos que lo rodearon quienes intentaron sanear la corrupción que había dejado la dictadura. Asimismo, el Conicet incorporó no sólo a los prescindidos de 1976, sino a todos aquellos que demostraron haber renunciado por miedos o exilios. La concepción de la relación entre ciencia, tecnología y economía de gran parte del equipo Sadovsky distaba mucho de esa otra basada en relaciones de convenios con las grandes corporaciones económicas que luego se convertiría en “política de Estado” en el área de ciencia y de las universidades (con peronistas y radicales universitarios).
En relación con el sector agrario, no fue una política consciente ni premeditada sino que las transformaciones del neoliberalismo entraban con mucha lentitud al sector. Sin embargo, hubo algunos funcionarios radicales o socialistas que defendieron el papel del Estado en la agricultura (el caso de Jorge Elustondo) o promovieron políticas en otras áreas que favorecían a los pequeños y medianos productores del sector.
Es importante recordar que Alfonsín no fue silbado por la Sociedad Rural Argentina porque previamente había consensuado con ella: lo fue porque, desde el comienzo de su gestión, las corporaciones agrarias (lo que un semanario de la época denominó “la patota ganadera”) clamaban por una liberalización de la economía que conseguirían de la mano de la dupla Menem-Cavallo. No es mi memoria la que marca este pequeño error, sino mi conocimiento basado en los trabajos de investigación en el área de los estudios agrarios y rurales que llevé a cabo en esos años. En el período radical se trató de no aplicar una política neoliberal a ultranza en el sector agrario. No obstante, la situación se complicó mucho por los bajos precios internacionales de los cereales, la inflación que carcomía el mercado interno y la suerte de los chacareros pampeanos y pequeños productores de las regiones extrapampeanas estaba echada. Luego, Carlos Menem, Domingo Cavallo y Felipe Solá introducirían sin contemplaciones ni dudas el neoliberalismo en formato de “agronegocio”, y se expandiría lo que hoy tanto nos preocupa. En síntesis, tanto los cientistas sociales como los hombres/mujeres serios de los medios de prensa (con todos sus archivos a disposición) debemos hacer el esfuerzo por ayudar a recordar a las poblaciones nuestro pasado reciente, con blancos, negros y todos los tonos de grises posibles. Cuando la memoria se “subjetiviza” demasiado, están los archivos periodísticos y los trabajos de investigación.
*Norma Giarraca. Socióloga y directora de la maestría de investigación de la UBA, coordinadora del grupo de trabajo de estudios rurales del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), del Instituto Gino Germani y especialista en estudios de movimientos sociales y rurales Autora de diversos artículos para la Revista Realidad Económica. Participó en distintas actividades organizadas por el Instituto Argentino para el Desarrollo Económico (IADE).
[color=336600]Fuente: Página 12 - 05.04.2009[/color]