Soberbia imperial
Que estas bravatas no fueron un exabrupto, sino la culminación de una campaña sistemática de distorsiones y mentiras, lo demuestra el anuncio publicado por el diario sensacionalista inglés The Sun, uno de los que integran el imperio del magnate Rupert Murdoch. Allí, tras exigir «fuera las manos argentinas de las islas», se ataca con prepotencia la posición del país y se plantea falazmente que la posesión británica data del siglo XVI.
La estrategia se completa con la insistencia en un supuesto derecho a la autodeterminación de los kelpers, omitiendo que –como lo subraya la carta de la Presidenta– los pobladores primitivos de las islas fueron expulsados por la Royal Navy y el Reino Unido comenzó inmediatamente un proceso de implantación de población «similar al aplicado en otros territorios bajo control colonial». Para convalidar esta situación se ha convocado a un plebiscito amañado en el que los isleños, según el único periódico malvinense, Penguin News, deberán responder a la pregunta: ¿Desea que las Islas Falkland retengan su actual status político como un territorio de ultramar del Reino Unido? Es curioso que los ingleses hayan decidido recurrir a la misma herramienta para hacer frente al conflicto con Escocia, en el que esperan que la consulta prevista para 2014 determine la victoria del No y la consecuente derrota del nacionalismo escocés, tal como lo indican las encuestas. En el caso de Malvinas, el Sí se impondrá sin duda por las razones ya expuestas.
La inconsistencia de los argumentos ingleses queda al desnudo si se analiza un antecedente histórico. En 1965, Gran Bretaña le compró las islas del archipiélago de Chagos a su colonia Mauritania, a cambio de su independencia, por 3 millones de libras, en franca violación a las resoluciones de las Naciones Unidas que establecen que la independencia no puede estar sujeta a condiciones o negocios. A partir de ese hecho pasó a denominarse Territorio Británico del Océano Indico. Un año después, Estados Unidos lo arrendó por 50 años, pero impuso una condición: debía recibirlo totalmente despoblado. El inconveniente se subsanó rápidamente: los 2.000 nativos fueron inmediatamente expulsados. Ni los conservadores ni los laboristas ni la mismísima Reina Isabel se acordaron de su derecho a la autodeterminación.
Revista Acción - Segunda quincena de enero de 2013