¿Y dónde está Schumpeter?
La elite económica está lejos de apostar a la innovación tecnológica. Reticencia inversora, extranjerización, concentración y ganancias extraordinarias, entre los condicionantes estructurales que afronta el país.
En distintos círculos heterodoxos de la Argentina se suele debatir si la concentración económica es buena o mala. La primera postura está asociada a ciertas tendencias inherentes al modo de producción capitalista, que en forma muy simple se podrían resumir así: las empresas oligopólicas persiguen aumentar su productividad para alcanzar un precio de producción inferior al promedio del mercado en el que operan y ganar posiciones en ellos, maximizando su tasa de ganancia. El medio para ello es lo que se conoce como inversión “schumpeteriana”, por el economista austro-estadounidense Joseph Schumpeter, quien pone el acento en las innovaciones tecnológicas que hacen posibles las ganancias extraordinarias de las que se apropian las empresas. Así, el efecto positivo radicaría en que estos actores estarían promoviendo un mayor desarrollo de las fuerzas productivas, que luego serían adoptadas por los capitales “menos eficientes” y apropiadas por el conjunto de la sociedad.