Noruega: de cómo el pueblo recobró la voz y la socialdemocracia tuvo que virar a la izquierda
[i]Lección noruega para los países meridionales de Europa: también la socialdemocracia puede moverse, y a veces, hacia la izquierda.[/i]
Gracias al petróleo, al gas y a las granjas piscícolas, Noruega es uno de los países más ricos de la tierra. En términos de renta per capita, sólo los luxemburgueses y los estadounidenses son más ricos que los noruegos. El Estado septentrional es, tras Arabia Saudita y Rusia, el tercer exportador mundial de petróleo y disfruta desde hace años de un tesoro público que no para de crecer. Ello es que el grueso de los ingresos petroleros (incluidos los ingresos fiscales derivados del petróleo) se coloca en el extranjero; sólo un 4% anual va a parar al presupuesto estatal. Estadísticamente, cada noruego dispone de una fortuna en el extranjero rayana en los 34.000 euros, casi tanto como la renta per capita anual.
Sin embargo, las plagas del neoliberalismo visitaron también a los 4,5 millones de noruegos. Es verdad que su Estado social resulta perfectamente financiable merced a la abundancia de petrodólares, pero la asediante ideología de la "modernización" dominó la política gubernamental de los años noventa. Con gobiernos socialdemócratas en minoría apoyados por el centro derecha (liberales, conservadores y cristiano-populares), se liberalizó y se desreguló de forma tal, que el Estado social no quedó intacto. Se empezó privatizando las fuentes de la riqueza nacional que son el petróleo y el gas (entre otras, las empresas petroleras otrora puramente públicas). Lo mismo ocurrió luego con la red de ferrocarriles y los servicios hasta entonces públicos. Tras haber allanado el camino varios gobiernos socialdemócratas minoritarios, irrumpió luego un gobierno burgués igualmente minoritario que continuó la labor con vehemencia.
El primer gobierno mayoritario desde hace 20 años
Desde 2005 han cambiado las cosas, con un gobierno formado por la socialdemocracia (Det Norske Arbeiderparti/ DAN), el partido de centro (Senterpartiet/SP) y el partido de la izquierda socialista (Sosialistik Venstreparti/SVP), una coalición que se propuso explícitamente un cambio, reparar los destrozos neoliberales e inaugurar una era post-neoliberal.
Que los socialdemócratas fueran a parar a la oposición tras las elecciones de 2001, significó un aldabonazo de tal envergadura para el partido, que propició el giro a la izquierda y facilitó la despedida de los dogmas neoliberales. Por vez primera en su larga historia, pareció abierto a una alianza con otros partidos de izquierda –el partido de la izquierda socialista y el partido de centro—. Con eso logró el Arbeideparti recuperar una parte de los electores perdidos. Y aunque la coalición burguesa-conservadora prometió en la campaña electoral de 2005 rebajas de impuestos por más de tres mil millones de euros, la socialdemocracia se avilantó a anunciar un incremento moderado de la presión fiscal, a fin de que el Estado pudiera ser más activo en lo social y en la educación, así como la creación de 10.000 nuevos puestos de trabajo en el cuidado de ancianos. También anunció que, caso de ganar las elecciones, revisaría las privatizaciones y volvería a financiar generosamente a los municipios, que ahora prestaban el grueso de los servicios públicos.
Los electores no se dejaron amedrentar por el alboroto propagandístico generado al respecto por las derechas, y otorgaron a la previsible coalición de gobierno de la izquierda una clara mayoría. Al partido de la izquierda socialista el giro a la izquierda de la socialdemocracia no le fue muy bien –perdió votos, y sólo llegó esta vez al 8,8%—, aunque la izquierda en su conjunto quedó visiblemente robustecida.
Apenas llegada al gobierno, la coalición tripartita de izquierda –la primera mayoría gubernamental del país en 20 años— empezó a poner por obra las sorprendentemente radicales promesas de su programa común. La privatización de los ferrocarriles fue cortada en seco, y lo mismo ocurrió con el avance de las escuelas privadas. Se dio cerrojazo a ulteriores desregulaciones, miles de millones de coronas fueron a parar a los servicios públicos municipales, y los soldados noruegos regresaron de Afganistán y de Irak.
Los sindicatos no permiten que el partido de la izquierda socialista quede fuera
Ese cambio de orientación de la socialdemocracia no salió de ella misma: el partido de la izquierda socialista, los sindicatos y los movimientos sociales tuvieron una participación decisiva. Por lo pronto, en 2001 la Unión Sindical Nacional de Albañiles Tejadores decidió no financiar sólo a la socialdemocracia, sino también al partido de la izquierda socialista, manifestándose abiertamente, además, a favor de una alianza parlamentaria de ambos partidos de izquierda. Algunos sindicatos se lanzaron a la campaña a favor del Estado de bienestar, a la que se sumaron pronto varias asociaciones de jubilados, campesinos, mujeres y estudiantes. Su protesta no pudo ser ya desoída cuando estaban en campaña por todo el país no menos de 20 organizaciones capaces de movilizar a más de un millón de afiliados (en un país de 4,5 millones de habitantes). Sólo el movimiento popular a favor de los servicios públicos alcanzó a una cuarta parte de todos los municipios noruegos.
Sólo en un clima tal de movilización popular podía hacerse entrar en razón a la socialdemocracia. Todavía a mediados de 2004, un año antes de las elecciones parlamentarias, su dirección se negaba categóricamente a considerar siquiera la posibilidad de formar una coalición con el partido de la izquierda socialista (escindido del partido madre en 1975 por desavenencias respecto de la entrada de Noruega en la OTAN). Pero, en la medida en que los sindicatos no se mostraron dispuestos a tolerar ese boicot, en la medida en que los presidentes del partido de la izquierda socialista y del partido de centro eran invitados en calidad de oradores a los congresos sindicales en pie de igualdad con los dirigentes socialdemócratas, las bases de éstos se negaron en redondo a seguir aceptando la negativa. El cambio culminó a pedir de boca cuando comenzó una campaña electoral en la que los sindicatos actuaron por propia cuenta, presentando durante meses –junto con Attac Noruega y otras organizaciones— a los partidos políticos catálogos reivindicativos de todo punto concretos (articulados en una lista de 54 entradas): el pueblo cobró subitáneamente voz, y pudo decir lo que quería y lo que no quería. La alianza de sindicatos y sociedad civil tomó abiertamente partido por la izquierda.
En 2009 se celebrarán las próximas elecciones parlamentarias. El impulso del invierno 2005/6 parece agotado. Mas la izquierda no se ha quedado quieta: Noruega dispone del más ambicioso programa contra el cambio climático –aun si desinhibidamente fiado a la compra de derechos de emisión—; tiene una generosa ayuda al desarrollo; la exploración de las reservas de petróleo y de gas en el extremo norte prosigue resueltamente; el Estado de bienestar vuelve a construirse, no a desmontarse. Se ayuda a la familia con medidas no ideológicas, pero efectivas. Gracias a inversiones consecuentes en prestaciones públicas de servicios, el desempleo está claramente por debajo de la media de la UE.
Disputas como la de la entrada en la UE o la de la salida de la OTAN, que podrían hacer estallar a la coalición en las próximas elecciones, han sido hasta ahora evitadas. Lección para los países meridionales de Europa: también la socialdemocracia puede moverse, y a veces, hacia la izquierda.
[i]*Odd Anders es un analista político noruego. [/i]
Fuente: [color=336600]Fritag / Revista Sin Permiso – 08.07.2007 - Traducción: Amaranta Süss[/color]