Reflexiones sobre la UBA
La crisis de la Universidad de Buenos Aires, política, presupuestaria y, acaso por sobre todo, crisis de una cultura institucional cuyo mayor déficit es la exigua participación de su comunidad, recorrió este año uno de los capítulos más conflictivos de su historia. Página/12 invitó a algunos profesores a reflexionar sobre los últimos acontecimientos, la agitada elección del rector en el Congreso y las posibles salidas a construir.
- Juana María Pasquini (ex decana de la Facultad de Farmacia y Bioquímica): La UBA inició en abril un nuevo proceso eleccionario que no pudo concretar sino hasta el lunes 18 de diciembre. Alterini y Kornblihtt eran los candidatos enfrentados. Por presión de las circunstancias y por el deterioro de su imagen, esta primera etapa terminó con la renuncia de Alterini. Los decanos llamados “progresistas”, que habían presentado la candidatura de Kornblihtt, viraron inesperadamente su posición y en alianza con Agronomía postularon al decano de Medicina. Todo pareció enfriarse ya que ningún grupo lograba la mayoría tan deseada. No parecía haber convicción en la elección de los candidatos sino la búsqueda de aquel que tuviese el voto de la mayoría. En esa búsqueda se llegó al extremo de que los progresistas votaron a aquellos a los que habían acusado de corruptos recibiendo como moneda de cambio el cargo de vicerrector. Así las cosas, se llegó al bochornoso espectáculo del lunes. Afuera policías (ahora ofrecidos “gentilmente” por el Ministerio del Interior) y estudiantes enfurecidos, y adentro, una asamblea donde los asambleístas no fueron por sus propios medios sino “llevados” en un vagón especial del subte. No hubo diálogo y, por ende, no hubo democracia, sólo le dedicaron a la institución cinco minutos... es decir, no hubo respeto ni por la universidad ni mucho menos por su autonomía.
Para que esta crisis de la UBA no genere más crisis, la actual conducción de la universidad deberá entender que la institución alberga a muchos más actores que ellos mismos y que no puede siempre imponer sus decisiones. Deberá demostrar grandeza y convocar a una amplia participación del conjunto de los universitarios y, desde allí, podrá comenzar quizá la solución de los problemas que hoy la aquejan.
- María Pía López (docente de Ciencias Sociales, ensayista): No se pueden pensar los últimos meses sin sus imágenes últimas: la pelea en la calle; los votos en el Congreso. En ambos casos, abolición de la palabra. En ambos, en nombre de garantizar la efectividad de las acciones. Ese doble silencio me parece el síntoma mayor de una universidad que atraviesa un momento fuerte de despolitización. La FUBA es responsable de una política que, por sus modos tajantes y de rápida resolución, se sustrae al debate de las aulas. Sin embargo, ha colocado a su cargo temas fundamentales y para los que es necesario dar una discusión amplia, sin persecuciones y sin prejuicios conservadores. Los temas de la reforma de los estatutos o de la evaluación externa son centrales y es necesario que su trato rompa el silencio mayoritario.
En ese sentido, es difícil pensar una UBA con futuro sin una reposición de formas menos abruptas del enfrentamiento, y sin replantearse el sentido de sus múltiples adecuaciones a lógicas académicas y financieras. Si la UBA es pensada como “caja” –y esta idea apareció también desde la izquierda–-, o si los reclamos son tratados como actos delincuenciales, las imágenes del ‘18, el doble silencio expresado en esas imágenes, no cesarán de repetirse ante el silencio de las mayorías universitarias. Es fundamental que la amplia coalición que asumió el rectorado tome decidido partido por impulsar una asamblea universitaria, con previa discusión en las facultades, para reformar estatutos que impiden la representación de parte importante de la universidad. También, que los mecanismos de evaluación académica sean debatidos públicamente, y no resueltos con la rápida adaptación a modelos globales.
- Rubén Dri (filósofo, profesor de Filosofía de la Religión): Finalmente se realizó la asamblea universitaria que eligió al rector. Un verdadero bochorno, pero ¿podía esperarse otra cosa? El vergonzoso espectáculo de la asamblea que elige al rector no es un “evento” aislado, un hecho inesperado. No es otra cosa que el resultado de la política neoliberal de la década del ’90 en la que la universidad entró de lleno. Clientelismo político, disputa por espacios de poder, prebendas, luchas por la categorización, por los incentivos.
Ante la “provocación” que significaba la candidatura de Alterini, un funcionario de la dictadura militar genocida, hubo una reacción saludable liderada por la FUBA que en un momento determinado logró un amplio consenso. Era el momento en que podía lograrse una salida intermedia con una interesante fuerza con la que impulsar los cambios que la universidad necesita. Lamentablemente, la política de la FUBA se aisló y llevó el movimiento a un callejón sin salida.
¿Qué hacer ahora? Es el momento de ponerse las pilas, abrir el diálogo entre todas las corrientes desde la izquierda hacia el centro o viceversa, desde el centro hacia la izquierda, debatir sobre los grandes problemas que aquejan a la universidad. Sólo así se logrará avanzar en la reforma que la universidad pide a gritos.
- Luis Quesada Allué (profesor de Ciencias Exactas, investigador del Conicet): Durante más de ocho meses, los miembros electos por los claustros de la UBA para constituir la asamblea universitaria no pudieron reunirse por la acción obstructiva e intimidante de militantes de la FUBA. Los organismos colegiados de la universidad no sesionaron porque ni el Poder Judicial ni la Policía Federal garantizaron, como debían, el derecho constitucional de circulación y reunión. Del repudio inicial a la candidatura del profesor Alterini y el reclamo de actualización del estatuto, temas que compartimos una parte importante de la comunidad universitaria, la FUBA fue ampliando sus exigencias a medida que las originales eran cubiertas. Al no sesionarse, los representantes de las 4 facultades más progresistas fueron impedidos de debatir ideológicamente el programa que se viene sosteniendo desde hace años en minoría y de mantener la postulación del Dr. Kornblihtt, un candidato que propiciaba una gestión transparente y proyectos de democratización y modernización. Así, la sumatoria de apatías políticas en gran parte de la comunidad universitaria, del accionar cada vez más descontrolado de los fubistas y la prescindencia cómplice del Ministerio del Interior, junto con un creciente malestar de la sociedad porteña, forzaron la necesidad de una salida de compromiso. Auspiciada o no por el Gobierno, la postulación para rector de un ferviente adherente al peronismo (tradición minoritaria en la universidad) cambió bruscamente el panorama. La autorización para sesionar en el Congreso y el ahora sí implementado operativo policial hicieron posible la reunión de delegados. La FUBA optó por un accionar violento afuera y adentro del Congreso, logrando que la sesión fuera caótica y así lo reflejaran los medios. Sin embargo, la elección del rector a mano alzada fue refrendada con las firmas de una abrumadora mayoría de asambleístas, lo que la hace legal. El rector Hallú, en su primera actuación pública, mostró pertenecer a una cultura de raíz autoritaria, poco dialoguista y ajena a la tradición de la UBA, lo que hace temer la posibilidad de una gestión plagada de conflictos.
En conclusión, la universidad perdió imagen y quizás algunos ingresantes, sus sectores más progresistas quedaron debilitados y el gobierno nacional tendrá interlocutores políticamente afines, algo que, en condiciones normales, habría sido altamente improbable. La dirigencia universitaria debería hacer un gran esfuerzo para reinstalar un diálogo democrático y para que los claustros vuelvan a hacer suyos los postulados reformistas y un proyecto de creciente excelencia proyectado hacia la sociedad. Esperemos que así sea.
- Norma Giarracca(profesora de Sociología Rural, ex consejera superior): La crisis desatada a partir del primer intento de elección de rector mostró los peores rasgos de la UBA: el enfrentamiento de grupos (“Facciones”, véase Página/12 del 5/12/06) que hacen y deshacen alianzas de todo tipo según la conveniencia del reparto de cargos; una gran indiferencia de la gran mayoría del estudiantado y cuerpo de profesores (por pasividad o hartazgo) que “dejó hacer”; la profunda desvalorización a la autonomía universitaria. Este último rasgo se expresó desde el comienzo del proceso electoral y desplegó sus consecuencias en la escena final: la injerencia de los funcionarios del Gobierno en la elección de los nombres de rector y vicerrector; el territorio cedido para llevar a cabo ese incalificable acto de empujones y levantadas de manos y la intervención policial contra los estudiantes, situación impensable en una universidad autónoma en democracia.
Ahora, el comienzo del nuevo proceso augura situaciones muy difíciles. Si el claustro de profesores es mayoritario en los consejos y en la asamblea es porque los que generaron el estatuto universitario consideraron una asimetría entre profesores y estudiantes que no sólo era de inserción en la institución sino de responsabilidad ética. En este sentido, es inadmisible calificar a los estudiantes de “delincuentes”, “mantenidos”, etc. Si no se puede establecer una relación de autoridad legitimada por conductas universitarias y prestigios académicos frente a ellos, se hace necesario repensar el claustro. Si eso fuera posible, si las autoridades “profesores” (incluidos decanos y rector) aceptaran reflexionar por qué tanta deslegitimación, reproches y demandas estudiantiles (más allá de la FUBA), por qué tanta indiferencia y silencio de la mayoría universitaria que siguió con su rutina ignorando el proceso, si fueran excepcionalmente capaces de suspender la lógica de la pura gestión en base a repartos y habilitaran las críticas, se abrirían posibilidades de convertir la crisis en una oportunidad.