Perspectivas de la economía española para 2007. Este modelo se agota
*Doctor en Economía
El crecimiento de los últimos años se ha sustentado casi exclusivamente en el tirón del sector inmobiliario. La especulación inmobiliaria, facilitada por los bajos tipos de interés; por el intento de ocultar dinero negro ante la llegada del euro; por la expansión demográfica asociada a la inmigración y por la despenalización tributaria de las rentas especulativas; ha provocado un crecimiento importante de renta y empleo: si antes de 1999 se construían una media de 300.000 viviendas anuales, 2006 cerrará con cerca de las 900.000. Al margen de la construcción, el resto de sectores muestran síntomas de debilidad cuando no de crisis. El PIB agrario, por ejemplo, ya cayó un 10% en 2005, y el PIB industrial sólo crece en aquellas ramas auxiliares del sector de la Construcción.
Este modelo se agota. En primer lugar porque en los últimos años hemos invertido mucho en ladrillo y ello ha restado recursos para potenciar y elevar la competitividad de otros sectores. El esfuerzo humano, intelectual y financiero destinado a la especulación ha restado recursos al I+D. Y el ladrillo no se exporta. El resultado es simple: las importaciones crecen cada vez más rápido que las exportaciones y hemos registrado un déficit comercial record de 59.000 millones de dólares a septiembre de 2006. Dejamos de crear empleo y tejido industrial en España para crearlo en los países que nos proveen de importaciones.
En segundo lugar porque el modelo se sustenta en la capacidad de endeudamiento de las familias y esa capacidad está llegando a su fin. Sólo el crédito hipotecario (aparte hay que contar el crédito financiero al consumo, las famosas tarjetas de crédito…) se eleva ya al 92´2% del PIB, con un crecimiento acumulado, año tras año del 24%. Se agota la capacidad de demanda solvente de las familias y con ello, no sólo se las sitúa en un estado estresante, de penuria financiera, sino que puede provocarse una severa contracción del Consumo, de la Demanda Agregada y, consecuentemente, del PIB.
En tercer lugar, porque la productividad no crece. Mientras que en Europa lo hace a un ritmo del 1´8% anual, en España no supera el 0´5%. Esa brecha es incompatible con el crecimiento a largo plazo en un entorno cada vez más integrado y competitivo: en el mercado único diseñado de acuerdo al paradigma neoliberal. Si la brecha de productividad no se cierra, las empresas presionarán aún más para que la ganancia de competitividad descanse en el ajuste salarial y el abaratamiento del despido.
Ciertamente España y el resto de economía europeas ha podido escapar, de momento, al empuje inflacionista del encarecimiento del petróleo; pero ha sido una huida en falso basada en la apreciación del euro frente al dólar y, en consecuencia, hemos evitado inflación (de momento) pero a costa de acumular déficit por cuenta corriente.
Los organismos multilaterales (FMI; OCDE) prevén cierto enfriamiento de la economía mundial: el encarecimiento del petróleo; la insostenible factura de la interminable y criminal Guerra de Iraq (que cuesta dinero y vidas); la política económica deflacionista de Merkel y sus socios socialdemócratas en Alemania; el pinchazo de la burbuja inmobiliaria en EEUU y Gran Bretaña, y las subidas de tipos de interés a ambos lados del Atlántico, así lo auguran. Además, los "desequilibrios gemelos" de la economía estadounidense (déficit público y déficit exterior) podrían provocar una súbita caída en la cotización del dólar de consecuencias impredecibles para el sistema financiero mundial. Se trata, sin lugar a dudas, de malas noticias para España: una economía pequeña que necesita del "tirón" exterior para crecer.
A pesar del triunfalismo expresado por el Presidente del Gobierno; los datos coyunturales muestran ya esas señales de agotamiento en el actual modelo vigente y un agravamiento de los desequilibrios fundamentales de la economía española. La marea de los desequilibrios in ternos y externos acaricia ya las playas de nuestra economía.
El Consumo Privado no para de desacelerarse desde que Zapatero llegó a la Moncloa y la tendencia se agrava en los últimos meses: cae el Indicador de Confianza de los consumidores (-12), caen las ventas de automóviles (-5%), cae la Cartera de Pedidos de Bienes de Consumo (-4%)…y la Inversión crece pero con timidez ante la incredulidad de los propios empresarios sobre la viabilidad del modelo de crecimiento heredado del aznarismo, modelo que Rodríguez Zapatero ha intentado por todos los medios mantener con vida. La capacidad de endeudamiento y de gasto de las familias españolas está llegando al límite, estranguladas por hipotecas desorbitadas. Declaraba recientemente Solbes que el endeudamiento familiar no supone problema alguno ya que la riqueza acumulada por las familias españolas es 4 veces superior a sus deudas. Cierto, salvo en un pequeño detalle que convierte esa aseveración en una enorme mentira estadística: la riqueza de la que habla Solbes no está repartida equitativamente, y los oligarcas de este país (sean discretos banqueros o extravagantes especuladores inmobiliarios) no van a poner su patrimonio personal a disposición de aquellas familias obreras que lo necesiten para financiar sus deudas.
Puede afirmarse sin ambages que las esperanzas depositadas por amplios sectores de la izquierda en las reformas anunciadas por el Sr. Zapatero han sido defraudadas, al menos en el terreno económico.
La reforma fiscal ha reducido la tributación a los ciudadanos de mayor renta (el tipo marginal pasa del 46% al 43%); se reduce el impuesto de sociedades para pequeñas y medianas empresas del 35 % al 30% (empresas que en la mayoría de los casos son más incumplidoras en materia de salarios, derechos sindicales y seguridad laboral que las grandes empresas que gozan de Comités de Empresa y Delegados Sindicales); las rentas provenientes de operaciones especulativas tributarán al mismo tipo (18%) que las procedentes del ahorro o la inversión a la largo plazo; se reducen las deducciones por adquisición de vivienda (en los dos primeros años pasa del 20% a 15%) y, contra todo pronóstico, se amplía la cuantía deducible por aportaciones a fondos de pensiones privados. Toda una contrarreforma fiscal en el mismo rumbo que Aznar capitaneó la suya.
En el mercado de trabajo, ni los salarios ni las condiciones laborales han mejorado sustancialmente: los incrementos salariales pactados en los convenios son sistemáticamente inferiores a la inflación. En otras palabras: el salario real no crece y las ganancias de productividad van a parar exclusivamente a manos de los empresarios. La Tasa de Temporalidad llega ya al 34´6%, 2 puntos más que cuando Rodríguez Zapatero llegó a la Moncloa, contradiciendo así el discurso oficial sobre el avance de la contratación indefinida. El Ratio de Parcialidad ha crecido otros 3 puntos, y llega al 11´3%. En resumen la precariedad laboral sigue avanzando en la economía a un ritmo indecente.
En definitiva, el año 2007 puede ser el de la eclosión de los desequilibrios acumulados por la economía española como consecuencia de la política económica de Aznar y Zapatero. La economía española finalizó 2006 creciendo a una tasa aceptable, pero la fortaleza que exhibe es ficticia y malsana. El año que comienza está lleno de incertidumbres a escala global, en lo económico, en lo político y en lo militar. El Gobierno español, más allá del consabido discurso autocomplaciente, no ha anunciado cómo va a sustituir el tirón de la locomotora inmobiliaria por otra capaz de sortear estas incertidumbres, evitar el estrangulamiento de las economías familiares más modestas y elevar nuestro nivel de renta y bienestar a cánones europeos.
En estas condiciones 2007 difícilmente será un buen año para los trabajadores y trabajadoras de este país.
Fuente: Mundo Obrero – 01.02.07