¿Qué significa “crecer” cuando dominan los mercados financieros internacionales?
Los seis primeros meses del año se han cerrado bajo la enseña de una inestabilidad financiera acrecentada, con fenómenos curiosos como las fuertes revalorizaciones del dólar australiano o neozelandés. Ambas economías están fuertemente endeudadas con el exterior y si para Australia, reserva de minerales, podrían ser válidas las expectativas respecto a los precios de las primeras materias inducidas por la resaca china o india, para Nueva Zelanda –con sus peces y montañas- ¿de qué expectativas podría hablarse? Solo del hecho que – precisamente vía el endeudamiento y en consecuencia para evitar un círculo vicioso de devaluación e inflación- el gobierno laborista continuará practicando una política de tipos de interés altos para sus bonos del Tesoro. Aquí se dispara el carry trade //1 del yen, practicado a lo grande incluso por los bancos y sociedades financieras nipones. El dinero “parte” del Japón electrónicamente para comprar bonos públicos neozelandeses.
El razonamiento puede aplicarse también a Australia y las expectativas respecto a los precios de los minerales cuentan hasta cierto punto. De hecho el dólar neozelandés ha experimentado una revalorización mayor que el australiano. Para los dos países los altos tipos de interés y el aflujo de dinero externo para la adquisición de títulos públicos no son un obstáculo al crecimiento económico; más bien permiten su continuación.
De hecho el sistema bancario se ha vuelto extremadamente elástico: hace dinero a toneladas gracias al aumento de liquidez, recicla y aumenta las deudas de las familias; las cuales, a pesar de ver aumentar la relación deuda/rendimiento, intentan no caer en la delincuencia financiera. Todo ello repercute finalmente en el mercado de trabajo, ya liberalizado, con empleos precarios con una gran flexibilidad respecto al tiempo de trabajo (hacia arriba) y a los salarios (estancados o hacia abajo). La consecuencia es que el desempleo se sitúa por debajo del 5%, aunque una proporción creciente de familias se encuentra en peligro de insolvencia (especialmente respecto a los préstamos).
Estos dos casos ilustran de manera sintética la nueva dinámica capitalista. La acumulación financiera se contabiliza de alguna manera en el PIB, el cual, por lo tanto, “crece”; la precarización reduce el desempleo sin tener que recurrir a políticas keynesianas, ya que los dos países – contrariamente a EEUU y Japón— disponen de cuentas públicas positivas o cercanas al equilibrio. Al igual que los EEUU – que sin embargo necesitan del complejo militar-industria–, Gran Bretaña, Australia y Nueva Zelanda han internalizado el desempleo de ejército de reserva de una forma que ni siquiera Marx habría imaginado. De hecho, el ejército de reserva se encuentra dentro del propio empleo: por eso el desempleo puede caer al 4,5%. En este contexto no existen márgenes para las políticas keynesianas.
Ni siquiera en EEUU tiene el gasto público militar-industrial efectos keynesianos. Los tuvo durante la guerra del Vietnam, cuando aumentaban los salarios y se introducían en los contratos buenas cláusulas sanitarias o de jubilación, hoy en días en vías de cancelación incluso para los ya jubilados. Actualmente, el gasto público sirve para hacer ganar dinero a las corporaciones, como demuestra la arrogante exigencia de la Boeing, hace unas pocas semanas, de aumentar el gasto militar.
Un elevado endeudamiento externo y unos altos tipos de interés permiten que la girándula continúe, pero son efectos derivados de los procesos cuyo epicentro es el circuito EEUU-Japón-China-EEUU, en el cual se basa la capacidad de los EEUU de gestionar la deuda externa e interna, ya sea pública o privada. Los tres países emisores de liquidez mundial son EEUU, Japón y China. Poco antes de la reciente reunión del G-8, el FMI –mero portavoz del Tesoro de Washington– emitió una nota sugiriendo a Japón cautela y templanza a la hora de aumentar los tipos de interés. Un juego pirandelliano, ya que Tokio tiene, si acaso, la intención opuesta. La devaluación del yen respecto al dólar, relacionada al tipo del 0,50% garantiza el reciclaje del superávit nipón, no solo del realizado respecto a los EEUU, hacia el sector financiero estadounidense.
El efecto se amplifica con las operaciones del carry trade especialmente cuando intervienen los productos derivados y los capitales equity //2, que el Financial Times ha definido como “fábrica de liquidez”. En consecuencia, los EEUU no están interesados en eventuales alzas de los tipos nipones ni, por lo tanto, en una revalorización del yen. También en China los tipos de interés sobre los depósitos bancarios son bajos, incluso negativos en relación con la inflación.
Precisamente con esta política Pekín ha conseguido crear la reticular miríada de empresas privadas que trabajan en régimen de subcontratación para las multinacionales de la distribución. A una política monetaria extremadamente elástica se acumula el efecto de la transformación de una buena parte del superávit externo en moneda local. El conjunto lleva a un tsunami de liquidez que, en parte, encuentra salida en el mercado de acciones de Shangai, cuyos valores han aumentado en más de un 40% respecto al pasado año.
En este contexto de burbuja generalizada, cuyos impulsores son los poderes públicos de los tres países en cuestión, el temor de que la fuente de dinero fácil pueda agostarse atraviesa de vez en cuando los “mercados”, lo que induce una fuga hacia los bonos públicos de países con altos rendimientos, como Australia y Nueva Zelanda. La reacción a la primera caída de la bolsa de Shangai, a principios de marzo, fue rápidamente mitigada por el hecho de que los controles sobre los movimientos de capital por parte de Pekín impiden la completa fungibilidad del mercado chino con los mercados exteriores, que es muy imperfecta incluso entre Shangai y Hong Kong. Ha desempeñado China cierto papel en las turbulencias de la primera mitad de este mes, pero el impulso principal procedía de EEUU.
La crisis de los préstamos sub prima está teniendo un impacto menor del temido, mientras que el gobierno –conforme a las exigencias de Boeing– relanzará el gasto militar. Por lo tanto, lo previsible es una ralentización de la economía de EEUU menos severa de lo previsto y una inflación mayor (con tipos de interés más elevados).
En lo que hace al mundo financiero especulativo –actualmente dominante–, se perfilan dos fenómenos. El rendimiento futuro de los bonos del Tesoro de EEUU (pero también de los países mencionados más arriba) está destinado a aumentar con respecto a las acciones y obligaciones, por lo que el dinero de las financieras se refugiará en el sector de los bonos públicos. El peso de las operaciones conocidas como leveraged buyout –componente principal de las inversiones de las sociedades fuera de la China– aumentará además notablemente. El leveraged buyout consiste en adquirir, a través del superendeudamiento, el control de una sociedad para reestructurarla de forma especulativa. De hecho, el peso de la deuda recae sobre la sociedad a reestructurar (de ahí: recorte de salarios, rebaja o supresión completa de pensiones, despido de empleados y nuevos reclutamientos precarios), la cual, para revenderse con provecho, deberá mostrar beneficios netos de deuda. Si el tsunami de liquidez pública se apaga, la ferocidad de las reestructuraciones aumentará considerablemente. Todos estos sucesos muestran que el concepto de “crecimiento” al que se agarran políticos de todos los colores, carece de toda validez social positiva.
*Joseph Halevi es profesor de Economía Política en la Universidad de Sydney y está asociado al Institut de Recherches Economiques sur la Production et le Développement (IREPD) de la Universidad Pierre Mendès France de Grenoble, France. Es miembro del consejo editorial internacional de Economie Appliquée (Paris) y del consejo editorial de Cahiers d'Economie Politique (Paris). Está vinculado también al centro IREPD (Institut de Recherches Economiques sur la Production et le Développement) de la Universidad de Grenoble perteneciente al CNRS (Centre National pour la Recherce Scientifique) francés. Desde 1990 colabora regularmente con el periódico de la izquierda italiana Il Manifesto en Roma.
Fuente: [color=336600]Revista Sin Permiso / il Manifesto – 29.07.2007 / Traducción: Anna Garriga Tarrés[/color]