Parar la mano
Burlarse de organismos que por décadas se han enfrentado a los genocidas en defensa de los derechos humanos –«¿qué CELS? ¿Del Sel?», ironizó en alusión al Centro de Estudios Legales y Sociales– y colmarse de autoelogios mientras ridiculiza a los «teóricos del garantismo», remisos a reconocer el esforzado trabajo de un funcionario que, con una estética demasiado parecida a la de Aldo Rico, está siempre dispuesto a desembarcar en cualquier sitio donde se altere el orden establecido.
Llama la atención que en su catarata de desestimaciones haya omitido referirse a la cantidad de comisarios y oficiales detenidos en los últimos días por su pertenencia a bandas que actúan en el ámbito de los desarmaderos, la trata de personas y el narcotráfico. También preocupa que utilice un doble rasero, ya que se había mostrado más comprensivo en octubre de 2012, cuando sus subordinados, gendarmes y prefectos, protagonizaron un bochornoso motín para presionar por mejores salarios. Por entonces actuó como un sereno negociador y contribuyó a satisfacer las demandas de los sublevados. ¿Estaba abierta al tránsito la zona del edificio Centinela? ¿Tenían fueros especiales los uniformados que rompieron la cadena de mandos?
Sería deseable que Berni controlara su impulsividad, respetara a sus interlocutores, intentara comprender las motivaciones profundas de los conflictos y recordara que pertenece a un gobierno que desde sus inicios se ha comprometido a impedir que los expeditivos recursos de los que históricamente han abusado las fuerzas de seguridad sean utilizados para reprimir la protesta social.
Revista Acción - Primera quincena de septiembre de 2014