¿Modelo Grobo? No, gracias
Algunas afirmaciones son ciertas, interfiriendo en la visualización de las que no lo son, y de lo que se oculta. Por ejemplo, es cierto que “La complejidad del mundo es tal que el pensamiento único tiene amplias probabilidades de llevarnos a errores.” Claro que inmediatamente señala: “El sistema de liderazgo de la sociedad debe participar activamente en estos debates”. Claramente, no está proponiendo un planeamiento estratégico participativo, lo que estaría muy bien. Cuando dice “sistema de liderazgo” está significando que no debe participar el conjunto de la sociedad sino sólo sus líderes; cabría preguntar seleccionados por quién, y representando a quiénes y a través de qué mecanismos. Si no, estamos corriendo el riesgo del retorno a algo que se parece mucho al voto calificado, uno de los paradigmas del pensamiento único que dice cuestionar.
También es cierto cuando afirma más adelante que: “Necesitamos un horizonte claro para la sociedad y que el Estado facilite este proceso haciéndolo de todos, y que debe redistribuir la riqueza con equidad e inclusión.” Pero inmediatamente sostiene que “La sociedad en su conjunto debe estimular el desarrollo de un empresariado fuerte, grande e integrado al mundo, que gane dinero y que reinvierta sus utilidades”, negando los procesos históricos de desinversión y fuga de capitales, característica específica de ese empresariado que, según expresa Grobocopatel, debería estimular el conjunto de la sociedad.
Señala además que en este debate profundo “no es relevante quien captura las rentas sino con qué eficiencia se utilizan las mismas para lograr el desarrollo sustentable”, como si el desarrollo social, económico y ambientalmente sustentable no estuviera íntimamente vinculado a quien captura la renta.
La modelización Grobo
Algunas de las afirmaciones que propone el empresario para mirar el sistema agrario de producción de soja transgénica son:
• “Lo más importante es que la soja no sólo no compite con los productos de valor agregado sino que puede ser su aliada natural y principal.”
• “Si el mundo necesita soja y sus derivados, se los podríamos dar a cambio de que también nos compren otros productos. Si no tenemos soja es muy probable que no tengamos cómo negociar la colocación de los otros productos, sean del origen que sean”.
• “Las proteínas pueden ser nuestra mejor arma de negociación ante el mundo.” Y propone juntarnos en esta estrategia con Brasil y el resto de los países del sur de América.
• “Agricultura familiar” es sinónimo de vivir sin dignidad
• Los beneficios de la agricultura están distribuidos en la sociedad.
• Gracias a la siembra directa no estamos desertificando más; el glifosato es el menos malo de los herbicidas y no pasa a las napas porque se destruye al tocar el suelo.
Estas afirmaciones, y otras contenidas en sus escritos, tergiversan y/o ocultan que:
1. La soja sí compite con otros productos. De hecho desplazó, entre otras, a la actividad tambera, las pasturas y los cultivos de algodón, con sus respectivas cadenas de valor, y a otros cultivos que proveen de alimentos a la población argentina, poniendo en serio riesgo nuestra soberanía alimentaria.
2. El sistema de producción sojera transgénica privilegia la demanda del mercado internacional, dificultando la satisfacción de la demanda del mercado interno, con la consiguiente presión sobre los precios internos de los alimentos.
3. Se destruye la capacidad de producir alimentos sanos y diversos en el campo argentino. Los cultivos transgénicos en superficies que ocupan hasta el borde mismo de las poblaciones donde vive la gente, impiden que en esos territorios se cultive para abastecer a esas mismas poblaciones.
4. Se destruye la autonomía de los productores agrarios, haciéndolos dependientes de un sistema que los degrada a ellos y a su ambiente.
5. Los agroquímicos aplicados generan enfermedades que incluso causan la muerte entre los trabajadores rurales, la población del campo, de los pueblos y de las ciudades afectadas por las aplicaciones.
6. Se concentra el ingreso en poquísimas personas, dejando a muchos en la pobreza y en la indigencia, a los que en este sistema sólo les queda la alternativa de recibir un subsidio estatal.
7. El desplazamiento de las personas desde el campo y las pequeñas poblaciones hacia las villas miseria de las grandes ciudades, degradando su calidad de vida y agravando los desequilibrios poblacionales y ambientales.
8. La destrucción de bosques autóctonos y de la capacidad productiva de nuestros suelos.
9. Los riesgos y los daños que producen los agroquímicos que este sistema productivo necesariamente debe utilizar en forma masiva; en particular, oculta los daños ambientales y a la salud generados y asociados con el herbicida glifosato y sus formulados, tal como lo muestran tantos estudios locales y de otros países, realizados por investigadores independientes de las empresas que los producen, patentan y/o comercializan.
10. Las alteraciones y riesgos de daños irreversibles de los cultivos transgénicos en la biodiversidad y la evolución biológica.
11. Los daños y riesgos de los alimentos originados o que tengan insumos provenientes de cultivos transgénicos, así como la falta de información al consumidor sobre los componentes y riesgos asociados.
12. La necesidad de aplicar agroquímicos en cantidad cada vez mayor, tanto fertilizantes como plaguicidas, lo que es una característica específica del sistema de producción de monocultivo en general, y de monocultivo transgénico en particular.
13. La destrucción de nuestros ecosistemas y la erosión de la biodiversidad, afectando los procesos ecológicos esenciales, el ciclo del agua, de los nutrientes, del dióxido de carbono, el flujo energético y las cadenas tróficas, sin los cuales no es posible la vida que conocemos y su evolución.
14. Así como en otros países, genera un sistema ineficiente y/o corrupto en nuestros organismos de control y certificación de agroquímicos y de agroalimentos, que aprueban productos que no deberían ser aprobados y envían al mercado alimentos que no son sanos, presionados precisamente por el sistema empresario que los produce.
15. El desarrollo y consolidación de este sistema empodera a la empresa Monsanto y similares en nuestro país. Esta Monsanto es la misma corporación empresaria que, entre tantas otras cosas, creó el PCB, ocultando sistemáticamente sus características cancerígenas, proveyó del agente naranja al ejército de los EE.UU., y la misma que fue condenada por la justicia francesa por mentir en sus propagandas del herbicida glifosato. Además los estudios toxicológicos sobre el glifosato requeridos oficialmente en EEUU para su registro y aprobación han sido asociados con prácticas fraudulentas.
16. Hoy la máxima expresión del sistema de monocultivo extensivo son los cultivos transgénicos, ambientalmente inviables en el tiempo. Tienen una concepción minera, extractivista de la capacidad productiva del suelo, al que tratan por definición del propio sistema productivo, como un recurso no renovable, por lo tanto agotable. Buscan sustituir los procesos ecológicos esenciales que renuevan naturalmente su capacidad productiva y su mejoramiento mediante la reposición mineral y agroquímica de su fertilidad, lo que ya está ampliamente demostrado que es altamente ineficiente.
Pretenden reemplazar el equilibrio biológico que limita naturalmente las plagas animales y vegetales con pesticidas. Esto genera la aparición de plagas resistentes a esos pesticidas, obligando a la aplicación de cada vez mayor cantidad de productos cada vez más tóxicos.
17. Y por último, pero no el último, el sistema de producción agrícola dominante y su cadena de valor es el principal generador de gases de efecto invernadero y, consecuentemente, el principal responsable del cambio climático; genera entre el 44 y el 57 % de las emisiones globales de estos gases.
El modelo Grobocopatel propone, explícitamente, la creación de un sistema económico sustentado en la venta de la soja y sus derivados; como si fuera una pirámide invertida: todo el resto de la economía sustentada en la soja; y toda la sociedad sustentada en la buena voluntad y eficiencia de los productores sojeros. Explicita que todas las otras producciones no podrían competir por sí solas en el mercado mundial, ni ahora ni en el futuro; lo que es en sí mismo una expresión de soberbia superlativa. La propuesta “Si el mundo nos pide soja, plantemos soja hasta en las macetas” es la propuesta de una republiqueta sojera; la de Grobocopatel no llega a eso, pero se le acerca bastante.
Yo no quiero, y entiendo que la mayoría tampoco, que el sistema económico y social del país al que pertenezco se someta a semejante autoritarismo productivo y a semejante estratificación de clases sociales: productores sojeros allá arriba, en la punta de la pirámide, acompañados de los otros intervinientes de la cadena de valor de la soja, cadena corta por cierto, y el resto de la sociedad allá abajo, en actitud genuflexa de sumisión y agradecimiento. Ya vimos las definiciones de patriotismo a las que pretendieron subsumirse y someternos los empresarios rurales vinculados a la exportación en el contexto del conflicto Gobierno vs. Sectores-rurales-concentrados de 2008-2009
Basar nuestra inserción en el comercio internacional en el desarrollo de un solo producto, con el cual saldríamos a presionar al mundo, es una propuesta casi hilarante, si no fuera por las consecuencias que traería y el poder de quien la enuncia y el del sector social al que representa, en especial después del episodio de limitación de importación de aceite de soja por parte de China, a través de una medida para-arancelaria específicamente orientada hacia el aceite de soja de origen argentino. Por ahora le seguiremos vendiendo a China aceite de soja, pero nuestros productores de juguetes y calzado no podrán desarrollarse por el dumping social incluido en los juguetes y calzado de origen chino. Cabe preguntarse: ¿A quién presionamos nosotros?
Hay además otros dos riesgos: por un lado, nos transformaríamos en zona de riesgo de conflictos, así como ocurre con otros países proveedores de insumos estratégicos; por el otro, el sistema basado en el “arma proteica” no está exento del riesgo de que sea brutalmente descartado por la misma u otras producciones desarrolladas en otros lugares, a la misma velocidad con que fue generado en nuestro país. Cabe recordar aquí el caso del caucho en el Estado de Amazonas, Brasil, y en Iquitos, Perú; con la diferencia que la soja es un cultivo anual, mucho más rápidamente desplazable y sustituible.
El sistema transgénico de producción agrícola no tiene en cuenta la sostenibilidad ambiental y social; es decir, el ambiente y la gente es algo que no le incumbe, salvo que los empresarios se vean forzados a ello. Creen que los impactos negativos de la tecnología serán resueltos con nueva tecnología, que generará nuevos problemas ambientales que serán resueltos con más tecnología, y así al infinito.
Los promotores del sistema califican de cavernarios a los que se oponen a él; sin percibir que los realmente retrógrados son ellos, ya que llevan a su mínima expresión a ecosistemas diversos, que demoraron a veces miles de millones de años en evolucionar y desarrollarse, destruyendo su diversidad y sus procesos ecológicos en pocos años. Diversidad, procesos ecológicos y ecosistemas de los cuales dependemos todos, y sin los cuales la sociedad no es viable.
Por todo lo anterior, lo que dice el título: ¿Modelo Grobo? No, gracias.
¿Y ustedes qué proponen para alimentar a un mundo hambriento?
La respuesta a esta pregunta requiere de bastante más espacio que el que queda disponible en esta nota, y también muchos más interlocutores, pero algo se puede decir.
En primer lugar, el sistema transgénico no alimenta a los que tienen hambre en el mundo. Alimenta al ganado chino y europeo para satisfacer las demandas de carne de sus clases medias y altas. Además tiene un horizonte temporal de pocos años, en el transcurso de los cuales se producirán todos los daños señalados arriba.
En segundo término, hay una variada gama de sistemas de producción agrícola, compatibles con la sostenibilidad de los procesos ecológicos y la biodiversidad, que van desde las diversas vertientes de la vía campesina, hasta las diferentes técnicas agroecológicas. Este conjunto de tecnologías han sido boicoteadas por la mayoría de los sistemas oficiales vinculados al estudio y producción agrarias; al menos hasta fines de 2009, en que la UE apostó con sus nuevas regulaciones a esa producción, sobre todo en lo que hace a la gestión integrada de plagas.
Si se hubiera destinado a la investigación agroecológica sólo una fracción de los profesionales y recursos destinados a la investigación de los monocultivos extensivos en general, incluidos los transgénicos, habríamos podido articular y rescatar para toda la sociedad los conocimientos ancestrales de los diferentes sistemas de producción agroecológica, desde las diferentes propuestas de la vía campesina hasta la tecnología biodinámica y la biointensiva.
Sólo para dar una idea, cabe recordar que el sistema incaico de producción agraria alimentaba a 10 millones de habitantes con el cultivo de las tierras más áridas, complementada con una organización social solidaria. Técnica y organización que fueron sistemáticamente ignoradas y destruidas por los conquistadores. Hoy todavía esa tecnología y esa organización están también sistemáticamente ignoradas por nuestros centros de investigación y por los procesos productivos promovidos desde el Estado. La misma ignorancia y los mismos intereses de los bárbaros españoles, pero 500 años después.
No puedo dejar de preguntarme por el conocimiento o la ignorancia, y por supuesto también por los intereses, de los líderes que Grobocopatel reclama sean consultados.
Una de las técnicas agroecológicas más estudiadas, pero no la única, es la agricultura biointensiva, que puede producir el alimento para una dieta vegetariana para una persona durante todo el año en menos de 400 m2. Lo que implica que en las casi 20 millones de hectáreas de soja transgénica se podría producir para alimentar a 500 millones de personas; con alimentación sana, sin transgénicos ni agroquímicos, cuidando la sostenibilidad ambiental y la salud de la población asociada y la de los trabajadores, con autonomía de los productores, y sobretodo preservando la soberanía alimentaria del pueblo argentino. Con el agregado de que la demanda internacional y el valor agregado de esos alimentos es mucho mayor que la del “arma proteica”. Y no necesitaríamos salir a presionar al “mundo” para que nos compren los otros productos.
Con una “externalidad” positiva muy valiosa de los sistemas agroecológicos de producción de alimentos, su desarrollo generalizado podría participar en la solución del efecto invernadero a través de la fijación de hasta las 2/3 partes del exceso de dióxido de carbono en la atmósfera, a través de los procesos que incrementan la materia orgánica en los suelos cultivados.
Es cierto que algunos de los integrantes de la generación de campesinos de los abuelos de Grobocopatel se deslomaban trabajando en el campo, pero no es eso lo que se propone.
No es cierto que la agricultura familiar requiera necesariamente esa forma de trabajo, ni mucho menos, que signifique vivir sin dignidad. De hecho, muchas familias eligen y quieren elegir esa forma de vida; su principal impedimento es hoy el sistema transgénico de producción sojero; no son limitaciones tecnológicas ni de mercado, aunque todavía es necesario mejorar el acceso de estos productores a una comercialización justa.
A pesar de esas limitaciones, son las granjas y huertas familiares las que producen la mayoría de los alimentos que llegan a nuestras mesas.
Esos sistemas productivos privilegian, por definición, la sostenibilidad de la capacidad productiva de los ecosistemas en general y del suelo en particular, así como también la sostenibilidad de la sociedad donde están insertos, porque forma parte y depende de ellos.
Son sistemas productivos a los que les interesa la gente y el ambiente, mucho más que la rentabilidad del capital. Todas las ventajas que tienen para la sostenibilidad social y ambiental, son desventajas para el capital dominante; por eso son mucho más compatibles con organizaciones sociales que distribuyen el poder y el ingreso.
*Claudio Lowy - Ingeniero Forestal (UNLP). Master en Desarrollo Humano Sostenible, Globalización y Desarrollo Local (Cátedra UNESCO - Universidad de Girona).
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